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Desde otras ciudades

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La catedral fue erigida en el año 987 a instancias del duque de Amalf,i Manson I. Foto Alia Lira Hartmann
26 de mayo de 2024 08:21
Son innumerables los atractivos que Italia ofrece al visitante. Los vestigios del imperio romano, uno de los más grandes de la antigüedad, ha dejado huella hasta nuestros días. Este país cuenta con 300 mil kilómetros cuadrados y cada una de sus 20 regiones o estados tiene cautivadores elementos distintivos, desde el punto de vista histórico, arquitectónico o gastronómico.

Al sudoeste, en la región de Campania, cuya capital es Nápoles, se encuentra un tramo costero cuya geografía impresiona por la belleza de sus acantilados, las muchas bahías donde un mar azul turquesa también da lugar a bellas playas de las cuales algunas conservan el encanto de ser vírgenes. De hecho, están consideradas entre las más bellas del mundo; muchas son realmente pequeñas precisamente por la conformación de esta costa.

La Costa de Amalfi, situada entre el golfo de Salerno y el de Nápoles, es un espacio que incluso ha sido incluido en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco. Los árboles de limones amarillos que en verano se encuentran cargados son el componente visualmente más llamativo de la naturaleza que inunda el paisaje de la costa y las ciudades de sus alrededores.

Esta variedad difiere del verde al ser más grande, menos ácido y con un sabor un tanto dulzón. Algunos ejemplares son del tamaño de una manzana grande. Se encuentran a la venta infinidad de artículos con el cítrico impreso en diversos objetos en papelería o prendas de vestir. En esta región también se elabora un licor de ese limón que ha adquirido fama mundial: el limoncello.

Aunque hay diversas fábricas de la popular bebida, es tradición de muchas familias italianas elaborarlo. La maceración de la cáscara del limón amarillo en alcohol durante varias semanas, mezclado con azúcar, da este licor que tiene 30 por ciento de alcohol. El limoncello suele tomarse solo o en las rocas, tanto como digestivo o de aperitivo.

La ciudad costera de Amalfi no llega ni a 5 mil habitantes, pero el flujo turístico puede parecer desbordante. Entre los siglos IX y XI fue sede de la llamada República Marítima, donde residían expertos en navegación que dominaban el mar Mediterráneo.

Un paisaje de ensueño de casas con fachadas blancas y techos en color terracota se levantan entre el entorno rocoso y los árboles de limones donde el mar parece haber decidido descansar y disfrutar de este inigualable cuadro de la naturaleza.

En el centro de la ciudad se encuentra el duomo o catedral del siglo XIX, dedicada a San Andrés, el primer apóstol de Jesucristo. Resguardadas en una cripta adentro, debajo de una estatua en bronce, están las reliquias del santo crucificado alrededor del año 60 dC en Petras, Grecia.

El artista flamenco Pedro Pablo Rubens inmortalizó en 1639 a este santo en su famosa obra El Martirio de San Andrés, que se encuentra en Madrid, España.

La fachada de la catedral de Amalfi tiene predominio de estilo neoárabe, poco usual para un templo católico. Se piensa que la razón parte del intento de algunos artistas de imitar algunas obras del arte islámico.

 

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