Casi en su fin, ha llegado el momento de comenzar los balances del régimen actual. El empoderamiento social, subterráneo y silencioso, aunque precario, es quizás el mayor legado de este sexenio, que ha abierto una ventana de esperanza a los mexicanos. Todo ello a pesar de las lamentables contradicciones, claroscuros e incongruencias del régimen, comenzando por las vergonzosas actuaciones y corruptelas de Morena, el partido en el poder.
Este legado no ha constituido un objetivo explícito, sino una mera derivación de una política esencialmente social demócrata dedicada a separar el poder económico del poder político, característico del neoliberalismo, y de buscar la conciliación de ambos poderes.
La 4T fue un gobierno de izquierda sólo en el discurso y una social democracia en la práctica. Un verdadero gobierno de izquierda es aquel que tiene como objetivo supremo empoderar a la sociedad civil, facilitando su organización, autogestión, autosuficiencia y autodefensa. Los apoyos de su política social a los sectores más desfavorecidos son, sin duda, encomiables y legítimos, pero no conllevan necesariamente su empoderamiento.
Más allá de esta realidad, en los pisos más de abajo del país, se multiplican, ensanchan y maduran miles de iniciativas, proyectos y procesos de empoderamiento local, comunitario, y microrregional, que por lo común permanecen fuera de los reflectores de los medios y de las batallas político electorales.
Aquí conviene hacer una depuración. Una cosa es la dimensión que prevalece en la insana política del país en la que domina la simulación, las alianzas vergonzosas, la demagogia y el vacío o superficialidad ideológica, y otra las acciones en territorios concretos por las miles de iniciativas ya existentes o promovidas durante este régimen. Las segundas comparten un mismo rasgo: todas batallan por el bien común, la justicia ambiental y la equidad social, y son actuadas por individuos con conciencia. Todas reconocen la existencia de la naturaleza; es decir, son acciones ecológicas o agroecológicas, y practican la economía social y solidaria, la democracia participativa y la dignificación de las mujeres.
Identifico tres grandes programas de la 4T que realmente empoderan. El primero es Sembrando Vida, ejecutado por 455 mil sembradores, en más de mil municipios, en una superficie de 1.2 millones de hectáreas y organizados en 18 mil cooperativas o CAC (Comunidades de Aprendizaje Campesino), muchas de las cuales forman cooperativas de cooperativas.
El segundo son las llamadas Escuelas de Campo de la Secretaría de Agricultura, que en número de 4 mil 200 aglutinan a unos 300 mil pequeños productores. Inspirados en estos dos programas, al menos cuatro gobiernos estatales mantienen proyectos paralelos (Michoacán, Oaxaca, Quintana Roo y Veracruz).
El tercer programa es la Escuela es Nuestra, que promueve la participación de la comunidad escolar mediante la conformación de un Comité Escolar de Administración Participativa (CEAP), que decide, en acuerdo con la asamblea conformada por padres y maestros el uso de los recursos destinados a dignificar las condiciones de los espacios educativos públicos (prescolar, primarias y secundarias), en planteles ubicados en localidades con índices elevados de marginación o rezago social. En 2024 se invirtió la histórica cifra de 30 mil millones de pesos para atender ¡más de 90 mil escuelas! (laescuelaesnuestra.sep.gob.mx/).
Estas iniciativas de la 4T se han sumado a las ya existentes, que hacia 2014 ya sumaban más de mil en sólo cinco estados (Oaxaca, Quintana Roo, Michoacán, Puebla y Chiapas), según lo documentó nuestro libro Regiones que caminan hacia la sustentabilidad (patrimoniobiocultural.com/producto/ mexico-regiones-que-caminan-hacia-lasustentabilidad/), además de la elección de autoridades que realiza de manera directa y sin partidos políticos 70 por ciento de los municipios de Oaxaca, o la organización regional que mantienen 240 comunidades indígenas de la Sierra Norte de Puebla en defensa de su territorio.
En la segunda parte de este ensayo argumentaré sobre la necesidad de que la 4T evolucione hacia un régimen de izquierda que empodere lo social, dejando la limitada ideología basada en el nacionalismo, la historia exclusiva del país (200 años), el “primero los pobres”, la soberanía nacional petrolera y gasífera y la negación de la existencia de la naturaleza, para conectarse con una visión universal que integre a todos los ciudadanos (salvo la minoría de explotadores), gire hacia las energías alternativas (solares y eólicas), e integre a los mexicanos a la especie o humanidad, única manera de enfrentar el desequilibrio ecológico global y la mayor inequidad social de toda la historia.
Más que un “segundo piso”, se requiere un salto hacia una Quinta Transformación, que será ya una mutación de dimensión civilizadora.