Ciudad de México. A las 10 de la noche, autoridades del Auditorio Nacional ya no permitieron el encore. El mismísimo Rey de la cumbia sonidera, Alberto Pedraza, preguntaba: ¿se puede otra?
El respetable la pedía a gritos. La respuesta fueron las luces encendidas.
Pero el tíbiri, como se le decía en los años 70, estaba consumado: ya habían pasado tres horas de cumbias, es decir, de un concierto que se volvió tocada de barrio sonidera.
Por primera vez, la noche del domingo el Auditorio Nacional fue tomado por la cumbia chilanga, sanjuanera, esa del barrio, que por cierto, respaldó a Alberto Pedraza y su grupo Ritmo y Sabor en una fiesta inolvidable para celebrar cinco décadas de trayectoria del autor de canciones que son patrimonio inmaterial de esta urbe y que han sido reproducidas miles de veces por todos los sonideros de la capital del país.
De hecho, a los largo de los años, ellos han sido los canales de difusión de este género, el cual don Alberto, con sus hermanos en el Super Grupo Colombia, en su etapa solista y ahora con su grupo Ritmo y Sabor, hizo parte de la banda sonora de la calle, del transporte público y de los corazones de todo amante de las tocadas callejeras.
El monarca, su corte musical –su agrupación– y un conjunto lindo de invitados especiales, así como sus hordas de súbditos de varias generaciones celebraron cinco décadas a este hombre, que, como los sonideros de la Ciudad de México, debería ser patrimonio de los chilangos.
Alberto es un reconocido músico que, junto a sus hermanos, los Pedraza Islas, trajeron la cumbia colombiana a México para que anidara en el meritito pueblo de San Juan de Aragón, en la alcaldía Gustavo A Madero, con un esencia muy popular y guarachera.
Anoche se escuchó por último la Guaracha sabrosona –que el maestro dedicó a Celia Cruz, y que ya es parte de la cultura popular mexicana–, pero Pedraza y Ritmo y Sabor no querían bajarse del escenario y el público no quería irse, incitado por los constantes manifiéstense
del músico. Las luces se prendieron y sólo hubo la promesa de regresar a ese foro el año que viene.
Sin embargo, a los seguidores nadie les iba a quitar lo bailado, literalmente, pues anoche la gran mayoría lució sus mejores movimientos en los pasillos o donde pudieran, con la dosis sabrosa que ofreció un artista entregado a su gente.
Según un video proyectado durante el concierto, Alberto Pedraza cogió sus instrumentos, invitó a sus músicos y todos subieron a un microbús que supuestamente los llevaría al Auditorio Nacional.
No se sabe si tomaron ese transporte en la avenida Río Viejo o en Cuauhtémoc esquina con Hidalgo, en el Pueblo de San Juan de Aragón, famoso por su rumbón. Pero estos entregados ejecutantes, entre los que estuvieron al frente los hijos de el rey, Grissy y Alberto –tremendos acordeonistas–, llegaron para ofrecer un fiestón, en el que hubo hasta pastel y mañanitas porque acababa de pasar el cumpleaños del mentor del ritmo.
Invitados estelares
Para interpretar algunas de sus populares rolas, Alberto contó con invitados especiales que han sido parte de sus recientes colaboraciones, como Big Javy, de Inspector; Eme Malafe; Yeison Landero, hijo del gran Andrés Landero, inventor de la cumbia sabanera; Dr Shenka, de Panteón Rococó; Los de Abajo, y María Barracuda.
Después de su ciclo con la agrupación familiar, Alberto comenzó un nuevo camino con Ritmo y Sabor. La idea era elaborar su propia música con una propuesta diferente y única, convirtiéndose en el creador y precursor de la cumbia sonidera, y así se siguió con el ágape, que comenzó con un cumbiatón, es decir, el beat del reguetón.
Luego de una introducción timbalera Pedraza dijo: “Es un sueño estar aquí… Felicidades a los papás. Pásenlo bien con la música de su servidor”. Sonaron El negro José, Corazón solitario (con la cantante Avy Trejo) y un popurrí.
También descargó La cumbia tamborera Y La cumbia gabacha, que fue interpretada con Dr Shenka. Los de Abajo, al estilo batucada, entraron al escenario con Cumbia popular.
Las canciones del oriundo de San Juan de Aragón han sido interpretadas miles de veces en los ‘tíbiris’. Foto Cuartoscuro
Apareció el hijo de Landero para interpretar, con acordeón al pecho, Cumbia yambao, otro clásico del maestro Pedraza.
A Andrés Landero lo conocí en el salón Riviera. Hoy está el heredero
, dijo, y fue inevitable salir del asiento, ya que Yaison ejecutó también un paseo vallenatero con Mara, clásico de su papá.
En un efecto inverso, El rey de la cumbia sonidera se brindó ante sus súbditos. Vino otro medley, ahora con rolas de la Sonora Matancera, otra efigie que no deja de escucharse en los bailes sonideros. No podía faltar La cumbia del cuervo, inspirada en aquella caricatura de un ave de éstas, un cavernícola y un león. Luego entró el rapero Neto Peña, soltando el flow con ese clásico de la cumbia chilanga. También sonaron La cumbia callejera y La cumbia sampuesana, con el acordeón a toda potencia.
Saltó otro invitado, el regiomontano Campa Valdez, quien subió con acordeón propio y acompañado por un diyéi para interpretar Hoy vi a la negra. Apareció luego otro rapero, Eme Malafe, promotor también de la música de barrio, con quien cantó Cumbia candela.
Llegó una serie más, tal peñonero de cumbias colombianas
, como dijo Alberto Pedraza hijo, en alusión a otro sitio pilar de los sonideros en la capital del país, el Peñón de los Baños, cerquita de Aragón. Se pudo escuchar una pieza fundamental en el género, La pava congona, de Andrés Landero. El espectáculo lució la estética saturada con luces tecnicolor, trajes plenos de brillantina, bailarinas y bailarines espectaculares con lentejuelas, videos y muchos ruido de frenesí guarachero.
Alberto Pedraza recordó otro tema que hice en 1980... Todo mundo saque su celular con lamparita
. Y se escuchó La cumbia de las estrellas. Son todos estrellas
, dijo, y se arrodilló ante su público y sus ojos se humedecieron de la emoción. Cantó con él Big Javy y todos prendieron sus linternas, de forma similar a las estrellas.
Un diyéi en el escenario
Volcados en el escenario y el público en el baile, sacaron otro tema nuevo: Mi corazón llora, antes de presentar, con María Barracuda, Amor sincero.
El rey parecía niño con pastel y juguetes nuevos. Bailaba, gritaba y convocaba. Hasta se colocó el bajo, que hace rato no toco
. Y fue el turno para el locochón tecnocumbiero Raymix, con quien interpretó Corazón enamorado, rola que a Ray ha inspirado para sus creaciones.
Otro momento emotivo fue cuando hizo sonar La cumbia de Grissy, de 1980, que escribió para su hija, quien precisamente estuvo a su lado, estoica pero con el ritmo muy pegado. El padre, en su día, abrazó con todo a su retoña. No podía faltar La guaracha sabrosona, que resultó el colofón a fortiori.
Despreciada en su llegada a México en la década de los 70 y confinada a los barrios bajos y los sonideros, la cumbia colombiana sonidera encontró acogida, entre otros, en el pueblo de San Juan de Aragón, de donde han salido un sinfín de grupos que son obligatorios en los repertorios de tocadas y en la banda sonora de nuestras calles.
Así, con el Súper Grupo Colombia, que armaron Alberto y sus hermanos Aarón, Ángel, Aurelio y Cecilio, han formando parte de la banda sonora de San Juan de Aragón y alrededores, y aunque tocan en vivo, su música también es muy popular en las fiestas sonideras.
En los años 50, el padre de Alberto Pedraza era el director de una banda de viento que interpretaba marchas militares, y era tan bueno que fue invitado, junto con su agrupación, por el propio director de cine Ismael Rodríguez para participar en el rodaje de La oveja negra de 1949 (cinta estelarizada por Pedro Infante y Fernando Soler).
Alberto comenzó desde muy joven, primero con La Tropicana Aragón, en la cual duró un año; luego, en 1976, formó el Súper Grupo Colombia, que tuvo años de mucha actividad, incluso una gira en Estados Unidos.
En 2001, en solitario, Alberto da vida al grupo Ritmo y Sabor, del que sus hijas Grissy y Danilú Pedraza son parte, así como Luis de Luna, Alberto Pedraza hijo y otros miembros. La idea era darle vida a su propia música convirtiéndose en poco tiempo en el creador y precursor de la cumbia sonidera, que como la noche del domingo, ha puesto a bailar a todos.