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Xóchitl y Claudia

07 de mayo de 2024 00:04

Dijo que en el segundo debate iba a ser ella misma y lo cumplió. Llegó con huipil de algodón egipcio, de color índigo, y seda tailandesa, según mencionó de su vestido la propia Xóchitl Gálvez, y abrió sus modos y su educación afincada en la vulgaridad: “Ahora vas a ver lo que te voy a decir”, pronunció con modito pendenciero en una de sus primeras intervenciones y no paró en el denuesto, la garrulería, la mentira monda y lironda, el infundio cínico, como el señalamiento de narcocandidata que fabricaron oficinas de especie bajuna del gobierno gringo –como la DEA– y difunde The New York Times y la ultraderecha de al menos España y Argentina. La “indígena” se mostró como lo que es: pieza de esa campaña infame contra el Presidente y contra Claudia. ¡Cuánto le falta por ganar en calidad a nuestra democracia!, qué lejos de México está la candidata prianista.

El martes pasado, en la UNAM, en un ambiente apartado del rezongo y el codazo, Claudia Sheinbaum hizo una exposición ejemplar de una parte preponderante de su programa de gobierno: la educación. Académicos, científicos, médicos y humanistas de varias casas académicas oyeron una síntesis sobre esta materia crucial.

Dio información acerca de sí misma: quién es la mujer que será la primera Presidenta de México. Sus raíces familiares y sociales, su formación académica y política: el CCH-Sur, física por la UNAM, doctorado en ingeniería en energía. Una vida entre científicos. Su frecuente participación en movimientos sociales y políticos: el CEU, la lucha frente a la ruptura del PRI y la entronización salinista del neoliberalismo, la estudiantil por los derechos de todos a la educación, las luchas de las mujeres, la de AMLO y de Morena; por fin, el gobierno de la 4T con el principio de “por el bien de todos, primero los pobres”, y con los valores de democracia –frente al autoritarismo neoliberal–, justicia –englobando de fondo a la justicia social– y honestidad. Y su vida académica en la investigación y en la formación de profesionales.

Sus palabras emocionadas sobre su paso por la UNAM fueron el proemio a la presentación de una clara visión sobre el futuro desarrollo y bienestar de México. Educación, ciencia, tecnología y humanismo “para la prosperidad compartida”, que es el modo como ella expresa también la máxima de “por el bien de todos, primero los pobres.” Desde esta óptica es “impensable”, sostiene, que haya jóvenes que no tienen acceso al bachillerato y a la universidad si desean estudiar una profesión. “La educación abre la puerta a un país de paz, de prosperidad y de justicia”, afirmó.

Cada gran problema lo visualiza Claudia en sus interconexiones reales, por eso plantea la necesidad de enfoques interdisciplinarios. Ejemplifica con el caso del agua, el del cambio climático y el de la salud. El del agua es un tema social, un tema tecnológico, un tema ambiental, un tema de ingeniería. Por lo menos. Necesitamos la concurrencia y el aporte de distintas disciplinas para conseguir un resultado óptimo. Para la adaptación y para la mitigación ante el cambio climático, necesitamos a los científicos, a los tecnólogos, a los ingenieros, a los humanistas. La salud universal, asimismo, presenta retos formidables que es preciso abordar desde diversas disciplinas. Todos, temas vinculados con la justicia social y, por lo tanto, cada uno es asunto de derechos.

Es preciso, insiste, aprovechar la relación con América del Norte y la tendencia a la relocalización, con un enfoque global nacional, a efecto de conseguir articular esa tendencia a las cadenas de valor del país. No más una economía basada en salarios de hambre, tan propia del neoliberalismo. La inversión del exterior es bienvenida, pero en un marco de derechos sociales.

En su visión es preciso poner el acento en, al menos, 22 polos de bienestar y desarrollo; 12 en construcción en el sur-sureste y 10 más en el resto del territorio, con un enfoque de vocación territorial. Ya sean los recursos naturales o el turismo, la electromovilidad o las fuentes renovables de energía... En cada polo de bienestar y desarrollo debe florecer la ciencia aplicada y la tecnología. Que produzcamos nuestros propios autos eléctricos y nuestros trenes, por ejemplo. Claudia terminó su sucinta exposición con ese estado de ánimo exaltado que llamamos entusiasmo. El gran tema de la educación da para eso.

Sugiero pensar en la posibilidad de canales educativos de formación algo distintos, adicionales a las vías ordinarias de la educación de bachillerato y superior. Aprovechando quizá la experiencia de las universidades del Bienestar, podría pensarse en una formación de profesionales para el bienestar y el desarrollo, vinculada con los 22 polos previstos en el programa de Claudia. Las áreas básicas podrían ser matemáticas, ciencias, tecnología y economía. Una formación profesional ligada con la vocación territorial de los 22 polos, ya sea la producción de alimentos, la pesca, el desarrollo agrícola y pecuario, la energía, el turismo, el desarrollo y la articulación manufacturera…

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