Nada apunta a un cambio sustancial en las tendencias electorales y políticas hasta ahora conocidas: Claudia Sheinbaum mantiene una notable ventaja sobre Xóchitl Gálvez, en el contexto de una oleada guinda (y colores asociados) que podría acercarle más gubernaturas al partido en el poder y más presencia en órganos legislativos federales y estatales.
Sheinbaum ha mantenido una presencia política estable, sin errores graves ni estridencias (mucho menos, caer en provocaciones) y, en el tramo final, con un notable aire de empoderamiento (de lo que dan puntual cuenta el tercero y último debates, y la entrevista colectiva en Tercer Grado, de Televisa; los opositores a Claudia hablan de su frialdad y soberbia, pero la postura de la ex activista de la UNAM contrasta inequívocamente con los dichos, gestos y ocurrencias de su contrincante hidalguense).
Faltan, desde luego, días cuyas horas pueden entrañar riesgos, naturales o provocados. El conjunto de intereses densos que han peleado fallidamente contra la continuidad del proyecto llamado Cuarta Transformación no se habrán de sosegar sólo por los resultados electorales (a menos de que éstos sean tan aplastantes que hagan inviable la confección de protestas).
En este tramo final se puede arreciar el ensuciamiento del proceso electoral: recuérdese el nado sincronizado de medios extranjeros para acusar a López Obrador de recibir dinero del narcotráfico, lo que dio paso a la costosa y persistente campaña en redes con narcoetiquetas, más el corolario de una novela de periodismo
anabélico.
Y una última carta desesperada pasaría por las protestas poselectorales, tal vez en formas de resistencia civil, con la pretensión de que se anulen las elecciones, tanto la presidencial como otras que pudiesen entrar en el esquema narrativo que ya se esparce, con la vista puesta en la aquiescencia de magistrados electorales (la ministra Norma Piña como pieza evidenciada en su comportamiento faccioso, amiga y aliada de Alito Moreno, según ha publicado el periodista Salvador Frausto), de medios convencionales de comunicación (donde cada vez son más rabiosos los comentarios de análisis político
y el manejo exacerbado de la nota roja para mostrar un país en llamas
).
En momentos de angustia electoral se tiende a retorcer hechos o circunstancias para tratar de favorecer opciones en desventaja: cierto es que la Corte Internacional de Justicia determinó, por unanimidad de votos, que no es procedente la aplicación de medidas para proteger la embajada mexicana en Ecuador, sus archivos y demás, porque consideran los jueces que el gobierno de Daniel Noboa ya ha estado aplicando tales cuidados.
Pero, porque no es el momento procesal para ello, no se va al fondo del asunto, al salvaje asalto a la sede diplomática y a la sustracción de una persona a la que México estaba concediendo asilo. Explicable es que en medios ecuatorianos convencionales (muy controlados por el gobierno) se presente la resolución negativa de medidas cautelares como una victoria. Pero, en México, resulta lamentable ver a opositores al gobierno federal en celebración de una derrota
que no lo es en lo sustancial: en el reconocimiento que la propia CIJ hace del carácter irrenunciable de la inviolabilidad de las sedes diplomáticas.
En La Jornada San Luis ha escrito el abogado Federico Anaya Gallardo: De las muchas facetas del caso Casar, la más grave es el privilegio de los involucrados. Ese privilegio se manifiesta en el expediente (...) Ninguna persona fuera de las burocracias doradas recibe trato tan expedito y ágil en trámites análogos o similares
. También ha señalado el “nuevo caso de ‘nado sincronizado’ que trata de conquistar la narrativa”, sobre todo en participaciones de Héctor Aguilar Camín y de algunos participantes en el programa Tercer Grado, de Televisa (video: Caso Casar: desvergüenza ética de élite dorada https://goo.su/89TvJT y artículo https://goo.su/SO1swep) ¡Hasta el próximo lunes!
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