Ciudad de México. El incremento en el costo de la vida y la incertidumbre financiera a largo plazo están provocando que menos adultos jóvenes quieran tener hijos, reportó la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En 60 años las tasas de fecundidad se han reducido a la mitad en los países que la integran, “lo que plantea el riesgo de un descenso de la población y graves desafíos económicos y sociales para las generaciones futuras”, advirtió.
De acuerdo con la OCDE, en los países que la integran el promedio de hijos que nacerían por mujer en edad fértil –conocida como tasa de fecundidad– se redujo de 3.3 hijos por mujer en 1960 a 1.5 en 2022, por debajo del llamado “nivel de remplazo”, un parámetro, calculado en 2.1 hijos por mujer, que se considera “necesario” para mantener la población constante en ausencia de migración.
En México la tasa de fecundidad pasó de 6.8 niños en 1960, hasta 1.8 en 2021, cruzó el “nivel de remplazo” entre 2014 y 2015, de acuerdo con los datos recuperados en el informe Panorama de la sociedad.
“El costo económico y la incertidumbre financiera a largo plazo de tener hijos siguen influyendo significativamente en la decisión de las personas de convertirse en padres”, comentó Stefano Scarpetta, director de Empleo, Trabajo y Asuntos Sociales de la OCDE.
Como ejemplo, la vivienda. Su encarecimiento desde mediados de la década de 2010, según la organización, está teniendo un efecto negativo en la fecundidad. “Ha complicado la formación de relaciones y familias a largo plazo, con un número cada vez mayor de jóvenes de entre 20 y 30 años que viven con sus padres por razones financieras”, expuso la OCDE.
México se encuentra a la mitad de la tabla, con 46 por ciento de adultos jóvenes viviendo con sus padres; mientras en Corea del Sur e Italia –reconocidas como economías de ingreso alto– llegan a ocho de cada 10 y las tasas de fecundidad, respectivamente, se encuentran en 0.7 y 1.2 niños por mujer.
Pero no sólo son los factores económicos que están restando la intención de maternar. “Las decisiones personales de tener hijos están influidas por una serie de factores, incluidas las presiones económicas y sociales de los padres, así como el cambio de actitudes sociales, como la desestigmatización de no tener hijos (…) los jóvenes encuentran cada vez más sentido a la vida fuera de la paternidad”, comenta la OCDE.
A la par, “una sucesión de crisis mundiales (por ejemplo, el covid-19, las preocupaciones por los problemas climáticos, la crisis del costo de la vida) ha aumentado las inseguridades (económicas) entre los jóvenes, lo que complica su transición a la paternidad”.
La baja en la tasa de fecundidad tiene un efecto económico de largo plazo. De acuerdo con la OCDE, se espera que en 40 años el número de personas con más de 65 años duplique a las que se encuentran en edad de trabajar, al pasar de 30 por ciento en 2020 a 59 por ciento en 2060 en toda la zona de la OCDE.
“La consiguiente reducción de la población activa podría dar lugar a sociedades envejecidas que ejerzan importantes presiones sociales y económicas sobre los gobiernos, en particular para aumentar los gastos en pensiones y servicios de salud”, explica.
La organización enfatiza que si los países quieren revertir esta caída en la población, necesitan de políticas de bienestar. “Esto incluye vivienda asequible, políticas que ayuden a conciliar la vida laboral y familiar, y coherencia con otras políticas públicas que promuevan el acceso a empleos de calidad y la progresión profesional de las mujeres”.