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Ciudad perdida

04 de junio de 2024 07:49

Que se entienda: no se vale buscar la explicación de la paliza en el ojo ajeno. La derrota es brutal y no tiene más razonamiento que la muy poca credibilidad de los personeros de la derecha que a estas alturas, está comprobado, ya no funcionan.

La gente salió a la calle a defender su proyecto de vida con la 4T, proyecto que seguramente sintió en peligro y fue a las urnas a impedir que lo dañaran. La estrategia de la derecha se revirtió. Ellos creían que con las mentiras y las guerras de odio podría descarrilar no sólo la campaña política por la Presidencia, sino infligir la gran derrota a López Obrador.

Eso fue su error. Lo que se logró fue una reacción ciudadana de tal tamaño que llevó a la gente a las urnas a esperar hasta cuatro horas para impedir que los mismos que llevaron a la ruina a México volvieran a gobernar el país.

Es decir, la contienda se dio en dos planos: por un lado, la competencia electoral en la que Claudia Sheinbaum trabajó, trabajó y trabajó en todos los rincones del país y logró, ahora queda claro, que la gente entendiera su trabajo y el porqué de su defensa del proyecto.

Por el otro, en el plano político (permítame llamarlo de esa manera) la guerra era en contra de López Obrador y el daño colateral era ella, así que golpear a AMLO significó, también, tratar de destruirla, aunque no hay que olvidar que la ex jefa de Gobierno recibió muchos y muy sucios ataques contra su persona, e incluso contra su familia.

Total, como era imposible que los panistas ofrecieran, de verdad, algo diferente a lo que ya se vivió con Fox o Calderón, se dedicaron al ataque con mentiras, difamando desde cualquier cadena de radio o televisión al Presidente de la República, quien respondió con política y más política a los ataques.

La derrota se equipara con la poca confianza que hay en las voces que pretenden que la política o es veneno o es transa y advierte que no será fácil, de ningún modo, tratar de anular a la 4T.

Sí, ahora que las cosas se ven con cierta calma, bien podríamos decir que lo sucedido ayer en el país augura una larga vida a Morena en el poder. Para bien o para mal, esperamos que para bien, el organismo que fundó López Obrador ya es parte de las ideas y los quehaceres que son de mayor importancia para los pobladores del país.

Por eso, en Morena se debe saber que la militancia no debe ser un amasijo de líderes fracasados ni la última esperanza de algunos personajes que suponen que haberse incrustado en Morena es el mejor camino para cambiar su destino, sobre todo económico.

En ese sentido, y por respeto a la gente que los ha apoyado, en Morena debería iniciarse, cuanto antes, una revisión completa de la militancia donde no quepan cierto tipo de políticos muy alejados de los principios que, se supone, defiende el partido en el poder.

Depurar es el nombre del trabajo que ahora le toca a Morena; sacudirse a gente como Javier Corral es un paso indispensable para conservar el respaldo de la gente. Ya no hay tiempo, se requiere de un partido político confiable y con estructuras fuertes. Lo otro sería demagogia.

De pasadita

La gran preocupación era la Ciudad de México. Hasta hace apenas unas pocas semanas los augurios sobre la suerte política de la capital del país contaban una historia de horror.

Hoy, con los números que arrojó el Instituto Electoral de la Ciudad de México, que trabajó muy bien, se sabe que Morena y sus aliados también podrían tener la mayoría en el Congreso local, pero esto no fue, de ninguna manera, cosa de suerte o magia. Fue el trabajo de manos que permanecen en el anonimato, pero que salvaron del desastre. Bien por esa labor.

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