Cuando se nos ocurrió ver el eclipse en vivo y a todo color parecía que era tarde: a tres meses de distancia no había vuelos ni hoteles disponibles en ninguna ciudad, así que recurrí a mis amigos y le llamé a Jaime Favela González, ejidatario, ingeniero agrónomo e historiador de Cuencamé, quien nos consiguió un cuarto de hotel, y hacia allá nos fuimos Claudia y yo la madrugada del sábado 6 de abril, en el auto que nos prestó mi cuñado Hugo Carlos (por cierto, nos salió caro el chiste: la carretera de Cuencamé a Zacatecas es un absoluto desastre en tierras de Monreal, y arruinó la suspensión.
En realidad es milagrosa: es un milagro que sólo viéramos tres autos con las llantas destrozadas y un accidente grave). Pasamos por San Luis Potosí para saludar a Leonora Carrington y a nuestros entrañables amigos Óscar y Enrique Chávez, y llegamos a “la fábrica de generales” entrada la noche.
La mañana siguiente, con Jaime como guía, recorrimos la región que fue cuna de 17 generales de la División del Norte y de Calixto Contreras, un olvidado caudillo al que definió así Emiliano Zapata cuando se lo presentó el general Felipe Ángeles en Cuernavaca, el 20 de octubre de 1914: “También me da gusto ver en Morelos a usted, general, pues por ser hijo del pueblo humilde y un luchador por la tierra, es usted el revolucionario del norte que más confianza inspira” (aquí se puede leer la historia que inspiró a Zapata ese saludo: https://historiamexicana.colmex.mx/index.php/RHM/article/view/1648/1466).
Saliendo del antiguo partido de Cuencamé entramos a la Comarca Lagunera, donde hicimos obligada escala en la hacienda de la Santísima Trinidad de la Labor de España de La Loma (porque en efecto está en una pequeña loma y desde su azotea se mira el caudaloso río Nazas), donde una asamblea de guerrilleros dio vida a la División del Norte y eligió como su jefe a Pancho Villa… en buena medida gracias a Calixto Contreras, que cuando la asamblea estaba estancada rechazó su candidatura al mando supremo diciendo que él no se consideraba capacitado para asumir la enorme responsabilidad, y a continuación “hace resaltar el prestigio del general Villa, como hombre de armas y experiencia, indiscutible valor y capacidad organizadora y pide a todos que reconozcan a Francisco Villa como jefe de la División del Norte” (https://www.jornada.com.mx/2013/08/13/ opinion/021a2pol).
Comimos (ya tarde) en Torreón con Araceli Moreno y otros buenos amigos de la lucha popular y cultural. El lunes 8, después de desayunar las inevitables gorditas, zarpamos con proa al norte al filo del alba y tras pasar por Bermejillo (donde Martín y José robaron el tren) y visitar el pueblo de Mapimí (donde le tomaron a Pancho Villa una memorable fotografía en traje de baño), subimos al puerto de La Cadena (en que transcurren los más bellos capítulos de México Insurgente, de John Reed, y derramaron su sangre Longino Güereca y sus mosqueteros de la Brigada Urbina).
A eso de las 10:30 estábamos ya en el maravilloso puente de Ojuela. ¿Cómo describir el fenómeno natural? ¿Cómo contar que el cielo se despejó de nubes en el momento preciso? No me alcanzan las palabras para describir ese lugar privilegiado y espectacular ni el fenómeno que ahí vimos un millar de personas, no tantas que no nos permitieran a mí y a Claudia encontrar nuestro rinconcito privado y dejar que ahí nos inundara en silencio la magia del momento, las luces menguantes, el crepúsculo y el alba del mediodía. Y la reflexión de siempre que voy a Durango: ¿por qué no explotan sus posibilidades turísticas? Frente a los más de 6 millones de visitantes que recibieron en 2018 Guanajuato o Veracruz, los tres millones de Michoacán o los más de dos y medio de su vecina Chihuahua (por no hablar de los 17 millones de Quintana Roo), en 2019 a Durango sólo fuimos 829 mil 529 visitantes,(https://www.datatur.sectur.gob.mx/SitePages/InfTurxEdo.aspx).
Lugares como Ojuela sólo son visitados por los turistas locales y rara vez alguien más. No hay rescate de las magníficas haciendas (ni de su historia de guerras de sometimiento, despojo a las comunidades, expolio y exterminio); ni de los ferrocarriles o del guayule. Mucha gente que llega a Durango capital por trabajo visita el museo Francisco Villa y quedan con ganas de más, pero salvo el recién restaurado museo en la Coyotada, los espacios históricos villistas están en el abandono y nadie se ha preocupado por integrar un circuito turístico parecido a la ruta de Emiliano Zapata que en Morelos ha sido un éxito… Canutillo es un desastre museográfico.
En San Pedro Ocuila se devastó y privatizó el museo de la casa natal de Calixto Contreras. En La Loma hay interminables listas de políticos priístas de tercer nivel, pero ni una sola de los caudillos populares que ahí se reunieron en asamblea, de lo que discutieron, lo que decidieron ni del significado de aquello. Y la mayor victoria militar de Pancho Villa, cuyos eventos más sangrientos y dramáticos ocurrieron en Gómez Palacio, brilla por su ausencia, salvo por la estatua en le cerro de La Pila (https://www.jornada.com.mx/2014/03/25/opinion/018a1pol).
Pero quizá podamos entrar al quite con la “Fundación Visión villista”, que dirigen Martín y Paco Villa García y Pancho Villa Campa, con una propuesta de turismo ecológico y cultural en torno a la figura del revolucionario del pueblo. Seguiré hablando de Durango y La Laguna y de su lucha por la tierra y el agua en próximas entregas. Y el sábado 27 a las 19 horas nos vemos en Torreón, en la Casa la Morelos (Morelos 1340 poniente, Torreón centro), para hablar de las batallas de La Laguna, del 20 de marzo al 14 de abril de 1914. Entrada libre y venta y firma de libros.