Ciudad de México. En el futbol no se llega a ser el mejor equipo sin una multitud de aficionados. Algunos en Cruz Azul necesitan malos ratos para probar de qué están hechos, pero otros siguen dispuestos a todo para hacer historia. La Máquina lo consiguió ayer en el estadio Ciudad de los Deportes. Luego de sufrir caídas insólitas en pasadas liguillas, jugó con el riesgo de verse alcanzado en los últimos minutos por el Monterrey y cambió el desenlace ya conocido por el pase a la final de la Liga Mx (2-1, 2-2 global).
Fue como ver en un mismo equipo la misma batalla contra sus peores recuerdos. Si existe más de una diferencia respecto a ese pasado, la mayoría remite a cuestiones básicas. Este plantel está dispuesto a ganar a cualquier precio. Sólo eso explica por qué dejó de pensar en jugar de manera colectiva, para invertir todos sus esfuerzos en individualidades.
Para las más de 33 mil personas que se dieron cita en las gradas, el marcador en la ida (1-0) sirvió de estímulo. Aprendieron a competir también desde allí contra rivales que antes lo superaron. Primero Pumas, después el Monterrey.
El 1-0 de Ángel Sepúlveda (69) generó una alegría al borde del riesgo, porque las bases de aquella jugada estuvieron en la idea de su entrenador, el argentino Martín Anselmi: insistir, competir y construir maravillas con secuencias de pases.
Pero la realidad suele ser desafiada por otros factores, entre ellos el nerviosismo y la presión de un gran escenario. Rayados no perdió la esperanza de definir mejor, luego de un primer tiempo en el que desperdició más de tres acciones claras en el área de los locales. Sin nada más que perder, el argentino Germán Berterame consiguió lo que en un principio parecía inimaginable: dos goles en seis minutos (67 y 73) ante una de las mejores defensivas.
A partir de entonces, todo pareció ser un Deja vu, la historia infinita de decepciones que acompaña a La Máquina. Y, sin embargo, un estadio completo resistió a su favor, hizo sentir como nunca el “Daaale, daaale, dale Cruuuz Azuuul!” y celebró a lo grande el pase a la definición por el título.
Una final es como la Navidad del futbol. La última prueba para La Máquina es imponerse al América en una serie que definirá al campeón el 26 de mayo en el Azteca, como aquella que perdió en el Clausura 2013. Si es verdad que nada es para siempre, la felicidad de otra vuelta olímpica podría estar envuelta en un regalo.