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La ganadora de las elecciones presidenciales, Claudia Sheinbaum Pardo, acompañada de otros candidatos, dirigentes y militantes de la coalición triunfadora, durante la celebración realizada la noche del domingo en el Zócalo. Foto 'La Jornada'
04 de junio de 2024 07:46

Si antes de los comicios del pasado domingo se reconocía una victoria holgada, la realidad fue más allá: Claudia Sheinbaum arrasó, y junto con ella los candidatos de su movimiento –más sus rémoras– al gobierno de la Ciudad de México, a las alcaldías de la capital de la República, a los gobiernos de ocho estados y al Congreso. No hubo “carro completo”, como lo auguró Mario Delgado, pero muy cerca estuvo. Y en la tienda de enfrente, desesperación, frustración, ira, un júnior –junto con sus “intelectuales y medios”– totalmente derrotado y una señora que no ata ni desata que regresará a la industria de las gelatinas y a los contratos truchos.

¿Qué ganó la 4T en las elecciones dominicales? Casi nada: Presidencia de la República, con una votación histórica y la primera mujer al frente de ella; jefatura de gobierno de la CDMX, la mayoría de las alcaldías capitalinas, seis de los ocho gobiernos estatales en disputa y mayoría calificada en el Senado y San Lázaro. Así lo decidió la ciudadanía.

Claudia Sheinbaum obtuvo –hasta ahora, porque el conteo oficial aún no concluye– 59.2 por ciento de los votos (más de 32 millones), una proporción mayor a la que en 2018 registró Andrés Manuel López Obrador (53.19 por ciento, igual a poco más de 30 millones). Arrasó, pues, y, por si hubiera dudas, la diferencia con el segundo lugar, Xóchitl Gálvez, superó 17 millones 351 mil votos, o, si se prefiere, 31.37 puntos porcentuales.

La diferencia resulta brutal, contundente, irrebatible, pero desde la noche del pasado domingo –ya divulgado el informe de Guadalupe Taddei– la línea marcada por el júnior perdedor, Claudito, fue “denunciar la elección de Estado” y la “necesidad de impugnarla”, que a pie juntillas siguieron los “intelectuales” mediáticos, con un histérico Héctor Aguilar Camín al borde del infarto, que lo suyo, y todo lo que representa, es el juego sucio.

Y como a Xóchitl el júnior y sus sicarios simplemente la hacen como sus calzones, ayer –a pesar de que el domingo reconoció su derrota y se despidió: nos vemos en tres años o en seis– salió a repetir el mantra y a hacer el ridículo, una vez más: “Todos sabíamos que nos enfrentábamos a una competencia desigual contra todo el aparato del Estado dedicado a favorecer a su candidata … Sí, presentaremos las impugnaciones que prueban esto que les digo y que todos sabemos, y lo haremos porque no podemos permitir que tengamos otra elección igual a esta… Esto no termina aquí”. Y lo dijo escoltada por los tres cochinitos ( Alito Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano), muertos de la risa, porque ellos sí amarraron hueso y fuero.

Conocida y reconocida su victoria, Claudia Sheinbaum encabezó un acto masivo en el Zócalo de la Ciudad de México. Ahí dijo: “Por primera vez en 200 años me convertiré en la primera mujer presidenta de México, y me comprometo a gobernar con honestidad, en paz y armonía, sin distingos. Gracias, México, este es tu triunfo. Nuevamente hicimos historia. No los voy a defraudar. Vamos a gobernar para todos y todas. Este triunfo se lo debemos a muchas y muchos que han luchado por nuestra patria, por nuestras libertades y la justicia; hombres y mujeres que han dado la vida por nuestro país, a movimientos sociales, obreros, estudiantiles, médicos, maestros, campesinos, mujeres”.

Calificó a López Obrador de “hombre excepcional, único, que ha transformado para bien la historia de nuestro país. Vamos a seguir haciendo de México cada día una nación más justa, democrática, libre, soberana, para proseguir la construcción de la grandeza de nuestra patria. Tenga por seguro, Presidente, que estaremos a la altura de nuestra historia y del generoso pueblo de México. Me comprometo a guardar su legado. Tengo claro que la responsabilidad es enorme, pero cuando se tiene convicción y amor al pueblo, es posible todo”. AMLO, dijo, “nunca se venció, nunca se cansó y dedicó su vida a la justicia”.

Y el mandatario reviró: “Es realmente un hecho histórico; estamos viviendo un momento excepcional, extraordinario, glorioso. Me siento muy contento. Estamos terminando nuestro mandato; me voy a retirar con muchísima satisfacción. Voy a poder decir cuando le entregue la banda a Claudia: ‘misión cumplida’, y jubilarme”.

Las rebanadas del pastel

Oportunidades, hay: si a Claudio y su banda no les alcanza para tratarse en los mejores hospitales siquiátricos de Estados Unidos, no tienen de qué preocuparse, porque en México, de forma gratuita, les brindan la atención necesaria en el Fray Bernardino, alcaldía Tlalpan. Ahí los reciben. Les urge.

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