Tanto Rusia como Ucrania están inmersos en una suerte de carrera contra reloj hacia metas distintas para, el primero, avanzar lo más posible, sobre todo en la región de Donietsk en dirección a la estratégica plaza de Chasiv Yar y, el segundo, para comenzar a usar el armamento de Estados Unidos que incluye el reciente paquete de 60 mil 850 millones de dólares, durante meses bloqueado en la Cámara de Representantes.
Cuando falta ya muy poco para el Día de la Victoria sobre el nazismo alemán en la Gran Guerra Patria, como denominan los rusos la Segunda Guerra Mundial, el Ministerio de Defensa reporta casi a diario la conquista de pequeños poblados, pero todo indica que no se podrá cumplir la orden del Kremlin de hacer coincidir la toma de Chasiv Yar, reforzada con fuerzas especiales ucranias, con el 9 de mayo, fecha de la fiesta más entrañable para los rusos por el alto precio en vidas humanas que tuvo que pagar el pueblo soviético para derrotar a los agresores hitlerianos.
ConSciente Kiev de que la entrega de armas de mayor alcance (los sistemas de misiles ATACMS y HIMARS, entre otros) por parte de Washington, que ofrece una inyección de moral a sus tropas, no es suficiente para pasar a la ofensiva y recuperar territorios, cree que debe servir para frenar los avances rusos y atacar su retaguardia, prolongando las hostilidades de modo indefinido, al menos durante todo 2024, en tanto recluta y prepara más soldados, proceso que transcurre con dificultades, sin lo cual no podrá retomar la iniciativa en el frente.
El desbloqueo del Congreso estadunidense también influyó en mejorar el ánimo del resto de países de la OTAN, que anunciaron su intención de crear un fondo de 100 mil millones de dólares para suministro de armas a Kiev, mientras éste lleva meses esperando recibir los primeros cazas F-16 de los más de 70 aparatos que Bélgica, Dinamarca, Noruega y Países Bajos se comprometieron a transferir a Ucrania y que, a juicio de los expertos, pueden ayudar a superar el actual desequilibrio de fuerzas aéreas.
A todo esto, el desglose del paquete estadunidense, que esta vez se dio a crédito, salvo los 7 mil 850 millones de dólares de ayuda financiera a fondo perdido, representa para Kiev una deuda de 53 mil millones de dólares que, llegado el momento, querrá cobrar Washington, esté quien esté en la Casa Blanca.