Ciudad de México. Las ceremonias del júbilo de los fanáticos del futbol son incomprensibles desde afuera. Esa lógica que moviliza las emociones de los aficionados sólo se comprende cuando se comparte la identidad de un colectivo y los colores de una camiseta. Anoche, la victoria del América en la final contra Cruz Azul en el estadio Azteca, el campeonato número 15 en su historia, los convocó a un carnaval improvisado y enloquecido por Reforma y que culminó en el Ángel de la Independencia.
Desde antes de la medianoche caravanas de automóviles cruzaban la Ciudad de México, por Insurgentes, Reforma o Circuito Interior, acompañados por el ruido de cláxones y coros, banderas ondeando desde las ventanillas de los vehículos o en las aceras con peatones.
El perímetro alrededor del Ángel de la Independencia ya anticipaba lo que esperaba en la glorieta donde se celebran los esporádicos triunfos de la selección mexicana. Pero anoche, la convocatoria podía compararse a las multitudes que acuden a festejar al Tricolor.
Desde Insurgentes, avenida Monterrey era un gran estacionamiento; a un kilómetro de ahí, en las calles de la colonia Cuauhtémoc , y hasta en las inmediaciones de la San Rafael, los conductores buscaban espacio para aparcar.
Lo que puede verse en una noche como esta sólo la comprende la pasión de un fanático. Una pareja de novios que hacía unas horas se habían casado en Chimalhuacán, estado de México, desfilaba sobre Paseo de la Reforma, él con el traje de bodas y ella lucía su vestido blanco. La gente alternaba el “arriba los novios” con el “arriba el América”, pues el sentimiento era compartido.
“Nos casamos hace unas horas, vimos el partido y quisimos venir a celebrar nuestra boda y al América”, decía apresurado el novio que era perseguido para ser grabado por infinidad de celulares.
Una familia completa llegó desde el oriente de la ciudad. La madre fue quien les inculcó el amor al “Ame”. Ondeaban banderas y le agradecían por esa pasión que para ellos es patrimonio familiar.
Cerca de ahí hordas de motociclistas se abrían paso con el estruendo de los escapes y desafiando a la gravedad para hacer equilibrio mientras desplegaban banderas y controlaban sus máquinas.
Anoche el monumento donde se celebran algunas victorias futboleras fue conquistada durante algunas horas de ruido y algarabía por la multitud americanista, ahora bicampeones.