En 2012, tras el triunfo de Enrique Peña Nieto, un medio internacional juzgó que Andrés Manuel López Obrador era un lastre
para la izquierda mexicana. El Partido de la Revolución Democrática (PRD) encargó a cuatro jefes de sus tribus un balance de los comicios y la conclusión fue en sentido contrario: el hoy Presidente no era un lastre, sino la nueva locomotora que lleva a sus militantes al Congreso.
En aquel documento se elogió la exitosa estrategia
de campaña del tabasqueño, que se expresó en una diferencia significativa entre los sufragios obtenidos por el aspirante presidencial y los conseguidos por los candidatos a diputados y senadores: unos 9 millones 200 mil votos, frente a los 15 millones 800 mil.
En septiembre de ese año, López Obrador encabezó un mitin en el Zócalo y ahí selló su despedida: tengo en el PRD muchos amigos que en todo momento me dieron su confianza y respaldo y, en correspondencia, considero que les di lo mejor de mí y los representé con entrega y dignidad. Estamos a mano y en paz
.
La primera candidatura presidencial de López Obrador devino, tras el fraude, en el plantón de Reforma y en nuevas discusiones sobre el rumbo del partido.
La crítica del caudillo
El discurso principal por el 25 aniversario del partido, en 2014, corrió a cargo de Cuauhtémoc Cárdenas, el indiscutible caudillo y fundador.
En las primeras filas, en las que se encontraban los principales dirigentes, no hubo aplausos para el ingeniero.
Cárdenas evocó algunos de los puntos esenciales de la proclama de 1988, un retrato de lo soñado entonces: “un partido en el que circulen las ideas y receptivo a la crítica, una organización en la que no existan estructuras y aparatos más allá de los previstos estatutariamente… Que se maneje internamente con una democracia transparente…”.
Soltó la pregunta que él mismo respondería: ¿qué tan cerca o qué tan lejos estamos de nuestro propósito original?
Para responder, asumió su parte y habló también de la hostilidad
del Estado y los poderes fácticos. Concluyó con crudeza: yo respondería que nos encontramos más lejos que cerca de lo que nos propusimos y nos comprometimos a construir hace 25 años
.
Cárdenas era aún el líder moral, la figura que echar por delante a la hora de convocatorias que demandaran el peso de la historia, pero muy pocos en el Teatro de la Ciudad hubiesen votado por su regreso a la dirección (como demandaron ese día, con cartulinas, algunos militantes).
Tiempo después, Carlos Navarrete, de la corriente Nueva Izquierda (más conocida como los Chuchos), fue ungido presidente del partido, cargo que abandonó en medio del crimen de Ayotzinapa.
En su 25 aniversario, el PRD tenía rato con nuevos dueños. La izquierda democrática
, la izquierda moderna
, se hacían llamar, para distinguirse del nuevo partido, Morena, que las renuncias a sus filas alimentaban.
Las palabras de Cárdenas sellaron la conmemoración: al país de nada le sirve una izquierda dócil y dizque a la moda. Le sirve una izquierda fiel a sus principios, respetuosa de quienes piensan distinto, con ética, y capaz de dar ejemplo en su vida interna de lo que quiere para el país
.
En esos días, se bromeaba con Jesús Ortega, entonces jefe mayor de su corriente:
–Tendrán que cambiar de lema a Democracia ya, electores para todos
.
–No. Ahí está el caso de Izquierda Unida, en España, y su votación marginal. Por ahí irá Morena –decía, muy seguro.
Este 2024 ya se sabe dónde estuvo la votación marginal
.
El partido de los sargentos
El desgrane se había acelerado en 2011. Sin embargo, el sol azteca conservaba aún la jefatura de Gobierno y varias alcaldías en la Ciudad de México. El 8 de abril de 2017, el PRD convocó a un acto de unidad
en el Zócalo, con la finalidad principal de medir fuerzas, pues Morena había programado un acto importante al día siguiente.
Estuvieron ahí, a la cabeza, los jefes de los territorios y Alejandra Barrales, última carta del PRD en su intento de conservar la ciudad capital. No asistieron siquiera los mencionados como posibles aspirantes a la Presidencia: Miguel Ángel Mancera, Graco Ramírez y Silvano Aureoles. A la elección de 2018 el PRD concurriría como vagón de cola del PAN con la candidatura de Ricardo Anaya.
La lista de figuras y oradores dejó claro que el partido había dicho adiós a sus épocas de caudillos y coroneles. Había llegado la hora de los sargentos.
Del PRD que fue confluencia de distintas vertientes (del nacionalismo revolucionario al maoísmo) quedaba ya muy poco. En los años anteriores, los líderes se reunían, la víspera de los mítines, alrededor de figuras como Cárdenas o Muñoz Ledo. Pero esa mañana de abril de 2017, el desfile fue en la mesa de Héctor Serrano, el poderoso secretario de Gobierno de Mancera. El poder del dinero suplía a la realidad.
Julio César Moreno, jefe en Venustiano Carranza y cuadro de primer nivel de los Chuchos, resumió la misión de la mayoría de los oradores: la soberbia de ese malagradecido (AMLO) lo va a llevar a la derrota otra vez en 2018
.
Mauricio Toledo, jefe del territorio coyoacanense, retó: nos han expedido actas de defunción a granel y se han quedado con las ganas. Seremos el factor que definirá la elección de 2018
.
Acusado de corrupción y de enriquecimiento ilícito, Toledo se convirtió en prófugo de la justicia en julio de 2023, cuando tomó un avión a Chile.
El vagón de cola
¡Ya llegó, ya está aquí, el que va a chingar al PRI!
En 2018, los perredistas reciclaban sus consignas de 20 años atrás. Pero ahora se las dedicaban a su candidato presidencial, el panista Ricardo Anaya.
En el acto de registro de su candidatura en el INE, la primera fila lo dice todo: en el centro, el candidato. A su diestra, su esposa, seguida de Damián Zepeda. A la siniestra de Anaya, en estricto orden jerárquico, Miguel Ángel Mancera, Alejandra Barrales (encarnación de la izquierda caviar, según Mikel Arriola) y Manuel Granados, encargado de despacho en el PRD.
Anaya dedicó sus dardos a atacar al puntero en las encuestas, el ex perredista López Obrador: debatamos, si tiene pantalones
. La ovación fue acompañada de agitadas banderas amarillas.
Los colores del sol azteca no podían aparecer más deslavados. Con Mancera, lo que queda del este partido se entrega a Anaya con su inventario y sus consignas. La expresión viva fueron las militantes de base del PRD que portaban orgullosas sus playeras amarillas mientras agitaban a todo lo que da los banderines del PAN.
El 19 de mayo pasado, las banderas amarillas del PRD vistieron el Zócalo, al lado de las azules del PAN y las rojas del PRI. Miles de personas vistieron también las playeras de campaña, cortesía de los candidatos de las alcaldías que en 2021 lograron ganar los perredistas en alianza tripartidista.
Pasada la elección, Jesús Zambrano, último presidente del PRD, sostuvo que era falso
que el INE les hubiese notificado la pérdida del registro. En un video, declaró que faltaba aún la presentación de diversos recursos ante la autoridad electoral: vamos a mantenernos en la ruta en la que la gente nos quiere, como PRD, como un partido socialdemócrata
. El mensaje quedó en las redes sociales mientras se conocía que habían comenzado la liquidación de los empleados y la mudanza.