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EU, Argentina: la rebelión continental de estudiantes

27 de abril de 2024 00:01

Netanyahu, Biden y Milei aparecen cercados y sin muchas opciones, entrampados por sus propias decisiones, y todo esto, acentuado por las protestas de cientos de miles de estudiantes. El primero se lanzó a una agresión absurda y ahora, inútilmente, intenta callar las protestas llamándolas antisemitas.

No puede, sin más, retirarse de Gaza, pero no acepta la tesis de los dos estados, y Hamas no va a facilitarle una salida del conflicto. En Estados Unidos, la oposición estudiantil –ya hay 200 instituciones con protestas, dice el dirigente Johnson, del Congreso– significa una presión muy fuerte que dificulta profundizar la alianza del Congreso con Netanyahu.

Nunca pensó en la irrupción de las y los jóvenes en el escenario, y con tanta fuerza. No exploró las motivaciones más profundas que harían que las y los jóvenes estadunidenses reaccionaran al ver que el país preferido y protegido de su gobierno mataba sistemáticamente a decenas de miles de niños y madres con bombas hechas y provistas por Estados Unidos.

Biden tampoco tiene opción: su posición tan clara (bombas y armas para el ejército israelí, comidas y declaraciones huecas para los palestinos) puede hacerle perder la elección. Gane o pierda, sin embargo, Trump será un problema, sea que esté o no en la cárcel, y eso, junto con la protesta estudiantil, creará un escenario, por decir lo menos, interesante en ese país.

A su vez, Milei está acorralado: es difícil contender con manifestaciones que pueden llegar a un millón de estudiantes, pero si se retracta del recorte a las universidades y –peor aún– si no se retracta, quedará en una situación política muy difícil. Otros sectores pueden sumarse a los cientos de miles de estudiantes inconformes y poner en jaque a su gobierno.

Fue tan decidido y tan a fondo, que quemó todos los puentes y las barcas de posible retirada. En efecto, nada como las rebeliones estudiantiles para colocar en posiciones difíciles a los gobiernos. En 2000, en México, Zedillo y el rector de la Fuente no vieron otra opción que encarcelar a más de mil jóvenes de la UNAM que precisamente hace 25 años se fueron a la huelga porque querían gratuidad, sacar al Ceneval y cancelar un reglamento que pondría en la calle a miles de estudiantes.

Como Milei ahora, los funcionarios mexicanos no entendieron que a los jóvenes les va la vida si se les quita o limita la oportunidad de estudiar, y entonces reaccionan. Y hoy tampoco se entiende –por extensión– a la CNTE ni a los de Ayotzinapa (que quieren absolutamente toda la verdad) ni desde su visión mecánica se entiende lo que mueve a los y las estudiantes.

No se tiene en cuenta que el derecho a la educación, la gratuidad, la autonomía y la visión progresista de educación superior pública son parte de una idea e historia de universidad que viven y que no es desechable. Y no se reconoce tampoco que fue un error dar a TV Azteca la distinción de que en 2018 el nuevo titular de la SEP saliera de entre sus subordinados y, sobre todo, ahora ya fortalecida la derecha, todavía no se entiende o no se acepta que fue un error dar al PAN un espacio tan amplio en la redacción misma de la modificación constitucional, y luego legal, de esos años.

Por eso, hoy la derecha se queja de la 4T respecto de muchas de las leyes y decisiones (energía, comunicaciones, aeropuerto, tren y libros de texto), pero no hay comentario crítico alguno sobre la redacción del nuevo artículo tercero ni sobre el nuevo paquete de la legislación educativa. Y la historia sigue: no hay hasta hoy, ni por asomo, alguna mención de la candidata de la 4T sobre la posibilidad de revisar y cambiar lo que tenemos en las leyes fundamentales en la educación.

No se entiende cómo, si está la izquierda en el poder, se haya despojado a los estudiantes en 2018-2021 del derecho propio a la educación, de la gratuidad sin condiciones y de una visión autónoma de la universidad. En caso de conflicto esto será una trampa para un futuro gobierno.

Con todo esto se alienta un proceso de despolitización (e incluso derechización) de los futuros profesionales y de la sociedad al limitar a los jóvenes el acceso a las universidades, pues se les deja sin la experiencia del ejercicio de la autonomía en la que efectivamente estudiantes y profesores tienen un poder decisivo en los consejos y nombramiento de autoridades.

Es decir, tendremos más jóvenes adultos que no aprendieron a disentir, opinar y votar porque estuvieron en escuelas privadas o públicas sin autonomía. Ya hoy, de 4 mil 368 escuelas superiores, 3 mil 200 son privadas, mil 68 son públicas y sólo unas cuantas, autónomas (Principales Cifras SEP, 2022). Así se va debilitando cada vez más la postura progresista que han mantenido México y sus estudiantes durante años. Y, a diferencia de los de Estados Unidos y Argentina que hoy hablan muy claro, parece quererse que los nuestros guarden silencio.

*UAM-X



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