Desde el martes pasado, al menos 11 estados del país han experimentado cortes temporales en el suministro de electricidad, lo que ha provocado malestar entre los afectados y dado pie a manifestaciones de preocupación
en torno a las capacidades del sistema eléctrico nacional, en particular de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) para proveer la energía que requieren hogares y empresas. Como sucede con cualquier acontecimiento de interés público, la mejor manera de abordarlo y posicionarse al respecto es hacerse de información confiable y rechazar a quienes generan rumores y pánico para su beneficio personal o faccioso.
El dato central en este episodio es que desde el pasado 3 de mayo México padece una ola de calor estacional agravada por el cambio climático y el fenómeno meteorológico El Niño. Desde esa fecha, todo el territorio nacional ha registrado temperaturas que van desde 30 grados Celsius hasta rebasar los 45 en entidades como Campeche, Chiapas, Guerrero, Michoacán, Oaxaca, San Luis Potosí, Tabasco, Tamaulipas, Veracruz y Yucatán. El 7 de mayo, día en que comenzaron a producirse los apagones, la Ciudad de México tuvo el calor más intenso del que haya registro para ese punto del año. Los golpes térmicos desatan el segundo elemento de esta problemática: el aumento en la demanda de energía por un uso más prolongado e intenso de ventiladores, aparatos de aire acondicionado, refrigeradores y congeladores, todos ellos dispositivos de alto consumo. Finalmente, esta semana se dio la confluencia de dos factores que terminaron por desencadenar los cortes: una falta de viento que tiró la generación de energía eólica por debajo de las previsiones del Centro Nacional de Control de Energía (Cenace), y un pico de demanda nocturno, cuando no se dispone del recurso solar. Al producirse un desequilibrio entre la demanda y la capacidad de generación, las plantas se salen
de la red eléctrica a fin de proteger sus sistemas, lo cual empeora la disparidad y lleva a que el Cenace disponga cortes del suministro para volver a una situación de balance. Cabe destacar que las tres instalaciones que se retiraron el martes 7 son operadas por la iniciativa privada, como también lo son los campos eólicos y solares que no entregaron las cuotas previstas.
En todos los casos, la CFE administró los cortes de manera escalonada, con el objetivo de que la afectación durase el menor tiempo posible: en vez de restringir a una zona durante dos horas, se corta en varias zonas por 20 minutos en cada una. Asimismo, la energía adicional que permitió recuperar el equilibrio y restablecer el servicio en todos los sectores fue provista por la empresa del Estado, no por las privadas, que tienen en sus manos la mitad de la generación nacional. Por último, debe mencionarse que en ningún momento la demanda excedió a la producción en términos absolutos (es decir, se siguió produciendo más energía de la requerida), pero Cenace declaró los estados operativos de emergencia (en lenguaje llano, los cortes) para mantener el margen de reserva operativo (un excedente de capacidad respecto a la demanda que, por protocolos de operación del sistema eléctrico, debe mantenerse en todo momento a fin de garantizar la continuidad del suministro).
Los apagones de esta semana obligan a realizar varias consideraciones. En primera instancia, suponen un recordatorio de que las fuentes de energía limpias sólo pueden implementarse a condición de que existan sistemas de respaldo robustos y todavía costosos, pues una sociedad moderna no puede parar sus actividades cuando se detiene el viento o se oculta el sol. En el diseño de la red eléctrica heredada de los gobiernos neoliberales, el costo de todos esos respaldos tuvo que asumirlo la CFE, que también es la entidad que da la cara a los ciudadanos y da mantenimiento al sistema, mientras las firmas privadas cobran la generación (no pocas veces con contratos leoninos) y se desentienden de todas las fallas en las que se encuentran involucradas sus plantas. También son una advertencia acerca de los efectos del cambio climático y de la necesidad de racionalizar el uso de recursos, que no puede quedar librado a la voracidad del mercado, sino ajustarse a las capacidades y límites del planeta.
Es lamentable, finalmente, que en esta circunstancia algunas voces empresariales, políticas y mediáticas hayan recurrido al bulo y la desinformación para tratar de capitalizar con propósitos de golpeteo propagandístico.