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Francisco J. Múgica y la izquierda mexicana

15 de abril de 2024 00:01

La izquierda mexicana –sobre todo el Partido Comunista Mexicano (PCM) y sus variantes– sobrellevó en el siglo XX la tarea de reinterpretar la historia en la que se enclavaba su participación como fuerza política. En los años de juventud, la organización reconoció privilegiadamente a Emiliano Zapata y a Ricardo Flores Magón y lo que representaron como sus antecedentes inmediatos. El transcurso de los acontecimientos los llevó a colaborar con el general Lázaro Cárdenas y lo que podemos denominar la corriente nacional-popular. En ese periodo, los comunistas revaloraron la historia de la nación en clave revolucionaria –situación que en el marco de la política del Frente Popular ocurrió en todo el mundo– colocando en lugares centrales a Hidalgo, Morelos, Juárez, Zaragoza, además de los ya mencionados Zapata y Magón.

En tanto, el cardenismo le dio al PCM su plataforma principal de crecimiento, sosteniendo una importante influencia en los grandes sindicatos, en las asociaciones campesinas e impulsando la creación del Frente Popular. Hacia el final del gobierno, el desencuentro entre el PCM y el general Francisco José Múgica (mentor de Cárdenas) fue evidente, sellando con ello una veta de diálogo con un personaje que de a poco ha sido recuperado por perspectivas políticas que amplían el margen hacia los extremos del poder. El PCM siguió manteniendo relación con Cárdenas y su prensa solía reproducir sus discursos y dedicarle grabados. La cercanía con la ex Unión Soviética y después con China y Cuba fue señalada con recurrencia. El comunismo también mantuvo diálogo con figuras en la órbita nacional-popular, como Carlos Zapata Vela –de quien se celebraría su posición como embajador ante la URSS– o el general Heriberto Jara, a quien se le había otorgado el Premio Lenin de la Paz y quien era figura clave del Movimiento Mundial por la Paz.

Fue hasta la aparición de la obra de Adolfo Gilly que en la izquierda se reinstaló el nombre de Francisco J. Múgica. En 1984, Gilly le dedicó el texto “Múgica, señales de los tiempos”. Con una prosa prodigiosa, el marxista señalaba el profundo vínculo entre la utopía y la violenta movilización de las masas que dio nacimiento a la nación mexicana, al tiempo en que insistía que “cada vez que el país deja de creer en las palabras y las promesas y decide movilizarse por su cuenta en busca de un nuevo futuro, vuelve la mirada a sus orígenes y repite, multiplicado, el desmesurado gesto fundador”. En ese tono, define a Múgica como “general, legislador, jacobino, michoacano realista y utópico”. A continuación, refiere a una carta de 1936, que el hijo del revolucionario le mostró, en la cual señalaba que el porvenir de la humanidad avanzaba hacia el socialismo, mismo que era el único camino para salir de la explotación.

Sin embargo, antes del acercamiento fino, preciso y enriquecedor de Gilly, otro grupo había mostrado simpatías ya por Múgica. Disidentes de la dirección encabezada por Dionisio Encina en el PCM se habían sumado al Partido Obrero Campesino (POCM), fundado en 1950. Bajo la perspectiva de que el camino al socialismo se recorría por las modernizadoras avenidas abiertas por la Revolución Mexicana, aquel grupo planteó la primera reivindicación de la izquierda comunista con Múgica. En su periódico Noviembre (que asimilaba tanto a la Revolución Mexicana como a la rusa) del 21 de abril de 1954, el POCM colocaba en primera plana la nota: “Duelo nacional por la muerte del patricio Francisco J. Múgica”, donde se relataba el sepelio del día 13 de abril: “El póstumo homenaje al militar y político michoacano reunió a miles de trabajadores, pero además agrupó a los representativos de las mejores fuerzas democráticas de México”, en tanto se reproducía el discurso de Cárdenas en el acontecimiento, pero también el que lanzaba el POCM a cargo de Alberto Lumbreras.

Resulta sugerente la breve reflexión del dirigente, pues marca el derrotero de la concepción y lugar de una figura como la de Múgica. Para los miembros de la disidencia del PCM, Múgica fue el gran revolucionario y constitucionalista que había colocado los derechos de los proletarios como el objetivo central. También, destacaba Lumbreras, Múgica fue uno de los pocos que insistieron en la discusión del “Estatuto” que Cárdenas propuso en 1938 y que constaba de dotar a los trabajadores del Estado de los mismos derechos que el conjunto de asalariados, incluido la huelga; tentativa de reforma que fue derrotada en su forma original. Asimismo, señaló que “las relaciones revolucionarias que nos ligaron a Múgica nos obligan a decir en esta ocasión una de las últimas aspiraciones del desaparecido: urgencia y necesidad de unir a sectores democráticos y revolucionarios”.

Para febrero de 1955, la prensa partidaria escribía que “las últimas palabras de Múgica sean voz de orden para los revolucionarios de hoy” y unos días después, al cumplirse un año de su muerte, el POCM convocaría a un homenaje en el que hablaron Magdalena Mondragón, Abel Camacho (secretario de Múgica), Alejandro Martínez Camberos –abogado y poeta, integrante del POCM–, acto que fue acompañado por la poesía de Aurora Reyes. En un número posterior se reprodujeron las palabras de Francisco Martínez de la Vega en la tumba.

Así, la izquierda no sólo se nutrió de las raíces profundas de la radicalidad revolucionaria, sino que entró en diálogo directo con los actores que habían contribuido a construir el segmento progresista y radical de la construcción del Estado. Contrario a una idea difuminada después de 1968, los comunistas no eran ajenos a la idea profunda de la nación; por el contrario, asumieron lo más valioso de ella, aportando una visión liberacionista y revolucionaria de la historia del país.

*Investigador de la UAM

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