Han sido 47 meses seguidos de inflación por encima del rango establecido como objetivo de la política monetaria del Banco de México, que es de 3 por ciento más/menos un punto porcentual en términos anuales.
La inflación en México en abril de 2020 fue de 2.15 por ciento; desde entonces se registró un alza prácticamente constante del índice de precios al consumidor hasta alcanzar 8.70 por ciento en agosto y septiembre de 2022. A partir de esa fecha se inició una tendencia a la baja y en octubre de 2023 el registro fue de 4.26, con un nuevo repunte en enero de este año a 4.88 y un nivel de 4.42 por ciento en marzo. La subida de los precios es un fenómeno resistente.
El proceso inflacionario se ha asociado durante este periodo con muy altas tasas de interés, el instrumento utilizado por los bancos centrales para contenerlo. La tasa objetivo fijada por el BdM cerró 2020 en 4.25 por ciento y a principios de 2021 fue de 4 por ciento; aumentó también de modo constante hasta llegar a 11.25 en marzo de 2023 y tuvo una reciente disminución a 11 por ciento. Esta leve rebaja no indica hoy una sostenida disminución del costo del crédito. Este curso de la inflación y tasas de interés crecientes ha tenido repercusiones económicas de diverso tipo para los hogares, las empresas, los bancos, otros proveedores de crédito y también para el gobierno. No es trivial tal efecto económico y financiero que esto ha producido, al igual que las formas del ajuste respectivo que acarrea.
Un aspecto del largo periodo de inflación tiene que ver con las consecuencias sobre los acervos y los flujos de recursos de los agentes económicos. Se trata de una cuestión denominada como la “ilusión monetaria”. Ésta se refiere a la manera en que la gente tiende a percibir su ingreso corriente, sus ahorros e inversiones y el valor que tienen sus bienes y propiedades, es decir, su riqueza.
La “ilusión” ocurre cuando se fija la atención en la medición en términos nominales, es decir, en los pesos con los que se hacen las cuentas –la ilusión del dinero– y en la valuación de los activos –la ilusión del precio–, y no en términos reales, lo que involucra el ajuste que tiene que hacerse para incorporar el efecto de la inflación sobre tales valuaciones. Una inflación extremadamente alta, como ha sido la de Argentina recientemente, exhibe de modo claro un extremo de la situación; pero el efecto de la ilusión monetaria se da también con tasas de crecimiento de los precios altas, pero más contenidas como la de México.
Cuando se produce una inflación muy alta y el dinero se devalúa en cuanto a su capacidad de compra, un comerciante, por ejemplo, puede pensar que genera una ganancia al vender sus mercancías por encima del precio que pagó por ellas. Pero el hecho es que recibe menos valor y ha perdido capacidad de compra sin poder reponer su inventario al mismo nivel anterior debido a la inflación. En una transacción inmobiliaria ocurre algo similar cuando se fija un precio de venta sobre una base que no considera de modo suficiente el efecto inflacionario; mientras más rápido es el aumento de los precios más rápida será la pérdida. Esa es la diferencia entre el valor nominal y el valor real del dinero.
Es llamativo en este sentido que durante el periodo de alta inflación y elevadas tasas de interés que han definido el entorno económico en el país, la medición que hace el Inegi del indicador de confianza del consumidor (que “mide el grado de optimismo que los consumidores sienten sobre el estado general de la economía y su situación personal”) haya tenido una tendencia a la alza. En abril de 2020 el índice fue 32.1 y en marzo de este año 47.3. He ahí un asunto relevante de la ilusión monetaria. Este fenómeno es un tema clave en la “educación financiera” que promueven las autoridades monetarias y los bancos.
La determinación de los salarios es un aspecto muy relevante en este contexto y da cuenta de una pugna no siempre expuesta del efecto de la ilusión monetaria, tanto cuando los precios están en un proceso alcista como cuando reducen su tasa de crecimiento. Esta condición incide también en el volumen de empleo generado y enmarca la manera en que se negocia los salarios y los niveles nominales y reales en que se fijan.
Si a una tasa de inflación de 2 por ciento anual el nivel de los precios se dobla cada 36 años, en el caso del extendido proceso inflacionario actual el impacto sobre el nivel de los precios apunta a la forma y el significado en que se presenta la ilusión monetaria. Según la calculadora de la inflación del Inegi, entre enero de 2019 y marzo de 2024 la inflación ha sido de 30.02 por ciento, con una tasa promedio mensual de 0.42.