Es verdad que Lula da Silva tiene de qué preocuparse. Pese a los buenos resultados de la economía, su popularidad anda mucho más baja de lo que se podría esperar.
Su alianza con políticos derechistas, forzada por el Congreso –en especial la Cámara de Diputados– de más bajo nivel desde la redemocratización, hace ya casi 40 años, tiene un costo elevadísimo.
Pero en las últimas cuatro semanas nada de eso parece importar. Todas las atenciones de Lula y del país están concentradas en la tragedia vivida por el estado de Rio Grande do Sul, especialmente su capital, Porto Alegre. Pero hay también más de 40 municipios duramente castigados.
Para este fin de semana se anunciaron nuevas lluvias fuertes, y cada día se conocen más cifras alarmantes.
Más allá de las muertes, que rondan unas 200, hay ciudades vecinas a Porto Alegre que están literalmente arrasadas. Los datos oficiales indican 64 mil desamparados y 580 mil forzados a abandonar sus domicilios. Las nuevas lluvias anunciadas podrán elevar ese número.
Los moradores de la capital que viven en edificios y casas en las partes más elevadas se libraron de las calles transformadas en ríos, pero no tienen luz ni agua. Hay barrios sin energía eléctrica desde hace más de 20 días.
De todo el país llegan donaciones, en especial frazadas y ropa para defenderse del frío inclemente, mientras claman por agua potable y comida.
De las calles de Porto Alegre fueron retiradas poco más de 7 mil toneladas de basura. Pero falta recoger otras 46 mil, lo equivalente a 39 días. Cálculos iniciales indican que fueron perdidos de manera irrecuperable unos 200 mil vehículos, principalmente automóviles.
Las compañías aseguradoras deberán sacar del bolsillo poco más de 300 mil millones de dólares. Es la mayor operación de ese tipo en la historia del país.
Lula visitó el estado en cinco ocasiones y despachó a su ministro de Comunicaciones, Paulo Pimenta, que es de Rio Grande do Sul, para coordinar el sistema de atención y recuperación, que deberá costar unos 2 mil millones de dólares en una primera etapa.
El nombramiento despertó algunas críticas, pues se comenta que Pimenta tiene la intención de presentarse como candidato al gobierno del estado dentro de dos años.
Hasta el jueves pasado al menos seis barrios de la capital estaban aislados y sin posibilidad de acceso de equipos de socorro. Y las nuevas y poderosas lluvias de los siguientes días inundaron sitios que no habían sido alcanzados antes.
La verdad es que las perspectivas no son nada esperanzadoras. Toda esa tragedia es el resultado del gobierno del ultraderechista Eduardo Leite, seguidor cercano del desequilibrado Jair Bolsonaro, que desde su primer mandato suspendió todas las medidas de protección ambiental, cediendo a las presiones de los poderosos dueños del agronegocio.
Más lluvias vendrán. Y más tragedia. Más destrucción. ¿Hasta cuándo?