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Para traducir, "necesito habitar en el universo del autor, en su cabeza y piel"

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En el libro, Ancira ahonda en la responsabilidad de las palabras: una sola de ellas mal interpretada es capaz de destruir la preocupación moral que subyace en una historia, refirió en entrevista con La Jornada.Foto Roberto García Ortiz
14 de mayo de 2024 09:41

Las personas tienen la idea de que un traductor está metido en su casa todo pálido, rodeado de libros y diccionarios, pero traducir dista mucho de eso. Al menos para mí. Hay tantos métodos de traducción como traductores sobre la faz de la tierra. El mío, para sentirme contenta, segura y tener el suelo más firme, es ir en pos de mis autores, conocer lo que conocieron, comer lo que comieron, leer lo que leyeron, de tal manera que cuando abordo una traducción, me siento con soltura para moverme dentro de su universo, compartió en entrevista con La Jornada la traductora Selma Ancira, a raíz de la publicación de su nuevo libro, El tiempo de la mariposa.

Editado por el sello Gris Tormenta como parte de la colección Editor, dedicada a las historias sobre los procesos que hay detrás de los múltiples oficios editoriales, la también fotógrafa relató que si bien escribir este ensayo representó una felicidad inmensa, en un inicio no estaba tan convencida de emprender el viaje para realizarlo.

“La editorial comenzó a coquetearme desde hace cuatro o cinco años para que colaborara con ellos, pero me defendía como gato panza arriba. Les decía que a mí me gusta traducir, no escribir. En el proceso me mandaron Perder el Nobel, de Laura Esther Wolfson, y editar Guerra y paz, de Mario Muchnik, ambos, parte de la colección, pero no cedí hasta que el año pasado vine a México. En ese momento llegaron con todos los ejemplares que habían editado y no me quedó más que acceder y comenzar a escribir.”

En El tiempo de la mariposa, Ancira narra las peripecias que le representó realizar la traducción de Zorba el griego, y profundiza en lo que llama el trabajo de campo de su oficio, que implica recorrer ubicaciones geográficas de la obra en la que está trabajando.

Por ejemplo, en su libro escribe sobre el recorrido que realizó en el Peloponeso, porque ahí se ubican la playa de Stupa y la mina que Kazantzakis y su protagonista explotaron en 1916, además de su visita a Creta, pues en esa isla nació el autor y en ella se desarrolla la novela.

Además, cuenta cómo fue a visitar a ancianos que habían conocido al autor para entender mejor el uso de ciertas palabras que Kazantzakis inventó, ya que no pudo rastrear su existencia en ningún diccionario.

“Necesito habitar en el universo del autor, en su cabeza y piel para sentir que lo que escribe pueda describirlo de forma coherente. Para mí, es importante que las palabras que empleo estén cargadas de contenido. Pienso en Marina Tsvietáieva, quien se suicidó en Elábuga, pequeña ciudad de Rusia, en la república de Tartaristán. Yo había escrito innumerables veces Elábuga y no me imaginaba nada, no me decía nada, a pesar de ser el sitio donde se quitó la vida la autora que amo.

Cuando visité la ciudad y recorrí el camino que ella hizo del puerto hasta el pueblo, conocí las calles y vi el gancho en el que se colgó, la palabra adquirió muchísima fuerza. Por el viaje ahora vivo esa palabra, la siento, y sé que al escribirla a los lectores les va a llegar distinto, más que la mera frialdad de siete letras juntas.

Todos esos autores resuenan en mi cabeza

Con su inconmensurable labor de traducción, Ancira ha revelado a los hispanohablantes el universo de la poeta rusa del siglo XX Marina Tsvietáieva, además de traducir a Tolstói, Ritsos, Chéjov, Pushkin, Kallifatides y Kazantzakis, autor del que se ocupa en este ensayo debido a la profunda influencia que tuvo en ella el personaje de la actriz Irene Papas en la película Zorba, el griego, “la bella viuda, cuyo rostro era la representación misma de Grecia.

Todos esos autores resuenan dentro de mi cabeza; me corren por las venas palabras que he traducido, las formas de expresar pensamientos que ellos tenían. Por momentos, al escribir este ensayo, me daba cuenta de que estaba escribiendo como Tsvietáieva, por ejemplo; hasta que por fin encontré mi voz, el ritmo de la prosa con la que me sentía cómoda.

Además, en el libro ahonda en la responsabilidad de las palabras, y dice que una sola de ellas, interpretada incorrectamente, es capaz de destruir la preocupación moral que hay detrás de una historia.

Cuando escribí eso estaba pensando en Tolstói. Siempre hay una preocupación moral detrás en sus libros, cuentos o novelas. Si como traductora, ya sea por desidia, por ignorancia o cualquier motivo, en vez de buscar todos los significados posibles de un verbo, al entrar en contacto con la palabra que sigue o precede, corro el riesgo de no dar con el sentido exacto y arruinar el pensamiento de Tolstói.

Ante la pregunta sobre los frutos que le dejó la obra de Kazantzakis, además de la labor de traducción del mismo, Ancira, con voz entrecortada y lágrimas de felicidad concluyó: Ahora soy una Selma Ancira enriquecida por el prodigioso canto a la vida que es Zorba. Alguien que trata de ver el mundo con los ojos que tiene el autor, como si fuera la primera vez que estoy viendo todo, con la mirada renovada, que intenta vivir la vida con su fuerza, como la primera vez.

Selma Ancira obtuvo el Premio Nacional de Artes y Literatura 2022 en el campo de Lingüística y Literatura por haber enriquecido el universo literario lector con espléndidas traducciones del ruso y del griego que ya forman parte del capital cultural de México; así, se convirtió en la primera traductora en ganar dicho galardón.

La autora recibió ayer, en el Foro Miguel Vélez Arceo de la Universidad de Veracruz, la medalla al mérito de esa casa de estudios, y el 17 de mayo a las 17 horas presentará El tiempo de las mariposas en la Unidad de Artes, donde la acompañará la escritora Mónica Lavín.

 
 

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