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Economía moral

21 de junio de 2024 08:04
El paradigma de la producción sirve no sólo como modelo teórico-interpretativo a través del cual se logra un entendimiento radicalmente nuevo de la vida social, sino también como un proyecto práctico de reorganización social. Articula la perspectiva de un futuro emancipado, desde cuyo punto de vista se hace posible lograr una comprensión adecuada de la historia humana, sostiene György Márkus (GM). Sólo desde el mirador de la posibilidad real de la transformación socialista, de una organización de la vida material-productiva que tome en cuenta las restricciones objetivas y que dote a los productores del poder de decidir consciente y colectivamente sobre la formación de sus propias condiciones de vida, puede ser vista la historia no como una irresistible marcha de la razón impersonal, sino como el terreno de las luchas sociales para el despliegue progresivo de la racionalidad práctica y para el significado de las vidas humanas finitas. Hoy, sin embargo, es inevitable preguntarse sobre el grado de idoneidad del paradigma de la producción para la realización de estas intenciones teóricas y prácticas, pues hay consideraciones teóricas de peso que exigen el reexamen del paradigma. En primer lugar, la historia del pensamiento marxista parece reproducir constantemente una descomposición antinómica de la relación dialéctica original de lo subjetivo y de lo intersubjetivo, como la visualizó Marx, por un lado en teorías de un proceso sin sujeto (Althusser) y por el otro en teorías del sujeto colectivo (Lukács, Gramsci, Goldmann). Estas dos tendencias opuestas del pensamiento se conectan usualmente con interpretaciones antitéticas del paradigma de la producción mismo, a saber con su reducción a la noción de trabajo como un proceso tecnológico entre el hombre y la naturaleza y, por el otro lado, con su sobregeneralización filosófica en el concepto de praxis como la actividad de autocreación humana ilimitada. Y aunque la conformidad de ambas tendencias con las intenciones originales de Marx puede ser cuestionada, su resurrección constante puede ser interpretada como un signo de tensiones internas en la misma teoría de Marx, o al menos debe ser examinada desde el punto de vista de esta posibilidad.

Otro conjunto de problemas emerge en conexión con desarrollos ideológicos y filosóficos contemporáneos fuera de la órbita del pensamiento marxista, continúa GM. En la filosofía del siglo XX es evidente la tendencia antisubjetivista que sustituye al sujeto individual por la intersubjetividad, entendida como comercio y relaciones entre individuos finitos e históricos que de una u otra forma objetivada sobrepasa, apoya y arrastra a los individuos, como punto de partida de la reflexión filosófica. En este sentido, todas estas teorías pueden ser concebidas como teorías de la objetivación y, desde este punto de vista abstracto, muestran cierta afinidad con la filosofía marxiana. Pero estas teorías rechazan, de manera no ambigua, el paradigma de la producción y ofrecen otros modelos de entendimiento, dos de los cuales (como polos antitéticos) son los más significativos: el paradigma de la solución de problemas a través de cuyo prisma todos los fenómenos sociales aparecen como casos de conocimiento objetivo (Dewey, Popper), y el paradigma del lenguaje (Wittgenstein, Levy-Strauss, Gadamer). Además de plantearle diversas objeciones y preguntas a la idea marxiana de hacer historia, su mera existencia ayuda a formarse una visión más clara del materialismo histórico. Finalmente, y no sin influencias de las teorías anteriores, han surgido dudas críticas respecto al paradigma marxiano de la producción en el pensamiento marxista (en sentido amplio) contemporáneo, de manera más consistente de parte de Habermas. Esta crítica ubica las dificultades inherentes del materialismo marxiano en un concepto restringido de la autoconstitución de la especie humana a través del trabajo, reduciendo las interacciones simbólicas y normativamente mediadas a la actividad instrumental únicamente. Se argumenta que esta reducción distorsiona las pretensiones y propósitos radicales básicos de la teoría misma, pues identifica la autorreflexión crítica con la explicación y predicciones científico-naturales de una manera positivista. La reconsideración de la solución marxiana del problema de la constitución a través del paradigma de la producción –especialmente desde el punto de vista de su capacidad para articular la relación entre facticidad y normatividad en general, entre reglas técnicas y normas sociales en particular– parece, por tanto, una tarea de interés actual. El problema que enfrentamos se refiere, sobre todo, sostiene GM, a la pregunta: ¿qué es paradigmático en el concepto marxiano de la producción para el entendimiento de la totalidad de la vida social, de la gama completa de los fenómenos sociales?

Por tanto, en lo que sigue (Capítulo 2 de la parte 2 de Language & Production), dice GM, que tomará como punto de partida la idea marxiana que el proceso de la producción capitalista es la unidad inmediata del proceso de trabajo y el proceso de realización y, de manera más general, que cada forma de producción histórica debe ser vista como la unidad de procesos tecnológicos definidos entre el hombre y la naturaleza y de la reproducción de un sistema histórico específico de relaciones de producción entre los hombres. “Tomaré este carácter dual de la producción como constitutivo de la esencia de este paradigma marxiano y examinaré, desde esta perspectiva el problema del consumo en el significado del uso humano de objetos hechos por el hombre, como un ‘momento intrínseco de la actividad productiva’ (no es necesario decir que tal definición del consumo incluye a la producción propiamente dicha como consumo productivo, sólo que lo aborda desde un punto de vista específico). A través de dicho análisis espero enfocar mejor algunas características adicionales del materialismo marxiano, tanto por lo que se refiere a su real relevancia teórica y práctica, como a sus dificultades internas. Entender el consumo como momento de la producción significa concebirlo como la reproducción continua del individuo productivo. Aplicar al consumo la caracterización dual de la producción de Marx significa analizar los productos materiales del trabajo humano en su función de objetos de consumo como objetivaciones de las fuerzas esenciales humanas (necesidades y capacidades) y como materializaciones de las relaciones humanas. Son estas dos nociones de objetivación y materialización las que deben, sobre todo, ser elucidadas. La de objetivación articula una diferencia esencial entre los objetos de la naturaleza y los hechos por el hombre por lo que se refiere a las relaciones humanas prácticas con ellos y a través de esto implica un nuevo tipo de relación entre el hombre y su mundo como medio ambiente”.

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