De vez en cuando, el futbol concede el regalo de las pequeñas justicias. En partidos donde los demás parecen peleados con el destino, Cruz Azul encontró ayer su hábitat natural.
Con los focos a toda potencia en el estadio Ciudad de los Deportes, manejó la presión de un escenario esplendoroso y dejó atrás a Pumas con un empate 2-2 (4-2 global) para avanzar a las semifinales de la Liga Mx.
Si la liguilla es el territorio cotidiano que mide tanto el estado de un equipo como el de su entorno, el de La Máquina por momentos pasó del optimismo al disgusto, como si existiera un extraño poder de atracción siempre ligado al sufrimiento, pues pese a empeñarse hasta ahora en una carrera sin estruendos, el equipo celeste jugó a la ruleta rusa y estuvo a punto de perder todo lo que había ganado.
Como los resultados proceden del esfuerzo y no sólo de la mejor posición en la tabla, los felinos creyeron hasta el final en conseguir una gesta parecida a la de 2020, cuando remontaron 4-1 en contra. El gol de Guillermo Martínez (51), en una jugada en la que César Huerta lo dejó solo con un centro frente al portero Kevin Mier, engrandeció su orgullo y el de cientos de seguidores que los acompañaron.
La sorpresa cambió de pronto todo el contexto, sobre todo en las gradas. De una bienvenida multicolor, con fuegos artificiales y canciones de Julieta Venegas, los seguidores de La Máquina recordaron el viejo grito de guerra ¡Pongan hueeevos, azuuules pongan hueeevos!
, como hace tiempo no lo hacían en la colonia Nochebuena.
A moler café
Además de esa sonoridad retumbante, la serie entre ambos dejó momentos de alta tensión con aires de la vieja escuela: equipo de jugadores curtidos, ásperos si es necesario, pero que no se arrugan fácilmente ni se dejan intimidar por el nombre del otro. Grano por grano, La Máquina entonces fue moliendo café.
Cualquier análisis del empate puede resumirse en las decisiones del técnico celeste Martín Anselmi, para quien la intensidad no tiene descanso. El argentino mandó al campo a Alexis Gutiérrez, como intuyendo lo que podía pasar en los minutos finales, y el joven, formado en las categorías menores del Guadalajara, respondió con una definición exquisita para el 1-1 (76).
A partir de entonces, los recuerdos de viejas derrotas y presuntos fantasmas volaron hacia otro sitio. César Huerta recuperó la ventaja para Pumas (85) ya cuando la obligación era de tres o más disparos, pero la expulsión de Nathan Silva, combinada con el voraz apetito de los delanteros de los celestes, finiquitaron la serie.
Lorenzo Faravelli (90+1) convirtió el 2-2 y confirmó, de algún modo, que nada de lo mostrado en la fase regular del torneo fue obra de la casualidad.
A la espera de su rival en semifinales, al cuadro de La Noria le restan cuatro encuentros más para alcanzar el gran objetivo, ahora con la música de Julieta Venegas, como en el anuncio de la renovación esperada de Anselmi como entrenador: Dime si tú quisieras andar conmigo oh, oooh oooh oooh
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