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El PRD: un partido en extinción

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Imagen del 21 de octubre de 1989 con Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador, Ifigenia Martínez, Ignacio Castillo Mena y Heberto Castillo. Foto Francisco Mata
16 de junio de 2024 08:16

Ciudad de México. Se le llamó el partido que nació el 6 de julio, en referencia a la elección en que Cuauhtémoc Cárdenas encabezó una amplia confluencia que iba de escindidos del PRI a todos los ismos de las izquierdas. El propio Cárdenas escribió el discurso central el 5 de mayo de 1989:

Queremos que nuestra organización sea un instrumento de la sociedad, no sólo de sus miembros o dirigentes, y para ello tendrá que dar en sus normas democráticas, en su vida interna, en la transparencia de sus recursos, en la autonomía de sus componentes regionales, en la libertad de sus tendencias y corrientes en su seno, en la unidad y en el respeto de las decisiones colectivas y, sobre todo, en la conducta personal de cada uno de sus miembros, la imagen tangible de aquello que propone para el país y para la sociedad.

Los rojos pusieron el vehículo: el registro del Partido Comunista Mexicano. Siguieron los años de acoso salinista, los cientos de muertos por la violencia político- electoral, la primera prueba comicial con saldos modestos en medio del esplendor del salinato.

En su primera cita con las urnas, en 1991, el PRD obtuvo 7 por ciento de los votos. Las traiciones y deserciones se multiplicaron, en tanto se configuraban las corrientes que habrían de ser rostro y maldición de la izquierda electoral. Un líder estatal, propuesto por Cuauhtémoc Cárdenas, obtuvo el primer lugar en la votación de la primera lista de consejeros nacionales: era Andrés Manuel López Obrador.

En 2018, el PRD aportó un millón 600 mil sufragios al panista Ricardo Anaya, y apenas conservó el registro. Seis años después apenas alcanzó 1.8 por ciento, con medio millón menos; en consecuencia, el INE notificó a sus dirigentes el inicio del proceso de liquidación del que fuera el mayor partido de la izquierda mexicana.

Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador, el 5 de mayo de 2000. Foto J. Núñez

Episodios claves

La segunda vuelta y el choque. Pese a las diferencias entre ambos, en octubre de 1993, Porfirio Muñoz Ledo, entonces presidente del partido, avaló la segunda candidatura presidencial de Cárdenas: es el mejor de nosotros.

Tras el triunfo de Ernesto Zedillo, el PRD fue a un congreso nacional (marzo de 1995, Oaxtepec, Morelos), en el cual Muñoz Ledo calificó de fascista la propuesta cardenista de un gobierno de salvación nacional, y reclamó su hora en el liderazgo perredista: Las criaturas bicéfalas pertenecen a la mitología.

La confrontación entre las dos figuras sería el paisaje cotidiano en los años que siguieron. En 1997, Muñoz Ledo disputó a Cárdenas la candidatura en el Distrito Federal y tres años después se sumó al voto útil que llevó a Vicente Fox a la Presidencia.

Se avecinaba una nueva elección presidencial. Cárdenas preparaba su tercera candidatura. En marzo de 1998, en un salón del World Trade Center, improvisó una frase: Si nosotros fuésemos a constituirnos en el vehículo para que al poder llegara el oportunismo y un pragmatismo sin límites, es preferible que el PRD no gane la elección en el año 2000.

¡Repudio total al fraude electoral! La consigna, que fue sello de la casa, envejeció muy mal. En 1999, López Obrador dejó la presidencia nacional del PRD con una última decisión: anular la elección interna en la que los dos bloques –encabezados por Amalia García y Jesús Ortega– se hicieron fraude. Meses más tarde, un acuerdo entre corrientes y una encuesta allanó el camino para que García (hoy en MC) asumiera la presidencia del PRD. Desde entonces, el fraude interno sería la divisa del partido nacido contra el fraude electoral.

Compañera de viaje sin proyecto propio. Candidato por tercera vez en 2000, Cárdenas acepta que falló en el debate y errores en su estrategia de campaña. La derrota nacional se compensa con la victoria –cerrada– en el Distrito Federal, donde López Obrador se convierte en jefe de Gobierno, cargo desde el cual, desafuero de por medio, construye su candidatura presidencial. Por esos días, la académica y ex dirigente Rosa Albina Garavito reflexiona: La izquierda (ajena al PRI) ha sido sólo compañera de viaje del cardenismo, que en la última etapa del ciclo abierto por la Revolución Mexicana se proyectó como el maderismo radical para la consecución de la demanda no cumplida de respeto al voto. Compañera de viaje sin proyecto propio.

Funeral del candidato perredista Margarito Genchi, asesinado el 11 de junio de 2012 en Guerrero. Foto P. Pardo

Cárdenas sale al grito de ¡Obrador, Obrador! En el escenario turbulento creado por los llamados videoescándalos, Cárdenas se lanzó contra Leonel Godoy, entonces dirigente del partido, en el octavo congreso perredista (marzo de 2004). El fundador renunció a sus cargos partidistas luego de que fue rechazada su propuesta de renovar completamente la dirección del PRD. Cárdenas salió entre silbidos de protesta y una consigna surgida de las cuentas pendientes y del reino de las encuestas: ¡Obrador, Obrador!, gritaron muchos congresistas.

Los coroneles se rebelaron porque tenían una nueva locomotora que los llevaría a los patios del Congreso.

La gestión de crisis incluyó expulsiones y reglas para que las corrientes se disolvieran. Los jefes de las tribus perredistas no sólo incumplieron esa promesa, sino que se convirtieron en el partido verdadero.

En la izquierda antes que tú. En noviembre de 2006, varios dirigentes nacionales plantearon sus posturas en entrevistas con este diario. Guadalupe Acosta Naranjo, entonces secretario general, habló del riesgo de que el PRD volviera a la marginalidad. Contó que un día, al calor de las discusiones en las tiendas de campaña del Zócalo, le soltó a López Obrador: yo no soy lopezobradorista; no soy tu seguidor, estoy en la izquierda antes que tú, y si hicieras una fregadera, que te vaya bien. Yo estoy por principios.

Pese a las diferencias, se imponía el pragmatismo con lentes electorales: (López Obrador) tiene una enorme virtud: nos tiene donde estamos. Es decir, luz y sombra; no ganamos por sus errores, pero sin él no estaríamos en la disputa.

Ahora en el camino hacia una nueva fuerza política, Acosta Naranjo salía al paso de quienes acusaban a su corriente, Nueva Izquierda, de traición: “si alguien ha apoyado a Andrés somos nosotros. Jesús Ortega encabezando tomas, yo en el campamento los 49 días, sosteniendo el movimiento en todos lados, para que dejen de estar sospechando: ‘a ver a qué horas se venden y a ver a qué horas transan’; es muy lastimoso. Aunque no lo hemos hecho por eso, sino por convencimiento.”

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