San Cristóbal de Las Casas, Chis. Los grupos del crimen organizado “son un actor y hay que reconocerlos dentro del sistema porque afectan a las otras instituciones y porque ellos mismos operan como una institución”, afirmó Sárah Eva Martínez Pellégrine, investigadora del Colegio de la Frontera Norte.
“Están organizados. No son actores sueltos. No creo que haya que institucionalizarlos de ninguna manera, pero sí hay que reconocerlos como una organización y ver qué hacer con ellos porque están infiltrando a las otras instituciones en diferentes niveles. ¿Cómo evitar eso? Es una pregunta del millón”, agregó.
En entrevista reiteró que el tema del crimen organizado “es de lo más difícil de resolver porque es una institución extremadamente pudiente: copta, modifica, modela y tiene una eficiencia en términos de aplicación de ciertos medios que se va comiendo las instituciones, las desplaza y va sustituyendo otras formas de funcionamiento”.
Insistió en que “lo que no se puede hacer es negar que están ahí y se tiene que ver cómo interactúa con los demás.
Al preguntarle legalizando las drogas, por ejemplo, podrían institucionalizarse, respondió: “No sé si legalizándolas. Hay teórico que dicen que sí. Lo que pasa es que, si lo vemos desde una situación de que para qué son las leyes, en principio se podrían legalizar, siempre que no haya un efecto pernicioso general. Probablemente un control más pensado en términos de los consumidores, podría controlar parte de los problemas”.
Martínez Pellégrine, quien disertó en el Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur (Cimsur), dependiente de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la ponencia titulada Integración y cohesión territorial. Fronteras e identidades desde la multidisciplina, dijo que en los años recientes ha habido un incremento en la llegada de migrantes de Chiapas a Baja California.
“No estamos seguros de si han migrado por la violencia generada (en varios municipios) por el crimen organizado porque no lo dicen, pero sí ha habido un aumento”, aseveró.
Acompañada por América Alejandra Navarro López, responsable del proyecto Desplazamiento forzado y transformaciones de territorialidades indígenas en la frontera sur de México, Sárah Eva manifestó que “lo que es muy interesante es que antes había una lógica de migración flotante y ahora hay una lógica de asentamiento”.
Abundó: “Es gente que a partir de los últimos diez años se está yendo a vivir a Baja California. Ahora los hijos de los trabajadores que iban están anclándose en el lugar y empiezan a generar esas poblaciones ya asentadas. Es como una segunda generación que está asentándose”.
Dijo que esas personas “ya no quieren regresar a vivir (a Chiapas), pero vienen a fiestas importantes de sus comunidades, a ver sus familias. Aunque están asentadas allá no están explícitamente manejando que se van a quedar”.
La investigadora, que trabaja “con situaciones de exclusión y discriminación”, afirmó que “en Baja California hay muchos asentamientos de poblaciones de migrantes indígenas. Se nota en áreas como San Quintín, donde hay más producción”.
Precisó que San Quintín “es un nuevo municipio en el que está la mayor densidad de asentamientos de poblaciones indígenas migrantes que tenemos en Baja California”.
Agregó: “La frontera norte y la frontera sur son diferentes, pero tienen mucho en común sobre la lógica del movimiento de las personas. Hay mucho más movimiento y tenemos no sólo las caravanas, sino que son dos regiones en las que hay una mezcla de cultura de alguna manera con quienes están al otro lado de la frontera, es decir, hay una transnacionalización de alguna forma, de ciertas cosas. Son zonas en las que hay mayor permeabilidad en términos de contactos con otras culturas hacia el centro del país, donde no hay tanto la lógica de intercambio con otros esquemas de organización y visiones de formas de vida”.