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El problema más urgente

10 de junio de 2024 00:01

Elegida con el mayor número de votos de la historia, la futura presidenta de México enfrenta enormes problemas. Quiero destacar el más urgente de resolver, por encima de lograr que el Congreso de la Unión apruebe el tan manoseado plan C, que le hereda el actual mandatario y que ella prometió sacar adelante, pero luego de discutirlo ampliamente.

Se trata del agua. Este año su carencia se siente en toda su intensidad y afecta especialmente a decenas de millones de habitantes y al sector agropecuario. La futura mandataria no debe esperar a tomar posesión para poner en marcha coordinadamente con los actuales funcionarios, la estrategia para captar al máximo el agua de lluvia que nos traerán los huracanes y ciclones desde este mes, en vez de que se vaya al mar, sin utilizar y contaminada.

Como conocedora que es del problema, ella sabe que existen métodos para lograrlo en el sector rural y en las ciudades. Y, además, que es hora de variar el modelo de conservar, administrar, distribuir y reutilizar adecuadamente el vital elemento. Es obsoleto e injusto. También ella y la nueva jefa de Gobierno de la Ciudad de México saben los problemas que enfrenta la cuenca de México para dotar de líquido a los 30 millones de personas que la habitan. Es fundamental coordinar, ahora sí, esfuerzos con todas las entidades federales que hacen parte de dicha cuenca. Tanto para evitar que la mancha de asfalto se extienda más sobre áreas de recarga del acuífero y de las agropecuarias, como para administrar bien el recurso. Hoy, el Cutzamala está a casi una cuarta parte de su capacidad de almacenamiento por la sequía y la deforestación de sus cuencas alimentadoras.

Y peor: la explotación del manto freático, del que se extrae la mayor parte del agua para la ciudad y su área conurbada, llega a extremos muy peligrosos. Mientras, se pierde 30 por ciento del agua inyectada a la red de distribución, se subsidia el consumo casi 50 por ciento, lo que lleva al mal uso y derroche del líquido en millones de viviendas y negocios.

El problema del agua es mayor en los demás centros urbanos del país. Los más afectados: los pobres, a los que la actual administración y la futura tienen como prioridad. Con el agua, la que está por concluir no ha hecho lo necesario ni urgente, como muestra la realidad. Igual sucede en el sector agropecuario, el que más líquido recibe, pero donde predomina el mal uso y el control por poderosos empresarios y políticos.

El marco apropiado para llevar adelante una reforma sustancial sobre el vital elemento es la nueva Ley de Aguas que hace 12 años la Suprema Corte de Justicia de la Nación ordenó aprobar al Legislativo. Irresponsablemente no lo ha hecho. Bien podría lograrse en agosto, con la asesoría de especialistas que colaboran con la futura mandataria. Y con la mayoría que la respaldó en las urnas y los que no votaron por ella, es hora de hacer realidad el mandato constitucional que obliga al Estado dotar a la población de agua suficiente y de buena calidad.

Nota al margen del tema ambiental. El maestro Bernardo Barranco detalló en varios artículos publicados en La Jornada, la abierta injerencia de la jerarquía católica en el reciente proceso electoral. Cómo violaron la legislación vigente que prohíbe la participación de las asociaciones religiosas en política. Sin embargo, llamaron a no votar por los candidatos que defendían el aborto, los matrimonios entre personas del mismo sexo, la eutanasia. En resumen, los derechos humanos. Votar en cambio por quienes sostienen los principios cristianos. También los pastores de otras creencias hicieron lo mismo, aunque no tan abiertamente.

Según datos recientes, 77 por ciento de la población dice profesar la fe católica. A otros credos, 11 por ciento. El resto se declara ateo o sin religión alguna. Si vemos los resultados del último proceso electoral, los creyentes del país desoyeron a los pastores de sus almas. Ignoraron el alud de mensajes desde los púlpitos y en las redes sociales en los que aseguraban que la hoy elegida, judía, era anticatólica y cerraría la Basílica de Guadalupe. En resumen, la encarnación del mal. Ignoraron también las invocaciones a Dios y a la Virgen de Guadalupe de la candidata X. La tolerancia y el principio de laicidad de la nación, que tanto costó lograr, se impusieron al fanatismo, para bien de todos.

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