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Economía Moral

10 de mayo de 2024 07:42

Al continuar David Roberts (DR, History of the Present. The Contemporary and its Culture, Routledge, 2021) su análisis de las contribuciones de György Márkus (GM) en el tema de la cultura, señala que “las presuposiciones de la teoría de GM de la sociedad moderna como la sociedad que se conoce a sí misma como cultura, están dadas en las interpretaciones de Kant y Hegel de la sociedad ilustrada. Según GM, Kant y Hegel comparten un sentido común de los límites prácticos de la Ilustración. El optimismo de Kant sobre la existencia de un público capaz de ilustrarse a sí mismo se basaba en la convicción de que la libertad de pensamiento iba de la mano con la libertad de comercio, especialmente del mercado del libro. Pero Márkus apunta que la preferencia del público por las novelas en vez de por las ideas mostró que la comercialización de la literatura traicionó los fines de la Ilustración. El círculo virtuoso de la esfera pública se vio oscurecido por el círculo vicioso del interés privado. Márkus reconstruye el entendimiento hegeliano de la modernidad cultural como el resultado final del proceso histórico mundial de crecimiento de la autoconciencia, al que Hegel llamó Bildung. La cultura concebida como Bildung refleja, según GM, el compromiso de Hegel con la idea fundamental de la Ilustración: la emancipación de la individualidad racional y autodeterminada, para la cual el cultivo de la razón y la voluntad es un valor en sí mismo. Pero el individuo autónomo de Hegel, como el público autoilustrado de Kant, son postulados en la práctica confinados a pocos. La pérdida de un hogar espiritual embrujó el siglo XIX y más allá, señala DR, y convirtió la secularización en la religión de la pérdida de la religión, la religión del duelo por la totalidad perdida de la cultura. La preocupación de Hegel se centró en el abismo abierto, entre la élite educada y las masas, por el declive de la religión y las creencias compartidas. La destrucción, por la modernidad, de todas las tradiciones culturales, es personificada por el museo, monumento burgués a la paradoja hegeliana del progreso, y que pone de manifiesto el empobrecimiento espiritual de los individuos modernos emancipados de las ligas tradicionales. Esta emancipación significa para GM el vaciamiento del individuo de todo contenido sustantivo y de todo propósito, como la consecuencia alienante de la transformación progresiva de cada esfera del orden institucional en un mecanismo autónomo que, impulsado por su lógica objetiva, impone requerimientos cada vez más estrechos, rígidos e impersonales al individuo. DR dice que la reconstrucción que GM lleva a cabo de las contradicciones de la modernidad cultural muestran que no hay solución al problema de la cultura cuando ésta se concibe en términos de desencanto histórico. Lukács absolutizó la obra de arte como experiencia estética total, capturada en la unidad de forma objetiva y espontaneidad subjetiva. Lukács aprehende la obra de arte como solución de las contradicciones fundamentales de la vida, pues presenta como totalidad estética el a priori de toda experiencia. Para él, la posibilidad de la obra de arte reside en la armonía prestablecida entre forma y contenido. La obra de arte es la única fuente de valor estético. La trascendencia absoluta de la obra de arte en relación con autores y receptores empíricos determina la normatividad de producción y recepción, objetivada en la obra. Es esto a lo que DR llama el esquema absoluto de la triada de GM de Autor, Obra y Receptor.

El último paso, dice DR, se refiere al concepto lukácsiano de forma. En palabras de GM: “Para Lukács, forma designa todas las funciones conectadas con la creación de significado. Permite que la multiplicidad de hechos, eventos y otros elementos de la vida sean ordenados en estructuras significativas, patrones organizados de significado. (En consonancia, la forma se relaciona no sólo con la esfera del ‘espíritu absoluto’ sino también con el del ‘espíritu objetivo’).” Lukács define su posición, según GM, como rechazo de la reducción, por Hegel, de todas las formas de constitución trascendental a un único tipo lógico, en favor de la pluralidad y autonomía de las distintas esferas. La teoría de la modernidad cultural de GM tiene dos dimensiones: 1) la estructura de validez que es común a las artes y las ciencias y permite hablar de su paradójica unidad, y 2) la historicidad como proyecto de la alta cultura (AC) de la modernidad. DR aborda el primer punto, señalando que llama a este esquema la relación cultural que comprende los tres roles funcionales de Autor-Obra-Receptor, cada uno definido por los requerimientos y expectativas normativas del rol. Estos roles normativos, dice GM, no definen prescriptivamente el carácter actual de estas prácticas ni los criterios evaluativos efectivos de sus resultados. No son (en terminología kantiana) de carácter constitutivo, sino sólo regulativo. Sólo indican las condiciones delimitantes que deben cumplirse para que algo sea considerado como perteneciente a la esfera general y al dominio particular de la cultura. Esta normatividad regula también quién tiene derecho a participar. La AC no está abierta para todos. La unidad paradójica de la cultura de GM remplaza las grandes narrativas de la crisis de la cultura en la modernidad por la constitución autorregulada de una sociedad de la cultura. Contra la tradición germana de crítica cultural, GM defiende la concepción kantiana de la AC de la modernidad como sucesora del espíritu absoluto de Hegel. GM legitima la vida particular de la cognición y, por tanto, la modernidad. Rechaza las narrativas de la tragedia de la cultura, de la muerte del arte, que en sus diferentes formas rescriben la Ilustración hegeliana del arte en términos de la hostilidad mortal de la ciencia al arte. El progreso de las ciencias se presenta como la némesis del arte. GM remplaza la relación antitéticamente destructiva entre las artes y las ciencias por la complementariedad de los dos dominios, que considera esencial para la vitalidad continuada y la reproducción de la alta cultura. La insistencia de GM en la paradójica unidad de la cultura como condición de su funcionamiento, dice GM, se dirige precisamente a las ilusiones fatales y consecuencias de todas las críticas simultáneamente totalizadoras y unilaterales que pretenden haber superado las antinomias de la condición moderna. La autonomía de las artes y las ciencias como dominios autorregulados, separados de funciones sociales directas, aísla la normatividad de todas las demandas externas imperativas al mismo tiempo que convierte la normatividad en una función del sistema histórico evolutivo y cambiante. La narración de GM no está atada a una visión terminal de la modernidad y la decadencia de la cultura. No hay dioses, viejos o nuevos, esperando para salvarnos. La AC de la modernidad es más bien un fenómeno histórico, que es clásico porque estuvo cerca de realizar la concepción kantiana de la sociedad moderna como una sociedad de la cultura. La teoría de GM contiene diversos indicadores para teorizar la cultura contemporánea que abordaré en la próxima entrega, siguiendo a DR.

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