Cuauhtémoc Cárdenas, figura clave de la transición democrática y la lucha contra la desigualdad en México, cumplió 90 años este 1º de mayo. Los ha vivido como actor central de la historia política en el país. Está de muy buen humor.
En su despacho, reflexiona para La Jornada sobre momentos claves de su trayectoria pública, rodeado por un lienzo de Alfredo Zalce y un enorme retrato de Hermegildo Galeana pintado por Ramón Alva de la Canal; de fotos suyas con su esposa Celeste Batel (fallecida el año pasado) y de instantáneas de sus campañas; de bustos del general Lázaro Cárdenas y de centenares de libros, como uno sobre Sacco y Vanzetti.
Senador y gobernador de Michoacán, artífice de la formación de la Corriente Democrática del PRI, tres veces candidato a la Presidencia de la República, víctima en 1988 de un escandaloso fraude electoral y primer jefe de Gobierno de la Ciudad de México elegido democráticamente, sostiene que llegar a 90 años no es ninguna gracia. Es producto de tener buena salud y no haber tenido ningún accidente en el camino
. Con memoria precisa, narra su travesía desde el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) hasta nuestros días.
Dedicado a la búsqueda de soluciones a los problemas del país, sostiene que no hay cardenismo. Lo que existe –dice– es un gran movimiento que fue la Revolución Mexicana, que se actualiza y mantiene el ideal de igualdad, democracia amplia y soberanía. A continuación, parte de esta entrevista.
–¿Qué tan difícil es llevar el apellido Cárdenas?
–Siempre tuve ese apellido. Era una cosa natural. Desde niño tuve idea de quién era mi padre políticamente. Siempre fue muy cercano, muy cariñoso. Estaba interesado en lo que hacía, en lo que pensaba, en mis estudios. Estuvo muy cerca de mis amigos. Yo fui hijo único de mis padres. Siempre hubo muchos amigos en casa.
Cuando tuve posibilidad de participar políticamente, el nombre contaba. Estaba muy consciente de ello. Tenía que cuidar ese aspecto, no haciendo tonterías o haciendo las menos posibles.
–Fue parte del MLN (1961-1964).
–Participé en el Movimiento de Liberación Nacional. Fue muy importante, muy formativo. Se buscaba cumplir con los objetivos de la Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, Emancipación Económica y la Paz, de 1961.
Estuve en esa conferencia como observador. Cuando se crea el MLN, tengo oportunidad de participar más activamente. Esto me permite recorrer diversas partes del país, promoviendo el movimiento.
–¿Cómo vivió el movimiento estudiantil del 68?
–De lejos. Desde el 64 hasta el 69 estaba al frente de un proyecto de ingeniería en la cuenca del río Balsas en Michoacán. Seguí el movimiento estudiantil de lejos. El 2 de octubre estaba en la Ciudad de México, en la casa con mis padres. Empezaron a llegar noticias de que estaba sucediendo algo en Tlatelolco. Estábamos muy preocupados por lo que pasó ese día y por los universitarios presos.
El ingeniero afirma que llevar el famoso apellido siempre ha sido una cosa natural y que llegar a los 90 años no es ninguna gracia. Foto Luis Castillo
Incursión en el PRI y Corriente Democrática
–¿Cómo incursiona en política electoral?
–Mi primera participación electoral es en el 76, como candidato a senador por Michoacán. Mi padre había fallecido en el 70. Me invita el licenciado López Portillo. Le digo que no, que sí tengo interés en colaborar en su gobierno si se abría una oportunidad. En un trayecto en lancha entre Pátzcuaro y Janitzio me pregunta que por qué no acepto el reto de una campaña. Le respondo que si eso le sirve, lo hago.
Fue muy aleccionador. Recorrí todos los municipios de Michoacán. Estuve sólo tres meses en el Senado porque me invita López Portillo a ser subsecretario forestal.
–¿Por qué rompe con el PRI?
–Estuve al frente del gobierno en Michoacán del 80 al 86. Había muchas cuestiones con las que yo y otras personas no estábamos de acuerdo. Lo platicábamos en reuniones de amigos. Había presos políticos, un fuerte deterioro social y disminución en los niveles de vida.
“Saliendo de una asamblea extraordinaria del PRI, coincido con Porfirio Muñoz Ledo. Nos manifestamos nuestras preocupaciones. Quedamos de reunirnos. Comimos y acordamos compartir estas inquietudes con algunos amigos.
“Hicimos una pequeña relación de unas 10-12 personas. Nos reunimos en casa de Ifigenia Martínez. Más adelante, nos enteramos de una entrevista de Muñoz Ledo en el Unomásuno, en la que hablaba de una corriente democratizadora crítica. Nos sorprendió. No estábamos enterados. Se aceptó el nombre.
“Terminaba mi gestión en el gobierno de Michoacán. Recorrimos el país. Planteamos dos cuestiones. Las sociales: educación, salud, niveles de vida. Y que el PRI abriera internas para elegir a su candidato. Esto llevó a chocar con el partido. Inventaron aquella pasarela de dizque precandidatos, en la que participaron seis funcionarios.
“Teníamos que decidir: o nos vamos a nuestras casas o nos sumamos a la candidatura oficial o lanzamos una candidatura que pida el voto en el círculo blanco. Tres partidos se habían quedado colgados de la brocha. El destape no les resultó y se desconectaron de sus contactos con el gobierno. Se acercaron a ver si aceptaba ser su precandidato. Cuando se viene la candidatura de Carlos Salinas, la decisión que tomó el grupo fue ‘vámonos’. Arrancamos como candidato presidencial de tres partidos.”
–¿Respondió con la suficiente energía después del fraude del 88?
–Después de la elección, se llamó a realizar actos de resistencia civil. No teníamos acceso a medios. Radio y televisión estaban cerrados. No había con qué pagar desplegados en prensa escrita. Se llamó a que hubiera apagones. Se dieron muy limitadamente. No teníamos capacidad para convocar acciones en todo el país.
Habíamos llamando a actuar dentro de la legalidad, sin violencia ni choques. No habíamos juntado ni piedras ni resorteras ni nada que se le pareciera. Sabíamos que al interior del Palacio Nacional había una capacidad de fuego que, si hubiéramos querido tomarlo, quién sabe qué hubiera pasado. La salida fue hacer un partido político para llevar adelante los objetivos planteados en la campaña.
Primer jefe de Gobierno capitalino
–Fue el primer jefe de Gobierno de la Ciudad de México democráticamente electo.
–Al entrar el nuevo gobierno, de Ernesto Zedillo, se da el error de diciembre. Se produce una fuerte crisis económica, política y rural. Se abrió la posibilidad de elegir por primera vez a un gobernante en el Distrito Federal. Se dan nuevas facultades a la Asamblea Legislativa y se abren los medios. Eso significó un cambio muy importante.
(A mediados de 1997) se tiene un gobierno de oposición en la capital de la República y una asamblea local mayoritariamente de oposición. Además, el partido oficial pierde la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. Fueron cambios muy importantes, que se dan a partir de la apertura en la Ciudad de México.
Los zapatistas
–En su campaña del 94 fue a la selva y habló con los zapatistas. ¿Qué lo motivó?
–Si se estaba buscando la Presidencia, no podía no reconocerse que había un conflicto político y social en la selva de Chiapas. Se tenía que buscar cómo atenderlo y resolverlo. Es un conflicto que sigue existiendo, pues los Acuerdos de San Andrés no están cumplidos. Insisto en que tendrían que cumplirse.
“De ahí en adelante mantuve relación con los zapatistas buscando que pudiera llegarse a algún acuerdo. Fuimos varias veces en los primeros meses del 94 y también durante el gobierno de Zedillo; en alguna ocasión con el licenciado López Obrador, con Rosario Ibarra. Otras veces con mis hijos Lázaro y Cuauhtémoc. Después hubo algunos malentendidos. Siempre respeto lo que hacen los zapatistas. Creo que está en su papel y obligación mantener viva la llama que encendieron en el 94.
–¿Hay continuidad o ruptura entre su proyecto y el del Presidente?
–No diría que continuidad ni ruptura. Son parte de una corriente que está buscando, principalmente, elevar condiciones de vida, abrir oportunidades para la gente. No hemos tenido –y lo diría en plural– la posibilidad de avanzar en materia de igualdad. Tenemos fuertes desigualdades sociales, económicas, pobreza. Si bien porcentualmente ha disminuido, en términos absolutos no ha bajado como hubiera sido deseable. Se han tenido distintas prioridades. Esas son las diferencias. No vendría al caso en este momento decir cuáles sí o cuáles no, porque estamos en tiempos electorales. Dejemos que esto camine.
Ideal de igualdad
–¿Qué es hoy el cardenismo?
–No creo que haya cardenismo. Coincido en esto, entre otras muchas cosas, con mi padre. La Revolución Mexicana es un gran movimiento político y social que se actualiza, que no es estático. No es lo mismo 1910 que 1938. El ideal revolucionario de igualdad, de democracia amplia, de romper todos los lazos de dependencia y poder ejercitar cabalmente la soberanía son principios que se mantienen. Dentro del movimiento hay corrientes que dan más énfasis a una cosa y otras que dan más espacio a otras.
–¿Qué sigue para el ingeniero Cárdenas?
–Seguir en lo mismo. Es un error pensar que las cosas sólo se pueden hacer desde un cargo público. Es limitarse las oportunidades. En algunos casos, hay cuestiones que toman más tiempo, pero hay que seguir insistiendo.