Esta aseveración, que tal vez debiera leerse varias veces para asimilarse, debería estar en los planes de estudio desde el jardín de niños hasta el último grado de preparatoria, porque es imposible comprender la propia vida, el propio papel en la sociedad donde nos tocó nacer y crecer, si un velo cada vez más espeso nos oculta la verdad verdadera (como dicen en Francia) sobre el medio natural y social en el que empezamos a tratar de comprender el mundo para irnos haciendo de una identidad que nos permita tratar con nuestros congéneres.
Por ello es tan importante la educación de los menores en el mundo, pero una educación basada en la realidad de sus distintos círculos concéntricos, donde el centro es cada uno de nosotros desde que tomamos conciencia y adoptamos prácticas de vida personal y social, hasta la muerte individual.
¡Qué distinta sería la sociedad en que vivimos hoy y crecimos, si tuviéramos prácticas de solidaridad y no de caridad! Si valoráramos el papel productivo y social de cada quien, si conociéramos el valor del valor y lo que aporta el ser humano al valor… Pero éste no es el sitio para discurrir más sobre este tema; en cambio podemos sugerir que, si bien fue indispensable, estratégico e inteligente paliar el hambre con los programas sociales que apoyaron el poder adquisitivo de los más necesitados y dieron quehaceres remunerados a jóvenes, antes dejados a su suerte sin suerte…, que si bien aplaudimos todas las iniciativas y puestas en ejecución de medidas paliativas en favor de los más pobres, no dejaremos de recordar que no fue buena idea dejar la satisfacción del hambre colectiva en programas como los de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, con su reforestación remunerada con dinero para comprar comida chatarra. Pero se trató de una urgencia entre otras innumerables que construyeron desde la base la 4T.
Ahora ya es tiempo de ir avanzando, discreta y convincentemente hacia la recuperación de la autosuficiencia alimentaria, con alimentos y no comestibles, que sirven para comer, pero no alimentan. No debería desalentarnos que recuperar ese estado de bienestar colectivo desaparecido desde la Conquista va a necesitar de mucha información, planeación, movimientos pacíficos pero convincentes, entusiasmo y trabajo de todos los que creamos firmemente en que la necesidad de nuestro pueblo es poseer la soberanía alimentaria para disfrutar la soberanía política y salir del pantano en que nos hallamos junto con casi todos los países de nuestro planeta. Convencidos desde la médula de que esta soberanía está en los conocimientos y en las prácticas de nuestros ancestros con la tierra, que sostuvo poblaciones crecientes durante miles de años; o sea, los policultivos y aprovechamiento de todas las plantas y proteínas animales disponibles, base virtuosa de la culinaria mexicana.