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El Proyecto Chapultepec, espacio de unión social

05 de junio de 2024 07:49

La iniciativa insignia en materia cultural de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, el Proyecto Chapultepec: Naturaleza y Cultura, que se realizó en coordinación con el Gobierno de la Ciudad de México, es un gran organismo, un lugar de encuentro y convivencia, un puente entre mundos que no se tocan: zonas residenciales y espacio público abierto, con oportunidades de derechos culturales y ambientales, explicó Alejandra Frausto, secretaria de Cultura federal, al exponer a La Jornada detalles de esa iniciativa.

GALERÍA: El Proyecto Chapultepec, espacio de unión social

Reiteró que las múltiples acciones en torno a Chapultepec, con una superficie de 800 hectáreas en la que se expanden las cuatro secciones del bosque urbano y que recibe más de 24 millones de visitantes al año, demandan que sea entendido como un solo espacio donde se busca justicia social, pues la cultura tiene la posibilidad de unir lo que se divide en otros ámbitos, lo que se va fragmentando.

En ese contexto, reiteró que el bosque se debe releer como un espacio cultural y ambiental que no está dividido.

Durante un recorrido de reconocimiento por una parte de los 12 kilómetros a los que se enfocó gran parte del trabajo y presupuesto de este sector, la funcionaria destacó que el manejo de los recursos públicos fue muy responsable, “el que se usa para Chapultepec es el que se iba en los etiquetados, los famosos moches. Si ustedes revisan qué se hizo durante años con los etiquetados, va a ser un reto que encuentren el legado real de ese tiempo.

“Aquí está fehaciente, es muy coherente la inversión: son 10 mil 500 millones de pesos para un impacto extraordinario que va a tener la mejor tecnología y dignifica lo que existía, con un impacto al bien común de la ciudadanía actual y para las siguientes generaciones.

Lo que está sembrado va a seguir germinando y tener otra vida, tanto cultural como ambientalmente. Fue una apuesta muy grande. La defensa de este proyecto en algunos momentos era poco comprendida. El gozo de la gente en este lugar nos da la razón, cómo lo vive y se lo apropia.

Recorrido con la secretaria de Cultura del gobierno federal, Alejandra Frausto, por las obras del corredor cultural Chapultepec

Un mapa que se exhibe en el Centro de Cultura Ambiental permite comprender la dimensión de los 8 kilómetros cuadrados que abarca el parque urbano. Las cuatro secciones se aprecian como una sola área geográfica gigantesca.

“Es un proyecto de muchos proyectos –continúa Frausto–. Es muy difícil de compartir si no se vive porque es un Chapultepec que no conocíamos. No es a lo que estabas acostumbrado.”

En la zona norte de este cuerpo verde está una zona residencial de población con mayores recursos, mientras que en el sur, la avenida Constituyentes actúa como una gran muralla que separa el espacio ambiental del caserío donde más de medio millón de personas que viven al lado del bosque no tenían acceso.

La secretaria de Cultura expone que “no tenían esparcimiento de espacio público, en el que una sociedad se puede volver a reconocer en paz. Había una cultura de la exclusión versus una cultura de integrar a una sociedad a los derechos. Eran pequeños cotos de privilegios, ahora se da una oportunidad enorme para dignificar la vida cotidiana, el derecho a la ciudad, caminarla y contemplar la naturaleza”.

En palabras de Frausto, se trata de una visión revolucionaria de cultura, cuando nos han dicho que estamos divididos y no tenemos que juntarnos. Somos parte de un mismo país, una misma ciudad. La cultura te da puentes de un bien común.

En principio, el Proyecto Chapultepec conjunta la preocupación ambiental y cultural en una sola iniciativa. Se pensó en 12 nodos culturales nuevos en el bosque, regenerar la infraestructura cultural que ya existía y transformar espacios privados, o excluyentes, destinados a fines privados o a la especulación inmobiliaria.

Nueva bodega de arte. Foto Pablo Ramos

Por otra parte, se abordaron grandes retos sobre las condiciones ambientales. Se reforestó, regeneró y limpió; por ejemplo, en la barranca de la tercera sección se sacaron más de 700 toneladas de basura y se sembraron más de 70 mil árboles; en la cuarta se limpió el río de Tacubaya y se pusieron biodigestores que regeneran el agua; en grandes áreas se quitó concreto y se ganaron áreas verdes, informó la secretaria de Cultura.

Es un legado que muestra que es posible hacer grandes proyectos desde la Secretaría de Cultura federal, con impacto social y urbano muy poderoso. Se trata de un ejercicio de acupuntura urbana que genera nuevas oportunidades para la ciudadanía y los visitantes. Civilización que se respete, regenera la naturaleza, planteó.

Día 1: Los Pinos

Unos minutos después de que comenzara el sexenio de López Obrador, a las 12:20 horas del 1º de diciembre de 2018, se recibió la residencia presidencial oficial de Los Pinos, como la nombró su primer ocupante, Lázaro Cárdenas del Río, en honor al rancho en Michoacán en el que conoció a su esposa, Amalia Solórzano. El general decidió no vivir en un castillo, con una idea monárquica, sino mudarse a lo que fuera la hacienda de La Hormiga.

Como se había prometido en campaña, unas horas después abrió el complejo cultural que por mucho tiempo dividió Chapultepec. Mantenía separadas la primera sección de la segunda, no se podía ni siquiera caminar por fuera.

“El Presidente, desde que me invitó, me dijo: ‘Vas a recibir Los Pinos y lo vas a convertir en un centro cultural. Desde el primer día comienza la transformación dela cultura del poder por el poder de la cultura, y se convirtió en la residencial oficial del pueblo de México”, recuerda la funcionaria.

Las 17 hectáreas destinadas para que viviera una familia y su guardia presidencial es el primer nodo cultural que se transformó. Hemos recibido 13 millones de visitantes; por lo tanto es el espacio cultural más visitado del país, celebra Frausto. Conforme se termina cada proyecto, se abre de manera inmediata.

Zona de Serpientes y Escaleras en el Bosque de Chapultepec. Foto Pablo Ramos

López Obrador vive con símbolos. Sólo la cultura podía devolver la dignidad a ese lugar donde se planearon atrocidades, donde se dieron instrucciones de muerte y represión.

Con su nueva identidad, recibió momentos tan simbólicos como el último concierto de Óscar Chávez a unos metros de la escultura del ex presidente Gustavo Díaz Ordaz, y se hospedó la exposición retrospectiva del caricaturista Antonio Helguera, quien con irreverencia criticó siempre el modelo neoliberal y la época del autoritarismo de la revolución institucional.

El sentimiento fue como entrar a La Bastilla, tomando un espacio que estaba prohibido para todos, narra la secretaria.

Poco más allá de Los Pinos, el edificio del siglo XVI del Molino del Rey –que tuvo como última función ser el espacio para las guardias presidenciales– vivió una metamorfosis del que nació el Cencalli: Casa del Maíz y la Cultura Alimentaria, un museo vivo en el que se puede aprender sobre polinizadores y un bastión en contra de los agrotóxicos y glifosatos, con el fin de preservar el intercambio de semillas de maíces nativos. Cada semana, en este recinto se pone el Mercado del Solar; además reciben a cocineras tradicionales, mientras en la tienda de artesanías del Fonart también se expenden alimentos naturales como dulces, café y chocolate.

Asimismo, los voladores de Papantla son parte de la comunidad que se apropió del símbolo del poder y desde Los Pinos piden con humildad por lluvias para tener buenas cosechas.

Calzada flotante que conecta a la primera y segunda secciones del bosque. Foto Pablo Ramos 

Mapa de las cuatro secciones de Chapultepec.

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