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La inseguridad y la continuidad en la agenda de los pueblos indígenas y la población joven

04 de junio de 2024 00:02

Ya está perfilado el triunfo electoral irreversible del partido Morena a todos los niveles. Con ello se abre la disputa por los cambios indispensables a la línea de continuidad que se perfiló desde la campaña del partido que mantendrá el poder los próximos seis años.

Antes de la toma de posesión seguramente estará en la agenda pública la composición del gabinete de Claudia Sheinbaum, virtual presidenta electa , cuestión de obvia prioridad, pero que no se vincula a las preguntas que desde fuera de dicha agenda quiero plantear y sobre todo plantearnos quienes nos colocamos en la trinchera crítica respecto de la llamada continuidad.

Sin ánimo de colocar los prietitos en el arroz ya cocido, considero que en primer lugar necesitamos dar seguimiento a la composición y ubicación del electorado que acudió a las urnas el 2 de junio y dar lectura a las cifras de abstencionismo que en lo general se mantienen desde varias décadas con casi 40 por ciento del total del padrón electoral, en este caso cercano a 100 millones.

Más allá de la descalificación generalizada de bloque apático o desinteresado respecto del destino de la nación, sugiero colocar la lectura de que ahí se encuentran los sectores que no se han visto históricamente reflejados en las agendas oficiales de poder. Me refiero a los pueblos indígenas y a los jóvenes.

En el primer caso es evidente que están ubicados en el ámbito rural en lo que queda de sus territorios. Sus integrantes no necesariamente depositaron su voto desde ahí como una suerte de contraprestación por los apoyos o becas de bienestar.

O quienes han migrado a las ciudades que junto al resto de excluidos y marginados no indígenas no encuentran razones para sustentar que su nueva ubicación les ofrece oportunidades de igualdad con la que llamaremos genéricamente ciudadanía urbana, cuyos integrantes se reflejan en el plano individual a nivel del ejercicio de sus derechos.

No es nueva la crítica al énfasis de la llamada 4T en el tratamiento a los pueblos indígenas excluyente de su carácter de sujetos con derechos colectivos y predominantemente incluidos sus integrantes como destinatarios de apoyos o becas individuales.

Si acaso en especial el Plan de Justicia yaqui se perfiló en la atención a demandas históricas en tanto pueblos. Pues bien ahí en ese perfil de política se encapsula la línea de continuidad referida para el llamado segundo piso de la 4T. No se ha expresado un replanteamiento fuera de expresiones genéricas. En los pueblos encontramos a una parte del abstencionismo histórico.

Como respuesta para la nueva etapa buena parte del movimiento indígena está señalando que no importa si votaron o no como personas, el llamado es a la organización como pueblos. Es decir, es una manera de reiterar que la lucha sigue y sigue.

El otro sector señalado y cuestionado de abstencionista es el de los jóvenes, cuya dimensión de potenciales electores representa casi 26.6 millones. En 2018 votó 17 por ciento. Sólo recordemos que los días previos se incrementó el llamado al voto dirigido a ellos.

No contamos con las cifras precisas de su participación en esta contienda, pero podemos señalar que no se trata de sectores apáticos y desinteresados en el destino dela nación, que la población joven tiene su agenda propia que no se refleja en la de lo partidos políticos, salvo uno, cuyo candidato minoritario, Movimiento Ciudadano, le dio prioridad al diálogo con ellos.

Así tenemos dos ejemplos que requieren ruptura de la línea de continuidad. Pero no sólo ellos, la gran mayoría de votantes de los partidos demandan y esperan una ruptura de fondo sobre seguridad. La estrategia de abrazos, no balazos requiere su abandono y el diseño de una nueva política, pues el llamado crimen organizado es un flagelo en todo el país, las formas de violencia están asentadas en especial sobre el terreno de las localidades indígenas o no.

Las víctimas en el plano de las candidaturas y la necesidad de acompañamiento de fuerzas de seguridad no admite negacionismos ni miradas reduccionistas. En Chiapas, en Chicomuselo y Pantelhó quedaron sin elecciones por violencia y requerirán de extraordinarias.

En Guerrero, el crimen cobró vidas y la amenaza invadió el clima político necesario para votar en paz. Estos son ejemplos destacados. El zapatismo y el Congreso Nacional Indígena han reiterado “nuestros sueños no caben en sus urnas”, la población joven lo asume.

No es desconfianza irracional. Así que se reitera la continuidad como política, no es cheque en blanco de todo el electorado, requiere cirugía mayor.



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