Escribo este artículo* mientras en Madrid se celebra un cónclave internacional de la derecha extrema convocada por el partido español Vox, y cuyos principales asistentes son Milei, presidente argentino, y Marine Le Pen, la próxima presidenta de Francia. Estamos en el advenimiento de un nuevo embate del fascismo, similar al que ocurrió en el siglo XX y que dio lugar a la Segunda Guerra Mundial, la misma que quitó la vida a 100 millones de seres humanos. Trump, Bolsonaro, Milei, Le Pen, Netanyahu son los nuevos Hitler, Musolini, Franco, Stalin, etcétera. En México, por sus discursos y actitudes, Xóchitl Gálvez representa esa ideología. En su primera intervención en España, Milei declaró: “El poder es un juego de suma cero, si lo tienen los zurdos no lo tenemos nosotros. El cáncer de la sociedad es el socialismo, los enemigos son los zurdos. No dejemos que el lado oscuro, negro, atroz, satánico, cancerígeno, que es el socialismo, nos gane”.
Hoy cada vez más en el mundo el dilema es entre democracia o fascismo. El fascismo termina negando la democracia, como fórmula civilizada de gobierno, e imponiendo dictaduras. El fascismo es la ideología que desprecia la inteligencia humana, para dar lugar a un discurso y después a un pensamiento superfical, esquemático, desinformado y basado en reacciones emocionales, no en el uso de la razón. El fascista es ante todo un fanático, y existen tanto fascistas de derecha como de izquierda. La contraparte a esta distorsión de la conducta son las decisiones basadas en los aportes de la ciencia. El primer gran reto para la nueva presidenta es entonces la de reafirmar su vocación democrática y su confianza en la ciencia, y denunciar y enfrentar sin miramientos los riesgos del fascismo en México y en el mundo.
El segundo reto tiene que ver con la equidad social. En sus casi seis años el gobierno de la 4T aplicó varias políticas generosas con los más desprotegidos y marginados, pero no logró abatir sustancialmente la pobreza. De acuerdo con el Coneval, cuyos análisis están basados en datos del Inegi, el número de mexicanos en pobreza pasó de 51.9 millones en 2018 a 46.8 millones en 2022, es decir, una reducción de 5.1 millones. De ese total viven en pobreza moderada 37.7 millones y 9.1 millones en pobreza extrema. Como contraste, la plutocracia mexicana llama a este gobierno de la 4T el “sexenio dorado”. Nunca ganaron más los 10 hombres más ricos del país (176 mil 800 millones de dólares según Forbes), ni los siete principales bancos (un total de 958 mil 702 millones de pesos de ganancias, de acuerdo con la Comisión Nacional Bancaria). Se antoja entonces que la nueva presidenta debe redoblar los esfuerzos, pero poniendo énfasis no sólo en los apoyos de emergencia sino, como señalamos en nuestro artículo anterior (https:// www.jornada.com.mx/2024/05/07/ opinion/012a1pol), en el empoderamiento social. Los programas sociales del actual gobierno se quedan en dádivas, si no se inducen la autogestión, el autogobierno, la autodefensa y la autosuficiencia. Por ello se deben continuar y fortalecer los tres programas que estimularon el poder social en el sexenio: Sembrando Vida, Escuelas del Campo y La Escuela es Nuestra.
El tercer reto es el más complejo e implica una apertura de perspectiva. Supone inscribir a todos los mexicanos en la batalla por la salvación de la humanidad y del planeta, algo que no se asumió en este sexenio. El libro Gracias de 555 páginas sólo tiene un párrafo dedicado al tema, y Andrés Manuel López Obrador jamás aceptó que la tremenda devastación causada por Otis en Acapulco se debió al cambio climático, frase prohibida durante el régimen. Se trata entonces de dejar atrás la estrecha visión nacionalista, limitada a los 200 años de historia y centrada en el “primero los pobres” y en la salvación petrolífera para situar a los mexicanos como parte de la humanidad, en la larga historia de 300 mil años, incluyendo a todos los ciudadanos (menos las élites explotadoras) y de cara a una transición hacia energías renovables. Ello significa dar prioridad a lo ecológico y agroecológico, a la economía social y solidaria, a la democracia participativa, comunitaria y desde abajo, al diálogo de saberes, a lo local, descentralizado y de pequeña escala, a la reivindicación del papel de las mujeres, y a una ciencia con conciencia social y ambiental. La nueva presidenta tiene ante sí la necesidad de reconfigurar la 4T y dar un salto cualitativo que, como señalamos en el artículo anterior, es ya el inicio de un cambio civilizatorio. México como parte y en sintonía con la entera humanidad.
*Las principales ideas de este ensayo fueron presentadas en la cuarta mesa del ciclo “Avances y deudas de las izquierdas” organizado por la Fundación Rosa Luxemburgo (16/5/24)