La verdad es que sobran temas. De las abyectas medidas anunciadas por una aberración llamada Javier Milei en Argentina a los avances de las investigaciones de la policía sobre el desequilibrado ultraderechista Jair Bolsonaro, que presidió Brasil entre 2019 y 2022, pasando por los serios problemas de comunicación de Luiz Inácio Lula da Silva en su tercer mandato presidencial o la tragedia vivida por el estado de Rio Grande do Sul con las inundaciones, todo merece atención, interés y preocupación.
Eso, para no mencionar lo que pasa en la Venezuela de Nicolás Maduro o las andanzas de grupos terroristas del narcotráfico en el Chile de Gabriel Boric.
Nada, sin embargo, merece más atención que la elección de Claudia Sheinbaum para presidir México.
Es verdad que una mujer presidiendo a un país latinoamericano está lejos de ser una novedad.
Basta con recordar a Michelle Bachelet en Chile, Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, Xiomara Castro en Honduras o Dilma Rousseff en Brasil.
Pero en un país tan radicalmente machista como México, tener a una mujer –y más: de izquierda, divorciada (está en su segundo matrimonio), física y que también se dedica al ballet– ocupando el sillón presidencial es algo totalmente insólito.
Activista estudiantil en los años 1980, gobernó la turbulenta Ciudad de México, o sea, tiene experiencia en gobernar situaciones caóticas.
Detalle importante: en segundo lugar quedó otra mujer, la senadora derechista Xóchitl Gálvez, que contó con el respaldo del otrora superpoderoso Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Hay pirámides aztecas de problemas a la espera de Claudia Sheinbaum. De la violencia del narcotráfico a la entrada ilegal de mexicanos en Estados Unidos, todo es muy preocupante.
Pero quizá ningún problema se haga más pesado que el machismo insuperable de sus paisanos. México es un país que conozco bien desde 1975.
Viví en el entonces Distrito Federal, que ahora se llama Ciudad de México. Eso fue entre 1976 y 1983.
Vivo en un país muy machista, Brasil, y desde hace más de medio siglo frecuento asiduamente otro, Argentina.
Tengo un departamento en Buenos Aires, que menciono siempre como una de mis segundas patrias.
Los dos, machistas.
Pero nunca había visto algo similar al machismo de los mexicanos. Seguramente el país más machista que conocí en la vida.
Pues tener ahora a una mujer en la Presidencia es algo especialmente significativo e importante. No solo para México, sino para todos nosotros, habitantes de esas comarcas que llamamos América Latina.
No conozco a la próxima presidenta Claudia, y siquiera sé si algunos de mis queridísimos amigos mexicanos –amigos y amigas– la conocen.
Pero quiero, es esencial para mí, dejarle un saludo, un abrazo muy brasileño. ¡Viva la Presidenta!