Ayer conmemoramos el Día del Maestro, jornada que reconoce la importancia de una de las más nobles labores de servicio a la sociedad. La docencia es una actividad clave no sólo por su papel en la educación formal de nuestras infancias y juventudes, sino por su influencia en la formación de identidad y de cultura, por su impulso al desarrollo personal de todos los estudiantes y por su poder de contribución a la formación de ciudadanías críticas y comprometidas con la realidad social.
No hay sociedad que se sostenga sin educación. La docencia no se agota en la transmisión de conocimiento, el núcleo duro de la tarea docente es el testimonio; el testimonio de quien comunica y educa más allá de la palabra, a través de modos de proceder y acciones concretas, a través de la congruencia con principios y valores innegociables, a través de la escucha atenta de quienes coinciden en el aula; es decir, a través del ejemplo ético capaz de orientar e inspirar a nuevas generaciones para comprometerse apasionadamente con una vocación y con la búsqueda del bien común.
Es por eso que, históricamente, la docencia ha sido uno de los oficios más respetados y honrados. Sin embargo, existe un distanciamiento cada vez más notorio entre el valor social que se atribuye a la docencia y el reconocimiento material y moral que se concede a los profesores en nuestro sistema educativo. Pareciera que, con el tiempo y la sucesión de cambios culturales y generacionales, los docentes han pasado de ser un actor central de la educación a un actor marginal encargado de la mera transmisión y operativización de los conocimientos elegidos como válidos y necesarios por las autoridades educativas en turno.
Esto ha sido así desde hace varias décadas, durante las cuales las políticas educativas paulatinamente han apostado por un modelo cada vez menos crítico y más funcional para una sociedad ordenada alrededor del mercado.
En este aspecto la propuesta de la Nueva Escuela Mexicana (NEM) puede reivindicar una de sus principales virtudes, pues otorga central importancia en el marco de los procesos educativos al aprendizaje situado y el desarrollo de aptitudes para el pensamiento crítico y el trabajo colaborativo. Sin embargo, ese potencial se ha visto severamente condicionado por las deficiencias en la implementación del modelo, pues sus lineamientos han sido poco aterrizados a la realidad de cada escuela y la endeble capacitación docente ha impedido una plena apropiación y ejecución del modelo.
Así, la NEM está hoy lejos de desarraigar los vicios de un sistema educativo subsumido a intereses políticos, corporativistas, sindicalistas y mercantiles, ni tampoco ha logrado atender las exigencias legítimas de los profesores que por décadas han demandado condiciones laborales a la altura de su papel central en este y cualquier modelo educativo. Hoy, la NEM, comienza a ser implementada con limitados recursos que las escuelas y su personal docente tienen a su alcance, a causa de la ausente previsión de tiempos y condiciones requeridas para concretar el giro educativo prometido por este nuevo modelo.
Estamos en el marco de un gran proceso electoral tras el cual se iniciará un nuevo ciclo gubernativo; ello supone una valiosa oportunidad para impulsar los cambios necesarios en el sistema educativo, de tal forma que se atiendan integralmente las necesidades de unidades escolares y comunidades, que se reconozca el papel de los docentes como actores fundamentales en la implementación de todo modelo educativo y que se les retribuya en equivalencia con la importancia de su labor.
Los partidos políticos deben incorporar con seriedad en sus propuestas las alternativas para atender las necesidades del profesorado y del sistema educativo, de tal suerte que la ciudadanía conozca y pondere las estrategias que cada opción propone para impulsar acciones educativas en beneficio del magisterio y, sobre todo, del estudiantado y la sociedad, destinatarios últimos de la acción educativa.
Autoridades y ciudadanía en su conjunto deben comprender que sin docencia no hay educación. Aun frente a las nuevas tecnologías que permiten el acceso ágil e instantáneo a la información, se requiere de un proceso pedagógico facilitado por un acompañante, el profesor, quien dinamiza la apropiación de los conocimientos entre el alumnado, y fomenta un espacio seguro, dialógico y libre para promover el crecimiento de los involucrados.
Ante la percepción cada vez más distorsionada de su labor, los maestros resisten. La transmisión de conocimientos dentro del aula es apenas una faceta de su arduo y apasionante trabajo. Los docentes son constructores de pensamiento crítico; gestores de la pregunta y la esperanza, observadores de las necesidades de sus estudiantes y sus entornos; acompañantes cercanos del caminar de los estudiantes; confidentes de inquietudes que no se reducen al ámbito educativo, sino que se adentran en las complejidades de la condición humana y su dinámica histórica.
Dicho de otro modo, quien se dedica a la enseñanza está llamado a ser promotor del crecimiento integral de las infancias y las juventudes.
Que la celebración del Día del Maestro se traduzca en reconocimiento duradero de su invaluable labor en beneficio de nuestra sociedad y que nos convoque a reivindicar sus exigencias históricas para garantizar condiciones dignas para el ejercicio de la docencia; si lo logramos será en beneficio del mejor desarrollo de las nuevas generaciones y del país.