Habrá que ver cómo amanece el tipo de cambio, porque la banda de barones especuladores disfrazada de “mercado” no quita el dedo del renglón: lo que sus millones de pesos invertidos en la fallida candidatura de Xóchitl no lograron en las urnas ahora pretenden concretarlo por medio de golpes financieros desestabilizadores que tienen motivos políticos, no causas económicas, pues se niegan a perder sus privilegios obtenidos a la mala.
Son los mismos barones que públicamente se llenan la boca con la palabra “democracia” y pregonan que lo suyo es “respetar el voto ciudadano”… siempre y cuando el resultado les sea favorable, y el 2 de junio éste fue totalmente contrario a sus intereses, de tal suerte que esos “demócratas”, de forma por demás sucia, operan bajo el agua para revertirlo, en el entendido, el de ellos, de que hay de “democracias” a “democracias”.
El voto de cada uno de esos barones –si en realidad fueron a las urnas– resultó tener el mismo peso que el del más modesto de los mexicanos, pero como el resultado electoral no los benefició –de hecho les provocó lipotimia– utilizan su campaña de miedo y su poder político-económico para acomodar las cosas a su conveniencia, y de pasadita recuperar la cuantiosa inversión en la candidata fallida.
Un ejemplo de ello lo ofrece Juan Becerra Acosta, quien en su programa radiofónico reveló que poderosos “aportantes” a la campaña de la derecha se reunieron en el Club de Empresarios Bosques, en la Ciudad de México, y “conversaron conmigo; se mostraron molestos con Xóchitl Gálvez, porque ‘nos tomó el pelo’, entre otras cosas al presentar resultados de esa encuesta de México Elige (que la reconocía como “vencedora” en las elecciones) para sacarles cantidades inmensas de dinero. Un empresario incluso aseguró que la va a buscar para que se los regrese…”.
Así es: ellos no “contribuyen”, no “aportan” recursos a una campaña electoral, sino que invierten para el triunfo de un candidato o una candidata, como Xóchitl, e inmediatamente después pasan con creces la factura. En este caso, muy lejos se quedaron, pero exigen su dinero de regreso. Para ellos esa es la “democracia” en un país al que odian, pero que a sus costillas han amasado fortunas de ensueño. Tal vez el caso más descarado entre los barones, que no el único, fue el de Ricardo Salinas Pliego, quien financió, promovió y pretendió inflar la candidatura de Xóchitl y asociados.
Ahí está el caso de los 22 “democráticos” barones mexicanos enlistados por ‘Forbes’ (el 0.000015 por ciento de la población del país), con haberes conjuntos por 200 mil millones de dólares (más lo que atesoran en paraísos fiscales), monto representativo de 14 por ciento del producto interno bruto (sólo para uno de ellos, Carlos Slim, 7 por ciento del PIB). Casi todos amasaron sus voluminosas fortunas a costillas de los bienes de la nación; la mayoría son propietarios de bancos –o accionariamente están ligados a ellos–, casas de bolsa, financieras, etcétera, etcétera. Es decir, tienen los recursos, los medios y el poder para echar a caminar una campaña desestabilizadora, con el tipo de cambio como ariete. Entonces, ¿quiénes son los especuladores? Resulta obvio.
Y estos personajes, con sus abyectos operadores disfrazados de “políticos demócratas”, todavía se dan el lujo de cuestionar la “sobre representación” de un partido político en el Congreso. Si el voto ciudadano así lo decidió, debe respetarse el número de escaños y curules obtenidos, en este caso por Morena, porque el rotundo fracaso no fue de ese partido, sino de la oposición que a duras penas logró unas cuantas. Pero como la oligarquía es “demócrata” a conveniencia, hoy especula, presiona y arma campañas sucias, una de sus especialidades. Para no ir más lejos, recuérdese el accionar de la oligarquía en los “errores de diciembre”, la brutal especulación cambiaria y la debacle financiera.
Entonces, ya que se quejan amargamente por la “sobrerrepresentación”, ¿los barones y sus sicarios estarían dispuestos a combatir y acabar con la sobreconcentración de la riqueza y el ingreso, es decir, la de ellos mismos? Allá por 1990, en pleno armado de la privatización de la banca, Carlos Salinas de Gortari pretextó que esa decisión era necesaria para el país porque “hay que democratizar el capital”, y él y sus amigos se quedaron con el pastel completo. Desde entonces lo padecen millones de mexicanos.
Las rebanadas del pastel
Excelente pregunta que amerita rápida respuesta: ¿por qué el gobierno mexicano dejó ir a Carlos Ahumada? Eso sí, Rosario Robles respira más tranquila.
X: @cafevega