Aquellos eran todavía tiempos en que campeaba el periodismo oficial, bien descrito por Renato Leduc como “el embute, fase superior del periodismo en México”. Imperaba la autocontención o mesura cuidadosa, el embute o la macana. Operaban otros mecanismos más eficaces: Gómez Corchado era un hombre poderoso que controlaba todos los puestos de venta de periódicos y revistas e imponía condiciones para la distribución; por otro lado, Pipsa controlaba todo el papel, imprescindible para cualquier medio. En estas condiciones, el periodismo a contracorriente fue un acto político difícil y arriesgado, las deudas se acumularon. Fue la vocación de Mario Menéndez, quien se mantenía al filo de la navaja, a veces irrumpiendo con reportajes de denuncia incandescente, a veces con notas apaciguadoras. Por Esto! levantó al mismo tiempo admiración y rechazo en sectores políticos muy diferentes.
Lo conocí en 1974, cuando Cuba era refugio para todos los perseguidos del continente sumido en guerras sucias y la Operación Cóndor. Lo encontraba siempre en el mítico y espacioso hall del hotel Habana Libre, donde vivió años, hasta que se casó con Alicia. Punto estratégico para todo periodista, las noticias las traían los grandes personajes que desfilaban por allí. Conocía también a los compañeros cubanos del partido que atendían América Latina y el Caribe (ALC). Era ocurrente, platicador y risueño, como buen yucateco enfundado siempre en guayaberas y con mirada escudriñadora. Conoció así a los dirigentes de múltiples luchas de África, Asia y ALC.
Cuando conversamos no pude evitar lo que supongo le sucedía a cualquiera que hubiera participado en el movimiento del 68: veía al mismo tiempo las portadas históricas de la masacre del 2 de octubre. Nadie esos días lo había publicado. También recordé las entrevistas a Genaro Vázquez y Lucio Cabañas. Mario estaba en Cuba porque, después de la destrucción total de Por Qué?, cayó preso y pudo viajar a Cuba liberado por un secuestro de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR). Yo trabajaba en el periódico Juventud Rebelde y estudiaba sociología y él era representante de los ex presos-guerrilleros llegados a Cuba por la misma vía, estudiaba en la Ñico López y además en la Lomonosov una candidatura en filosofía.
En 1981, nos rencontramos en el México de la amnistía. Mario había fraguado en Cuba un compromiso con diversos partidos (PCM, PPM, PSR, MAP) de construir una revista para la unidad donde todos participaran. Una revista que consolidaría la integración del PSUM. Me invitó al proyecto, yo invité a Paquita Calvo Zapata y se incorporaron María Guerra, María de Jesús Méndez, Araceli Burguete Cal, Julio Pimentel, Francisco Xavier Pizarro, Miguel Ángel Arce y Miguel Ángel Gutiérrez, Ángel Guardado Rivas.
Varios eran ex guerrilleros amnistiados, por lo que, en el primer número de la revista, 2/7/81, apareció un editorial que agradecía sinceramente a López Portillo. Entre los colaboradores activos estaban luchadores y escritores conocidos: Firmenich, Luis Arce, Mari Bras, Luis Báez, Toriello, Susy Castor, Juan Bosh, Ernesto Vera, Francisco López Segrera, Raúl Macín, Marta Harnecker y Manuel Cabieses, Valentín Campa, Sarusky, Raúl Macín, Alberto Híjar, Rodríguez Araujo, el caricaturista cubano Nuez, Héctor Tamayo, Orlando Ortiz, Fernando Carmona.
De los dirigentes de la unidad escribieron con frecuencia Alejandro Gascón Mercado (PPM) y Roberto Jaramillo (PSR), una sola vez Martínez Verdugo (PCM), creo que nunca los intelectuales del MAP, el disidente Heberto Castillo en varios números. Desde aquel momento fue notorio el enfrentamiento entre los partidos “de la unidad” y por consecuencia la distancia y crítica de algunos hacia la revista.
El primer número de 80 páginas se concibió para tener un fuerte impacto: abrían las guerras en El Salvador, Nicaragua y Guatemala, seguían el reportaje de Paquita sobre la naciente Cocei en Juchitán y el mío sobre la depredación en el Istmo del plan Alfa-Omega, estos serían el eje de varios números más. Incorporaba denuncias de trabajadores de Chrysler, de mineros en Chihuahua; la nueva elección en Nayarit; Marta Harnecker analizaba Cuba, reflexionaban Demetrio Vallejo y Gascón Mercado.
El trabajo adquirió proporciones vertiginosas, cada semana había que sacar temas importantes, nuevos, significativos. Recuerdo ciertos números, en los temas Latinoamericanos, se perfiló destacar presencias como las del EGP en Guatemala y la denuncia de los generales Lucas y Ríos Montt; de Cayetano Carpio como jefe de las FPL-Farabundo Martí en El Salvador; De Firmenich y Pascal Allende en la resistencia en Argentina y Chile respectivamente; yo misma hice entrevistas en Nicaragua, especialmente a Tomás Borge; una nueva revolución avanzaba y se perfilaban amenazas de Reagan. En México los procesos electorales, complicados tanto para los oficialistas como para la oposición, sumidos en disputas tramposas por las candidaturas; la represión constante a campesinos, trabajadores, indígenas; la emblemática lucha de Pascual; el afianzamiento de la CNTE.
Las divisiones internas, las luchas hegemónicas acabaron por infiltrarse en la revista, los casos más representativos fueron cuando Mario defendió a Cayetano Carpio frente al asesinato de la comandante Ana María, y publicó la entrevista con La Quina como un gran líder obrero revolucionario. Un periodismo en el filo de la navaja, sin duda.