Buenos Aires. Nora Cortiñas, la histórica cofundadora de Madres de Plaza Mayo falleció la tarde de este jueves, y era y seguirá siendo como un eterno destello de luces que parecía estar en todas partes siempre buscando a su hijo Carlos Gustavo, secuestrado y desaparecido durante la cruenta dictadura militar (marzo 1976- 1983) y se fue transformando en la madre de los 30 mil desaparecidos en aquellos tiempos del terror como en estos tiempos de nuevos perseguidos en Argentina, y condenados al hambre y la desesperación.
En cada lugar en que alguien necesitaba solidaridad estaba ella, “Norita”, que nunca dejó de luchar “ni dormida” como decía y de estar presente como un extraño duende con amorosas alforjas que iba repartiendo por la vida. Tenía 94 años y participó de todas las marchas de este año tan duro y difícil. Lo hizo hasta pocos días antes de ser internada en un hospital donde falleció.
Norita podía participar en un mismo día en actos y reclamos de los organismos de derechos humanos y luego en plantones, en marchas y movilizaciones, junto a todos aquellos que la necesitaran, en las ollas populares, en las villas miserias (ciudades perdidas) respondiendo a cada llamado de solidaridad, aquí y en el mundo.
Entre otros lugares que la conmovieron mucho estuvo su viaje a Haití, a cuyo pueblo amó, y en tantos otros países, donde fue reconocida , y convertida en países y recibió premios convertida en un símbolo de la coherencia el amor y la solidaridad, pero también como ejemplo para todas las madres, que como ella buscan a sus hijos, o claman por justicia, en un mundo injusto, intolerante y cada día más deshumanizado. Vivía con dolor inmenso el genocidio a cielo abierto, a que está sometido el pueblo palestino, al que siempre defendió y acompañó.
Vivía en Ciudadela en el conurbano bonaerense. Viajaba en tren a cualquier hora del día y la noche, y ella iba con su pañuelo blanco en la cabeza, y su cinta verde de los movimientos feministas. Pequeñita como era llenaba todos los espacios.
El pasado 24 de marzo encabezó la marcha de derechos humanos, junto a su gran amigo Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz 1980, que con ella se multiplicaban en diversos lugares a la vez. Lo que nunca imaginamos es que este 30 de mayo, Pérez Esquivel se enteró del fallecimiento de su gran amiga, en el momento en que lloraba, junto a su familia, la muerte de Ernesto, el segundo de sus tres hijos.
En el comunicado de la familia de Nora dicen que fue “una refrrente destacada por su lucha incansable en defensa de la vida y los derechos humanos. Se unió a las Madres de Plaza de Mayo a raíz del secuestro de su hijo Carlos Gustavo Cortiñas ocurrido el 15 de abril de 1977 (cuyos restos nunca encontró). Su especial sensibilidad y su ideario indiscutido, en defensa de las y los que menos tienen hizo que se ganara el respeto y cariño incondicional de los pueblos”
Y continúa “en tal sentido, queremos transmitirles que Nora estuvo acompañada y sostenida por el amor de su familia hasta el último momento y agradecemos todas las expresiones de reconocimiento y afectos que ella recibió a lo largo de su vida, y que a nosotros nos abrazaron amorosamente en estos días tan difíciles. Profundamente preocupada en estos tiempos por la grave situación que atraviesa nuestro país y dispuesta siempre a estar presente allí donde hubiera una injusticia”
“Norita luchó hasta último momento por la construcción de una sociedad más justa. Nos queda el orgullo de haber compartido su vida, su impronta y su enseñanza que dejará en su familia y en la sociedad una huella imborrable”.