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Jazz

23 de mayo de 2024 08:07

Pese a que en 1995 El Kennedy Noriega decidió regresar a su estado natal para instalarse definitivamente en las lejanas tierras de Puerto Peñasco, Sonora, su legado artístico era ya toda una leyenda en la historia del jazz nacional; además de que formaba también parte de esa sólida pléyade de instrumentistas que acompañan a los famosos cantantes de música popular.

Fue por ello que el pasado 17 de mayo –más allá de los tiempos y las distancias–, al escuchar que el célebre saxofonista sonorense acababa de morir, todo mundo se quedó helado. La noticia sorprendía y perturbaba a toda la comunidad del jazz en México. De hecho, nosotros suspendimos en ese momento la presentación virtual de la Enciclopedia fonográfica del jazz, conectados con la ciudad de Hermosillo, a poca distancia de Puerto Peñasco, aunque el maestro había muerto en Wickenbug, Arizona, donde se atendía del corazón y de un tumor cerebral.

Al autoexiliarse de la escena nacional, desde hace 30 años, la imagen de El Kennedy es francamente desconocida por las nuevas generaciones, pero esto no le resta un ápice a la enorme herencia artística y sentimental que el maestro dejó entre todo aquel que logró escucharlo… cómo iba armando sus frases en el sax tenor, en la gramática del jazz clásico; cauteloso y desbordado a un mismo tiempo, multiplicando los colores, reinventándolos, igual en un extenso solo de jazz que en la brevedad de una balada.

Es el mejor saxofonista que ha habido en la historia de México. Así, breve y contundente, nos responde Roberto Arballo, el famoso Betuco, cuando le pedimos su opinión sobre El Kennedy.

Y así, el propio Kennedy contaba que “en 1963 grabábamos un disco en la RCA Victor y estaba fresco el asesinato del presidente Kennedy. Entonces llegó Marco Antonio Muñiz y dijo: ‘¿No que lo habían matado? ¡Pero si aquí está El Kennedy!’”

Gracias a Cecilia Noriega, hija del maestro, pudimos hurgar en sus primeros años de vida. Armando Noriega Rivera nació en Santa Ana, Sonora, el 3 de mayo de 1943. Su papá, don Armando Noriega, también saxofonista, le da las lecciones básicas del instrumento y desde los 14 años el niño empieza a tocar en varias orquestas sonorenses, como la de Jorge Trevor, en Caborca; la de los Hermanos Rivera, en Magdalena, la de Manuel García, en Hermosillo. Hasta que don Armando le dice que ya se tiene que ir al Distrito Federal, que en Sonora ya no tiene nada que hacer.

el joven maestro llega al entonces DF en 1963 y se integra de inmediato a la Orquesta de Pablo Beltrán Ruiz y poco después a la de Luis Arcaraz. Su destreza en el saxofón es conocida y reconocida en todas partes. Se convierte en uno de los músicos de sesión más solicitados en Polydor y en RCA Victor. Todo el tiempo graba discos con los grandes cantantes de la época, como Lupita D’Alessio, Vikki Carr, Yuri, Sergio Esquivel, Marco Antonio Muñiz. En 1973 se convierte en director artístico y arreglista de José José.

En Estados Unidos tocó y grabó con Roberta Flack, Herbie Mann, Natalie Cole, Liza Minnelli, Tony Bennett y otros tantos que lo encumbraron en la industria musical cuando apenas andaba en sus treintaitantos.

Pero su pasión siempre fue el jazz, y en él se sumergía a cada momento. Desde su llegada al DF empezó a tocar con los más grandes: Chilo Morán, Mario Patrón, Popo Sánchez, Leo Acosta; o armando sus propios combos, la mayoría de ellos junto con Pino Contreras, su hermano, tocando el piano.

Y Pino nos cuenta: Estaba mal del corazón. El doctor le dijo que la Ciudad de México era muy alta, que necesitaba vivir en un lugar a nivel de mar, y como toda la familia estaba en Puerto Peñasco, decidió pasar sus últimos años aquí.

Ya en Puerto Peñasco, El Kennedy y su esposa Iva abren un club de jazz, el Lighthouse, donde Armando y Pino tocaron a dueto hasta 2014, cuando el saxofonista, después de dos infartos, decide retirarse y rentan el bar. Los nuevos dueños se olvidaron del jazz.

Armando Noriega grabó un solo disco a su nombre: Entre Amigos (1995), con Miguel Salas (piano), Irving Flores (teclados), Roberto Arballo Betuco (guitarra), Joaquín Trinidad (contrabajo), Rabito Agüero (percusiones), Salvador Merchand (batería), Celso Aguilar (sax alto), Ángel Velázquez (sax tenor) y Adolfo Sahagún (fiscorno).

Kennedy me platicaba: “Nadie me había propuesto hacer un disco que realmente me represente como lo que soy. Siempre salían con que ‘vamos a hacer un disco con México lindo y querido. Oye, no. Esos productores no entendían de jazz, pero Diego Pérez Gómez puso la feria y en 12 horas hicimos el disco.”

Este cd está incluido en el volumen uno de la Enciclopedia fonográfica del jazz en México.

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