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Nosotros ya no somos los mismos

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La candidata opositora, en el mitin del Zócalo de la marea rosa la mañana en que todo era optimismo hasta antes del último debate presidencial. Foto Luis Castillo
17 de junio de 2024 08:11

Debo confesar que a una buena parte de los que ya no somos los mismos no les pareció la idea que expuse la semana anterior sobre mi propósito de regresar al eterno affaire que ha significado la candidata X. Sus objeciones no eran para nada desdeñables: la extemporaneidad de la información, la intrascendencia de sus hechos y dichos, la conocencia generalizada en la opinión pública de todos sus exabruptos en los últimos 50 años y la vigencia de que, sin merecerlo, se le otorgaría al regresarla a las líneas ágata, cuando ya muchos de los más jóvenes electores la confunden con la señora Marta Sahagún. Yo solamente tengo un argumento que, aunque resulta pretencioso, es la única justificación posible para mi necedad. Pienso en todo lo comentado en los medios y en las pomposas mesas redondas de los intelectuales organilleros (perdón, perdón, perdón por el despropósito, don Antonio Gramsci). Los organilleros son personas que deambulan por nuestra ciudad cargando unos enormes baúles musicales, con una manivela hueca de bronce, que sirve para dar las notas de cada melodía (entre 8 y 10) de cada aparato. Los carretes musicales se los proporcionan los dueños del instrumento de comunicación y ellos sólo tienen que dar vuelta a la manivela para divulgar urbi et orbi los mensajes que les ordenen los propietarios de este antiguo instrumento de comunicación llegado de Alemania hace muchísimos años. Pero como siempre, perdimos el camino real y nos fuimos por atajos. Regresemos a la idea original: evidenciar que los múltiples incidentes que X provocó durante su campaña no pueden ser considerados (por desafortunados que todos hayan sido), como actos aislados, sino que por la similitud de síntomas presentados deben ser estudiados, sopesados, diagnosticados en conjunto. Si logramos integrarlos, correlacionarlos nos permitirá configurar el perfil completo de una personalidad con la que ya, conscientemente, podremos decidir si aprobamos o rechazamos, su cercanía y trato.

Sé de más de una persona que, cuando se dio a conocer la agria discusión de la candidata X con su señora madre, pensó que la versión difundida en las redes sociales se trataba de una sucia artimaña política de los adversarios. ¿Quién puede imaginar a una exitosa universitaria mexicana contestarle a su madre, quien le ruega que no se vaya al extranjero, pues si la abandona, ella se muere, respondiendo: ¡Pues muérete, mamá!?

En el primer momento yo sucumbí a la entereza de la estudiante, reconociendo, además, que la señora madre tampoco se midió: de golpe esgrimió el irracional mandoble de los padres posesivos y castrantes: hacer sentir culpables a los hijos por intentar vivir su vida de la forma en que lo hayan decidido. Rechazo la forma despiadada y cruel de la contestación de X a su madre, y luego la divulgación pública del desacuerdo, dándola a conocer como prenda de orgullo, pero siendo en verdad un producto propagandístico. Ella calculó erradamente, como generalmente le sucede a X con todo lo que intenta: no lo piensa, tan sólo desea y lo imagina. A este diferendo, tan torpe como desafortunado, deben cargar los geniales analistas orgánicos de la elección, una buena porción de la desfavorable votación obtenida por X. Pero insisto, volver sobre estos sucesos no es una obsesión, sino una necesaria clarificación de lo recientemente acontecido, porque si no corremos el peligro de torpemente repetirlo. ¿Ya leyeron que, además de inconformarse ante las autoridades electorales por la calificación de la votación, ahora la candidata X planea recorrer el país para –como dijera un viejo general revolucionario– simplemente regar polvorita? Ya los partidos cómplices de su tragedia se han deslindado ¿Hará lo mismo el fracasado manipulador de las marionetas o retando al tiempo intentará un reprise?

Para cumplir el compromiso de la paridad de género, hablemos el próximo lunes del padre, el cónyuge, el hijo y los líderes de los partidos que le otorgaron su nominación.



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