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En prisión, el boxeo da una razón para vivir, coinciden peleadores

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Ulises Hernández (izquierda) regresa como entrenador; Abel Cruz (derecha) debutará como peleador profesional. Foto Juan Manuel Vázquez
11 de junio de 2024 09:43

Ciudad de México. La idea de volver al penal de Santa Martha Acatitla, en el oriente de la Ciudad de México, le produce escalofríos a Ulises Cejudo Hernández. Hace apenas unos meses salió de ahí tras vivir los últimos 17 años privado de la libertad; entró cuando tenía 25 y fue liberado a los 42, convertido en un hombre muy distinto al que ingresó.

Al salir a principios de este año recibió un golpe de una realidad para él desconocida, como si hubiera sido parido a una nueva vida, pero en lugar de llanto, lo que inundó el ambiente fue el estruendo de los automóviles, como si se hubieran multiplicado en casi dos décadas que pasó detrás de las puertas de la cárcel. Muchas personas que son liberadas tras una larga temporada en reclusión aseguran que abandonar la prisión es como entrar a un mundo desconocido.

Este sábado 15 de junio Cejudo regresará, pero será distinto; ahora entrará a prisión vestido de entrenador de boxeo en una función que se realizará entre reclusos y peleadores externos. Será la primera vez que púgiles internos se enfrenten con otros que practican el oficio en libertad. Sólo de pensar que volverá a cruzar los retenes previos a los patios de esa cárcel, le brota una sonrisa nerviosa y se rasca la nuca con impaciencia. Fueron 17 años alejado de la vida exterior, condenado a una rutina asfixiante tras los muros de esa imponente construcción en Iztapalapa. Si algo le dio oxígeno para soportar esa realidad fue el boxeo.

No te creas, sí se siente algo que no puedo explicar, sólo de pensar que voy a regresar donde pasé tantos años, admite el ahora entrenador de boxeo; algo se queda en el cuerpo o en la memoria, pero sí da como nervios. También pienso que puede ser algo emocionante y bonito, porque regreso ahora como entrenador y para apoyar a otras personas que siguen privadas de su libertad.

Ulises Cejudo no encuentra cómo relatar los primeros sentimientos de desesperación que asaltan a una persona cuando llega a prisión. Dice que es un tránsito oscilante de la culpa a la rabia y de la depresión a la desesperación. Ahí adentro todos los días son el mismo día.

Por eso el boxeo es como una revelación. De verdad que es como comparar la noche con el día; de pronto te ves metido en una disciplina que te ayuda a sobrellevarla, de trabajo físico y mental, de actividades que haces con otros que ahora ya no sólo son internos, sino tus compañeros, cuenta Ulises Hernández, quien recibió su licencia como entrenador en 2018 mientras cumplía su condena.

La transformación

El boxeo se convirtió en su actividad diaria casi de tiempo completo. Se entrenaba y enseñaba a otros durante largas horas de trabajo deportivo, la mitad del día se le iba en ese proyecto adentro del penal. Dice que quien se integra a esta disciplina se ve transformado en poco tiempo, hay una salida incomparable para esa olla exprés de emociones que amenaza con estallar en lo más profundo de los reclusos.

Cuando entré al Reclusorio Oriente en 2007, mientras estaba en mi proceso, me invitaron a practicar boxeo; me cambió completamente mi estancia porque la incertidumbre de los juzgados, la sentencia y la familia lejos, hace que todos estemos alterados y estresados. Sí es muy duro estar ahí, pero me dio un propósito y algo que me motivaba a levantarme todos los días; me capacité y hasta obtuve mi licencia como profesional y actualmente es mi oficio, relata Cejudo.

El boxeo también le ofreció una herramienta para que su salida no resultara tan violenta. O al menos que la sintiera menos abrupta. Al ser liberado ya estaba certificado como entrenador profesional y buscó empleo apoyado por la Comisión de Boxeo de la Ciudad de México.

No fue fácil volver al barrio de Santo Domingo en Coyoacán, su antiguo terruño. Ahora estaba completamente distinto, la gente era otra y lo miraba como a un extraño. Varios de sus contemporáneos habían muerto o también estaban presos. Incluso su vida personal era otra, pero mantuvo los vínculos con su hijo e hija adolescentes. Pero ahora era un profesional del pugilismo.

Salí a hacer lo que aprendí mientras estaba en el penal. Me dedico a enseñar a otros y la idea de estar otra vez en Santa Martha con los compañeros internos puede servir para darles una opción en la vida y que su estancia sea menos cruda, tal como fue para mí, plantea. Y aún así, siente nervios de pisar otra vez la cárcel, aunque esta ocasión sólo sea como visitante.

Abel Cruz Quiroz es otro de los boxeadores que regresarán al penal y que estuvo preso. Hace cinco años recibió su libertad, pero suele volver cada tanto para apoyar como sparring a otros internos. Por eso su retorno le resulta menos difícil, porque además este sábado cumplirá su sueño de debutar como boxeador profesional.

Estaba muy desorientado

Cada que vuelvo para entrenar con otros internos se emocionan de verme. Como que les da ilusión ver cómo uno regresa ya dedicado al boxeo. Me dicen: A huevo, carnal, lo lograste, cuenta este peleador de 32 años.

Estuve preso por malcriado. No hay otra explicación porque estaba muy desorientado. Por eso el boxeo me ofreció otro camino que no conocía. Porque adentro puedes andar igual de loco que afuera, y hay unos personajazos que qué te cuento. Pero si uno, porque esto no es de convencer a nadie, quiere levantar la cabeza en serio, lo consigue, pero es cosa de uno mismo, cuenta Abel.

Fueron ocho años encerrado, pero apenas pisó la cárcel descubrió el boxeo. Esa fue la diferencia de su estancia. Al entrar era un joven de 18 años, ingobernable, que incluso había tenido un ingreso antes de volver en 2011, cuando fue sentenciado y pasó una temporada larga en el penal. Al salir, también era un boxeador.

Lo más difícil cuando estás encerrado es sobrevivir, la cárcel es bien difícil, sólo quien ha estado preso sabe de lo que hablo. Sobrevivir no sólo a lo que te rodea, creo que más bien es a uno mismo, porque la batalla es contra uno. Y el boxeo te da una razón para vivir aunque estés encerrado. Hoy soy un boxeador, antes era un malcriado ingobernable, concluye.

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