El próximo 2 de mayo nuestra Universidad Nacional realizará un merecido homenaje a la obra, acción y pensamiento de Cuauhtémoc Cárdenas. Ofrezco a los lectores de La Jornada la primera parte de mis notas preparadas para la celebración.
Nos reunimos hoy a celebrar y conmemorar a un mexicano ejemplar. De su trayectoria hemos escuchado y tenido noticias varias y vastas que, en conjunto y con notables simetrías, nos han llevado a confirmar convicciones políticas, miradas y perspectivas históricas que nuestro homenajeado ha sabido cultivar, transmitir y enriquecer.
Celebremos, pues; conmemoremos con la mirada puesta hacia adelante, siempre alimentada por una o unas historias que Cuauhtémoc ha sabido cultivar y traducir al lenguaje político democrático y a un discurso bien cimentado sobre la cuestión social.
Su estudio y vivencia a lo largo de décadas y brechas recorridas con la guía de su padre, el gran general y Presidente, han estado siempre en el centro de la convocatoria y el compromiso por un México capaz de cursar nuevas alamedas hacia una sociedad cada vez más democrática y justa. Una nación incluyente, plural y solidaria.
Observador privilegiado y activo protagonista, la participación política de Cuauhtémoc no conoce descanso. Sin pretender hacer un recuento exhaustivo, podemos señalar, entre otros “momentos”, su participación en la disidencia electoral henriquista, su rechazo al golpe de Estado estadunidense en Guatemala, su participación en el Movimiento de Liberación Nacional, su enfrentamiento con el régimen y la ruptura con el PRI, la fundación del Partido de la Revolución Democrática, o su triunfo electoral, en 1997, a la jefatura de gobierno del entonces Distrito Federal.
Años más adelante, la crisis económica desatada en 2008 nos llevó a varios a promover y formar grupos de discusión, plurales a la vez que comprometidos con un espíritu de emergencia y urgencia, ante lo que parecía amenazar con ser una nueva Gran Depresión, como la vivida por las sociedades humanas en los años treinta del siglo pasado.
Fue, en medio de ese contexto, que el Poder Legislativo convocó a sendas jornadas de reflexión que recogían los llamados a un cambio en la orientación de la política económica, centrado en el objetivo de salir al paso del derrumbe en el empleo y la actividad económica, como lo hicieron prácticamente todas las economías del mundo, con diferentes ritmos y tiempos.
Documentos y propuestas se elaboraron por parte de muchos, pero en el Ejecutivo reinó el arcano credo de que “no hay más ruta que la nuestra”, y todo quedó en las manos y los escritorios de la Secretaría de Hacienda, que optó por una senda cautelosa, representando un costo social demasiado alto para aquellos momentos de angustia y desamparo, obstaculizando el cauce a legítimos compromisos con la concreción de un cambio que, para muchos, era tarea no sólo necesaria, sino imprescindible.
Insatisfechos con lo logrado en los foros convocados por la Cámara, y un tanto sorprendidos por la postura del gobierno, Cuauhtémoc, Carlos Heredia, Saúl Escobar, Francisco Suárez Dávila y quien informa platicamos con el rector Narro buscando refugio en algún espacio de nuestra casa. El rector respondió de inmediato y con generosidad, y de ahí emergió la convocatoria a formar el grupo que luego devendría en el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo.
Rápidamente se organizó un equipo de trabajo ad honorem, ajeno a filiaciones partidistas, que conjuntó experiencia y capacidad en diferentes ámbitos, y que nos ha permitido profundizar en varios campos de conocimiento: economía política internacional; política macroeconómica; política financiera y monetaria; política fiscal; política industrial; política social; salud y educación; infraestructura, desarrollo territorial y desarrollo rural sustentable.