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Los protestantes y la resignificación del juarismo

29 de mayo de 2024 00:02

La diversidad de la sociedad mexicana hace indispensable la laicidad del Estado. En la segunda mitad del siglo XIX los incipientes núcleos protestantes/evangélicos mexicanos hicieron suya la lid de los liberales que confrontaron decididamente el modelo resultante de la simbiosis Iglesia católica-gobierno civil.

Es pertinente, me parece, recordar lo anterior porque durante las presentes campañas electorales desde un sector del neoevangelicalismo hay movilizaciones para “bautizar” a una opción partidista coincidente, dicen, con los valores del reino de Dios.

La más reciente expresión de tales intentonas tuvo lugar la semana pasada, bajo el patrocinio de Kingdom Life México (https://acortar.link/wLQ1rw). Del acto han trascendido pormenores, dado que los mismos patrocinadores difundieron los discursos y la proclamación de Xóchitl Gálvez como presidenta del país (https://acortar.link/wirDlg).

En 1857, durante su segundo periodo como gobernador de Oaxaca, Benito Juárez rehusó participar en el tradicional tedeum en la Catedral. En el mismo año escribió Apuntes para mis hijos, donde justificó su ausencia en la magna ceremonia: “No por temor a los canónigos, sino por la convicción que tenía de que los gobernantes de la sociedad civil no deben asistir como tales a ninguna ceremonia eclesiástica, si bien como hombres pueden ir a los templos a practicar los actos de devoción que su religión les dicte. Los gobiernos civiles no deben tener religión, porque siendo su deber proteger imparcialmente la libertad que los gobernados tienen de seguir y practicar la religión que gusten adoptar, no llenarían fielmente este deber si fueran sectarios de alguna”.

No es irrelevante ni casual que personajes de la primera generación de protestantes mexicanos, la que organizó expresiones visibles de células de creyentes y defendió la legitimidad de su opción religiosa (opción que necesariamente tuvo repercusiones sociales y políticas), se identificó plenamente con los postulados juaristas sobre la construcción y vigencia del Estado laico. El estudio de lo escrito por la citada generación muestra nítidamente que su defensa de la laicidad estatal se basaba tanto en conclusiones teológicas/políticas como el conocimiento histórico de los efectos del régimen colonial uncido a una confesión religiosa oficial.

Quien concentró bien las razones del juarismo de los protestantes decimonónicos fue Arcadio Morales Escalona. En otra parte he aportado algunos datos acerca de él (https://acortar.link/v0KeYj). Ahora refiero su escrito de 1906, cuando se cumplió el primer centenario del nacimiento de Juárez. Arcadio subraya “los innumerables obstáculos que encontró Juárez en su obra gigantesca de la reforma religiosa, en que no sólo sus condiscípulos; sus amigos más íntimos; sus compañeros políticos, sino la inmensa mayoría del país le era adversa enteramente, impidiéndole, de cuantas maneras podían, que tocara siquiera los asuntos relacionados con el clero; con sus bienes; o los fueros de la Iglesia”.

Consecuentemente, sostenía Morales, era importante “convencernos de lo obligados que estamos los protestantes mexicanos de propiciar a Dios por habernos levantado en su inefable providencia a un varón tan ilustre como Juárez, que supo con indomable energía y con valor y perseverancia a toda prueba, libertar la conciencia individual de los mexicanos de la esclavitud papal, y al suelo patrio de la dominación extranjera”.

El viernes pasado presentamos la obra Arcadio Morales: precursor del protestantismo mexicano, 1850-1922, cuya coautoría es de quien redacta estas líneas y Leopoldo Cervantes-Ortiz. Tres días antes participó en el acto donde “los creyentes proclamaron a Xóchitl como presidenta”, un heredero denominacional de Arcadio Morales. En la ceremonia dio un breve discurso Julián Hernández Moreno, presidente de la Asamblea General de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México.

Para él, “un pueblo sin religión, sin principios y valores es un pueblo sin alma, sin posibilidades de asegurarle a sus hijos un futuro digno”. De su exposición se desprende que la reconstrucción del tejido social pasa por fortalecer los vínculos religiosos del pueblo. Queda implícito que tales vínculos deberían ser, desde su perspectiva, los que él profesa y difunde. La cuestión es que en la diversificación religiosa mexicana coexisten confesiones religiosas y posiciones sobre los puntos que tocó el dirigente presbiteriano.

Nuevamente es necesario recordar que el afán totalizante de Kingdom Life y quienes se prestan a serle cajas de resonancia no tiene asidero en la realidad sociorreligiosa mexicana. Es un exceso que sigan propagandizando que “los creyentes proclaman a Xóchitl como presidenta”. Por otra parte, sería un ejercicio interesante, tal vez necesario, que en las filas del protestantismo/cristianismo evangélico evalúen y resignifiquen la lid juarista contra el dominio confesional del Estado.



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