A propósito del estudio de simulación en México, publicado por The Lancet Regional Health-Americas sobre la promoción de poblaciones saludables como estrategia de preparación para una pandemia, se dio a conocer que el estado de salud subyacente de la población mexicana fue determinante importante del impacto de la pandemia de covid-19, por la prevalencia de la obesidad; toda vez que México fue uno de los países más afectados durante la pandemia de covid-19 y la prevalencia de obesidad se encuentran entre las más altas del mundo.
El estudio confirma que se desconoce en qué medida se hubiese reducido la carga de covid-19 si años antes de la pandemia se hubiese logrado un menor índice de masa corporal en la población mexicana, a través de campañas y acciones sistémicas dirigidas a reducir el exceso de peso.
El estudio estima que 52.5 por ciento de las muertes por covid-19 fueron atribuibles a la obesidad en adultos de 20 a 64 años y 23.8 por ciento en personas de 65 años o más; el ejercicio de simulación estima, entre otras cosas, que si la intervención de etiquetado de alimentos se hubiera introducido en 2018, y no en 2020, probablemente se habría evitado 6.2 por ciento de las muertes por covid-19 (Rob Johnson et al., “Promoting healthy populations as a pandemic preparedness strategy: a simulation study from Mexico”, 2024; 30:100682). Es una estimación muy ilusa, en mi opinión, porque en dos años no se puede cambiar la dieta de una población, se trata de prácticas culturales que toman mucho tiempo en modificarse.
Por su parte, el Grupo Interinstitucional para la Estimación del Exceso de Mortalidad por todas las Causas (S. Salud/ Conaprece/INSP/IMSS/Inegi/ Conapo/ Renapo/OPS) reporta que el exceso acumulado de muertes de 2020 a 2023 fue de 620 mil 30 defunciones en los tres años (19.60 por ciento), 82 por ciento se asocian al covid-19, y señala como principales factores asociados las altas tasas de prevalencia de enfermedades relacionadas con mortalidad por covid-19 en la población mexicana: hipertensión arterial (47.8 por ciento), obesidad (36.9), sobrepeso (38.3), y diabetes mellitus (18.3 por ciento).
Muchos otros factores estructurales y culturales están relacionados con la rápida propagación de la pandemia: las deterioradas condiciones del sistema de salud y la concentración de su infraestructura hospitalaria en las grandes urbes, la aglomeración urbana, los flujos constantes de movilidad interna (en transporte colectivo) y global en estas zonas, las condiciones de desigualdad económica. Quienes viven en condición de hacinamiento estuvieron en mayor riesgo de padecer covid-19, las personas mayores y trabajadoras que viven en corresidencia no pudieron aislarse por necesidad de salir a trabajar, un estudio del Conapo estima que 57.1 por ciento de los hogares en los que residía al menos una persona de 60 años y más tenían el más un alto nivel riesgo.
Volviendo a la importancia de la obesidad que destaca la publicación de The Lancet, importa recordar que la modificación a la norma sobre el etiquetado frontal de alimentos ocurrió antes de la pandemia, al arranque de la actual administración. Al tomar cartas frente al alto consumo de productos ultraprocesados relacionados con la obesidad y enfermedades crónicas, la Secretaría de Economía y la Secretaría de Salud convocaron a consulta pública sobre el etiquetado frontal de alimentos y bebidas, se recibieron más de 5 mil comentarios.
Las empresas de la industria de alimentos arremetieron contra el etiquetado y, después de múltiples resistencias, el Poder Legislativo aprobó la modificación de la norma oficial mexicana (NOM051- SCF/SSA1-2010) en octubre de 2019, que advierte sobre los ingredientes que representan un riesgo para la salud (azúcares, grasas saturadas y trans, sodio y calorías). El nuevo etiquetado frontal se implementó a partir de octubre 2020 y remplazó al etiquetado frontal anterior conocido como Guí as Diarias de Alimentación de 2014; las cuales habían sido desarrolladadas por la industria sin seguir las recomendaciones de organismos internacionales (de la OMS, la OPS, Unicef y la FAO); además de que la mayoría de la población no las entendía. El Unicef confirmó en una publicación que el nuevo etiquetado tiene mayor nivel de comprensión entre la población, es fácil de entender para 83 por ciento de los mexicanos; el Instituto Nacional de Salud Pública encontró que el nuevo etiquetado resulta en intenciones de compras más saludables (Alianza por la Salud Alimentaria, Hoja informativa, 2020).
Además del etiquedado frontal, el gobierno de México construye un sistema integral desde 2019. El Programa Especial del Grupo Intersecretarial de Salud, Alimentación, Medio Ambiente y Competitividad contempla un diagnóstico sobre la mala nutrición, una campaña de alimentación saludable en medios, contenidos sobre vida saludable en los libros de texto, la prohibición de la siembra de maíz transgénico y el retiro gradual y progresivo del uso de glifosato, la estrategia de transición agroecológica, la revalorización del conocimiento de campecinos indígenas y productores de pequeña escala, y el Programa Sembrando Vida.
Es un hecho que existe en México una crisis sanitaria por la malnutrición. Las intervenciones de sanidad pública dirigidas a la salud subyacente de la población son una línea de acción prometedora para prevenir las pandemias.
*Secretaria general del Conapo
X: Gabrielarodr108