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Economía moral

31 de mayo de 2024 08:41

Max Horkheimer (MH), quien encabezó la Escuela de Fráncfort (EF) desde 1930 y se mantuvo a la cabeza durante los diversos exilios de la EF, publicó diversos libros, los más famosos de los cuales son Dialéctica de la Ilustración (en coautoría con Theodore Adorno), y Crítica de la razón instrumental. Hoy comento algunos pasajes de un libro menos conocido de él, titulado Teoría crítica (TC), disponible en español, pero que he consultado en inglés. En la introducción de esta edición (1968), Stanley Aronowitz (SA), sociólogo estadunidense, dice: “La tarea de la TC, de acuerdo con MH, es penetrar el mundo de las cosas para mostrar las relaciones subyacentes entre personas. La apariencia del intercambio social capitalista es la de intercambio igualitario entre las cosas. Es la tarea de la TC ver el fundo humano de las cosas no humanas y desmitificar las formas superficiales de igualdad. De acuerdo con MH la función social de la filosofía se encuentra en la crítica de lo prevaleciente. El pensamiento positivista, que acepta el papel de la ciencia como la cuidadosa recopilación de los hechos y que limita sus generalizaciones a la unidad de la realidad aparente, deja fuera la cuestión del desarrollo histórico y se vuelve instrumental al sistema de poder prevaleciente. Para MH, continúa SA, la teoría no es neutral ni objetiva. Su partidismo consiste en su propósito: la reconstrucción de la sociedad basada en relaciones no explotadoras entre personas; y la restauración del hombre al lugar central de la evolución de la sociedad humana como el sujeto autoconsciente y autoadministrado de la realidad social. MH nos pide aprender a ver detrás de los hechos, distinguir lo superficial de lo esencial sin minimizar la importancia de ninguno de ellos. En suma, MH convoca a pensar dialécticamente como precondición para construir una comunidad racional. SA señala también que la burguesía toleró la razón crítica durante su ascenso revolucionario al poder contra las restricciones impuestas por las relaciones sociales feudales. Pero una vez victoriosa, sólo podría tolerar la razón en sus formas cuantitativas, matemáticas y en ciencias que se volvieron instrumentos del gobierno burgués. En la sociedad capitalista, la ciencia fue útil en tanto se transformaba en técnica industrial. El empirismo había ido demasiado lejos. Dejó al pensamiento como esclavo de la realidad dada. Los dos lados del pensamiento burgués, positivismo (ciencia) y metafísica (religión), forman la visión del mundo de la burguesía. El pensamiento positivista niega la importancia, incluso la existencia, de los universales. Por otro lado, la metafísica busca una teleología para darle sentido a la existencia humana. A diferencia de Marx, MH no puede abandonar la filosofía según SA.

En un texto incluido hacia el final del libro, denominado epílogo ( PostScript), MH retoma una línea de análisis que abordó antes, en la que afirma que hay dos formas de conocer: una se basa en El discurso del método, de Descartes; la otra, en la Crítica de la economía política, de Marx. La teoría en el sentido tradicional de Descartes, organiza la experiencia a la luz de cuestiones que surgen de la vida en la sociedad del presente. La TC (de Marx), en cambio, tiene como objeto a los seres humanos como productores de su propio estilo de vida histórico en su totalidad. “Las situaciones reales que son el inicio de la ciencia no son vistas (en la TC) como simples datos que deben verificarse y predecirse de acuerdo con las leyes de la probabilidad. Cada dato depende no sólo de la naturaleza, sino también del poder que el ser humano tiene sobre él. Los objetos, el tipo de percepción, las preguntas planteadas, y el significado de las respuestas, todos son testimonios de la actividad humana y del nivel de su poder. Al relacionar así la materia –los hechos aparentemente irreducibles que el científico especialista debe respetar– con la producción humana, la TC de la sociedad está de acuerdo con el idealismo alemán que insistió en el momento dinámico de la relación y protestó contra la adoración de los hechos y el conformismo social que esto conlleva”. MH aclara que en el idealismo alemán la actividad ejercida sobre la materia era concebida como intelectual, actividad del ego absoluto, del espíritu. “Por el contrario, en la concepción materialista –continúa MH– la actividad básica involucrada es trabajo en la sociedad, cuyo carácter de clase deja su marca en todos los patrones de reacción humana, incluyendo la teoría. La intervención de la razón en los procesos que constituyen el conocimiento y su objeto, o la subordinación de estos procesos al control consciente, no tiene lugar, por tanto, en un mundo puramente intelectual, sino que coincide con la lucha por ciertas formas reales de vida. Pero la TC en su formación de conceptos y en todas las fases de su desarrollo, de manera muy consciente hace suya la preocupación por la organización racional de la actividad humana, cuya tarea consiste en iluminar y legitimar. Pues la TC no está preocupada sólo con propósitos ya impuestos por las formas de vida existentes, sino con todas las potencialidades de los seres humanos. En esa medida la TC es heredera no sólo del idealismo alemán, sino de la filosofía como tal. Es elemento esencial en el esfuerzo histórico por crear un mundo que satisfaga las necesidades y realice los poderes humanos. La TC nunca busca sólo aumentar el conocimiento como tal. Su propósito es la emancipación humana de la esclavitud. La nueva filosofía dialéctica ha mantenido la tesis que el desarrollo libre de los individuos depende de la constitución racional de la sociedad. Al analizar radicalmente las condiciones sociales presentes, se convirtió en una crítica de la economía. En contraste con la ciencia moderna especializada, la TC ha seguido siendo una disciplina filosófica incluso cuando se involucra en la crítica de la economía, continúa señalando MH, porque su contenido es transformar en sus opuestos los conceptos que dominan la economía, intercambio justo en profundización de la injusticia social, economía libre en control monopolístico, trabajo productivo en relaciones rígidas que obstruyen la producción, el mantenimiento de la vida social en la pauperización de la gente. MH dice que El capital se distingue de la economía política a la que critica por tomar en cuenta siempre las tendencias sociales de conjunto. Una filosofía que piensa encontrar paz en sí misma, en cualquier tipo de verdad, no tiene nada que ver con la teoría crítica, concluye Max Horkheimer.

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