El presidente Biden, como suelen hacer los políticos para conectar
con la gente, estaba contando un cuento de su vida personal durante un acto de su campaña electoral en su ciudad natal de Scranton, Pensilvania, donde fue al monumento que recuerda a los de ese pueblo que fueron a combatir en la Segunda Guerra Mundial, la guerra buena
. Ahí encontró los nombres de sus tíos incluyendo su tío Bosie
cuyo avión, contó, fue derribado cerca de Nueva Guinea y nunca encontraron el cuerpo
, porque fue derribado en un área donde había muchos caníbales
, dando entender que el tío del presidente fue, como lo puso diplomáticamente un colega periodista, un tamal
de unos caníbales.
Pero ahí no acabó la cosa. Poco después se reveló información de que la historia fantástica era justo eso, una fantasía, donde archivos del Pentágono informan que el avión tuvo problemas mecánicos y cayó en el mar y que el tío no era un piloto, sino un pasajero en un vuelo que no era parte de alguna misión de combate. ¿Mintió o se lo cree? Igual, ambas son preocupantes.
En esos mismos días, el rey indisputable de la fantasía política estadunidense, Donald Trump, se ha tenido que aguantar una semana en el muy incómodo banquillo de los acusados en un tribunal criminal en Manhattan, donde se ve como un niño mal portado castigado por un maestro y donde por primera vez en su vida adulta ha tenido que aceptar órdenes de callarse la boca y quedarse quieto. Pero al salir cada día, como buen bully, se declara víctima y mártir, y acusa a todos quienes se atreven a criticar y hasta enjuiciarlo de ser parte de un complot de la izquierda radical
encabezada por Biden para descarrilar su candidatura (sorprende cada vez que uno es informado que uno vive en un Estados Unidos socialista con un gobierno radical
. Pero por lo menos aún no ha mencionado a los caníbales como parte del complot).
Mientras, otras figuras de la cúpula política compiten para ser los más cómicos, pero dentro de una película de horror, entre ellos: el senador demócrata y ex juez político del hemisferio, Robert Menéndez, está contemplando culpar a su esposa para defenderse en su juicio donde está acusado de aceptar lingotes de oro, un Mercedes y un montón de efectivo de extranjeros a cambio de favores políticos, y ahí en ese Capitolio sigue sentado un legislador acusado de pagarle a menores de edad por sexo, otros que dicen que Dios ha seleccionado a Trump (el candidato sigue vendiendo Biblias firmadas por él) entre varios más que defienden a neonazis, entre otros.
Todo esto sería medio chistoso si no fuera que éstos están entre los encargados de manejar la política del país más poderoso del mundo. Todos comparten responsabilidad por la violencia tanto en el exterior como en el interior del país. Biden y la mayoría de los demócratas junto con sus contrapartes republicanas acaban de aprobar millones más en asistencia militar para enviar más bombas y municiones a Israel y para continuar la guerra entre Rusia y Ucrania, y provocar un tantito más a China.
Al mismo tiempo, este 20 de abril marcó el 25 aniversario de Columbine, el tiroteo masivo en una prepa en Colorado, donde murieron 12 estudiantes y un maestro. Desde entonces, se han registrado más de 400 tiroteos en escuelas y hoy día, las armas de fuego son la causa principal de muerte de los jóvenes estadunidenses.
Tal vez sí viene al caso eso de caníbales, como que a veces parece que este país se está comiendo a sí mismo.
“Nunca ha sido más impredecible nuestro futuro, nunca hemos dependido tanto sobre fuerzas políticas que no pueden ser confiadas en apegarse a las reglas del sentido común e interés propio –fuerzas que se ven como pura locura”. Hannah Arendt, 1951.
Mark Knopfler. Cannibals: https://open.spotify.com/track/64w5CCS4TQ601kDLd0NN0A?si=1fea66829d1a449a