Terminator existe, pero no tiene forma humana ni está programado para tomar decisiones autónomas y causar daño por su cuenta. Es un sistema militar, con personas detrás de las máquinas, que refinan las huellas digitales de cientos de miles de individuos, esperan fríamente que algunos de ellos lleguen a su casa y disparan bombas “tontas” que matan a familias, vecinos y, en ocasiones, a barrios enteros.
Mucho se ha escrito por estos días de las tres máquinas de matar del Ejército israelí, frutos de un notable desarrollo de la inteligencia artificial y de la filosofía del escuadrón de la muerte. Lavender localiza a los individuos condenados a morir a partir del cruzamiento de millones de datos digitales; The Gospel identifica edificios e instalaciones supuestamente utilizados por supuestos militantes antisionistas, y Where’s Daddy (¿Dónde está papá?) es el nombre obsceno de la tercera plataforma, desde la cual se ordena lanzar los cohetes cuando el objetivo llega a su casa y lo delata el pin de su teléfono o una cámara de vigilancia. Los “daños colaterales” son atroces. Mueren los hijos, la madre, la abuela, los vecinos y, a veces, el barrio entero queda reducido a escombros.
Ochenta por ciento de la información que Israel maneja para los asesinatos masivos en Gaza viene del clon de la Agencia de Seguridad Nacional de EU, la Unidad 8200, perteneciente a los cuerpos de inteligencia de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), cuya misión es la captación de señales y el descifrado de códigos. El robo de datos al por mayor y la vigilancia digital masiva ha deshumanizado a tal punto el espionaje israelí que sus modelos apuntan a “precriminales”, es decir, individuos que ni siquiera han cometido un hecho violento, pero la máquina ha estimado y prefabricado su comportamiento futuro.
Hasta ahora ni Israel ni sus socios han desmentido que la Unidad 8200 produce esas máquinas de muerte y que las usan cotidianamente. Sin embargo, apenas se habla de la relación entre los servicios de inteligencia y el mundo de la empresa privada, un detalle no menor en la investigación que realizó el medio israelí Local Call (y su versión en inglés, 972 Magazine). Publicado en abril y reproducido en algunos de los principales medios del mundo, el estudio que reveló este programa de localización y asesinato masivos también dio cuenta de la muerte de personas inocentes cuyo único delito ha sido estar en el mismo grupo de WhatsApp que un presunto enemigo de Israel.
Hay varios problemas gravísimos con esta evidencia. Cualquiera de nosotros comparte algún grupo de WhatsApp donde hay extraños. En Gaza, los sobrevivientes de la guerra utilizan los chats de mensajería para encontrar a sus familiares y lugares donde puedan proveerse de medicinas y comida. ¿Quién está a salvo de Terminator entonces? ¿Quién puede escapar de una base de datos que crea modelos “precriminales”, que tiene memoria, que se equivoca escandalosamente y, sobre todo, que obedece a diseños militares para prácticas de exterminio?
No es nuevo que las plataformas de redes sociales son el Gran Hermano ni que WhatsApp miente cuando nos recuerda que es una aplicación de mensajería privada con “datos cifrados de extremo a extremo”. No. La novedad que aporta el medio israelí es que Meta tiene las manos manchadas de sangre palestina. Ayuda a localizar “precriminales” y utiliza a todos los usuarios de la plataforma como extras de una superproducción de truculentos efectos especiales con base en juguetería de la muerte.
El investigador Paul Biggar, fundador de Tech For Palestine, con sede en Nueva York, ha documentado que los principales directivos de Meta no esconden sus estrechos nexos con Israel. El director de Seguridad de la Información de la empresa, Guy Rosen, es israelí y formó parte de la Unidad 8200, que administra Lavender. Mark Zuckerberg, fundador y director ejecutivo de la empresa, donó personalmente 125 mil dólares a Zaka, la organización ultraortodoxa israelí que difundió las historias falsas de bebés decapitados, mujeres embarazadas destripadas y 20 niños atados y quemados, que sirvieron de pretexto para la escalada en Gaza. La ex directora de operaciones y actual miembro de la junta directiva de Meta, Sheryl Sandberg, está de gira internacional para publicitar su película Screams Before Silence, el último intento de revivir la desacreditada propaganda de las “violaciones masivas” del 7 de octubre de 2023. Siete meses después de esa fecha que marca el comienzo del nuevo apocalipsis palestino, Israel no ha podido presentar ni una sola de las supuestas víctimas.
De todas las agresiones que transmite el actual desorden internacional, la más lacerante es contra Palestina. Se ha convertido en una herida expresamente abierta para que nunca cicatrice y polígono de pruebas de las armas de la inteligencia artificial que deshumanizan por completo a los pueblos agredidos. Es en Gaza donde Terminator ha aprendido a balbucear su famosa sentencia de muerte: “Hasta la vista, baby”.