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Tamaulipas, trampa mortal para migrantes

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Médicos Sin Fronteras ofrece atención gratuita en Matamoros, ya sea en albergues o en el borde del río Bravo. En la imagen, refugio temporal Dr. Alfredo Pumarejo en Matamoros. Foto Luis Castillo
14 de abril de 2024 08:45

Matamoros, Tamps. Esta ciudad fronteriza es la segunda con más cruces por solicitud de asilo en Estados Unidos, alrededor de 380 por día a través de la aplicación CBP One, sólo detrás de Tijuana, Baja California. Pero para llegar a estos límites del país, tras más de mil 700 kilómetros recorridos desde la frontera sur, los migrantes transitan por un último tramo que es de los más peligrosos: la ruta Monterrey-Reynosa-Matamoros, donde son víctimas constantes de secuestros, son golpeados y amenazados, además de los ataques sexuales de criminales, que tienen en esta población su gran fuente de dinero.

En el último trimestre de 2023 y en enero de 2024, Médicos Sin Fronteras (MSF) atendió en Reynosa y Matamoros 395 casos de viajeros víctimas de violencia, otorgó 129 consultas a personas que fueron secuestradas, además de un aumento de 70 por ciento de las atenciones por ataques sexuales, 69 en los dos primeros meses de 2024.

Tamaulipas sigue siendo una trampa mortal para la población migrante, a pesar de que históricamente ha registrado algunas de las agresiones más cruentas como la masacre de San Fernando en 2010, donde 72 personas fueron asesinadas por integrantes del cártel de Los Zetas, y la de Camargo, donde 19 víctimas fueron ultimadas y calcinadas por policías estatales en enero de 2021.

Según la asociación civil Ayudándoles a Triunfar, que defiende los derechos de los migrantes y está ubicada a unos pasos del Puente Internacional Brownsville-Matamoros, a finales de 2023 los secuestros eran el pan nuestro de cada día, ya que asegura que diariamente recibía casos de personas que habían sido privadas de su libertad, incluidas familias de hasta 10 integrantes. Uno de los más mediáticos fue el de los 34 secuestrados en enero pasado.

Como el Río Bravo, afluente que separa a México y Estados Unidos, así luce aquí la migración: superficialmente calmada, pero en el fondo están los remolinos, esos que a decir de quienes lo han cruzado te jalan para hundirte, y que afuera son los grupos criminales.

En estos días, el campamento de migrantes instalado en el bordo del río, en Matamoros, que colinda con Brownsville, Texas, está prácticamente abandonado. Apenas unas 20 personas permanecen en la zona, viviendo en condiciones precarias, en casas de campaña colocadas sobre tierra, basura y piedras, y reforzadas con cobijas y plásticos; en tanto, en los dos albergues con más capacidad, operados por la Iglesia católica, hay alrededor de 500, entre venezolanos, hondureños y haitianos, cuando el año pasado en toda la ciudad eran más de 4 mil en diferentes momentos.

De acuerdo con organizaciones que trabajan en el estado, la poca presencia actual de personas en contexto de movilidad responde no sólo a la naturaleza del propio flujo migratorio, sino a la violencia que se vive en la entidad, donde de los secuestros no se salvan ni los extranjeros ni los mexicanos.

Los grupos criminales los tienen bien detectados, y sin importar si es de mañana, tarde o noche, los cazan, sobre todo en los autobuses que los trasladan desde Monterrey, ya sea antes o poco después de entrar a Reynosa, la ciudad más poblada de Tamaulipas, donde también los esperan afuera de la central camionera y del aeropuerto.

Relatos recogidos por La Jornada durante un recorrido por los principales asentamientos de migrantes en la ciudad, advierten que el secuestro puede durar semanas y no se limita a que la familia junte los miles de dólares que suelen pedirles de rescate por cada uno, sino que incluye tortura, amenazas y violencia sexual.

Los miembros de la delincuencia organizada interceptan los camiones en los que ya saben que viajan migrantes. Se suben armados y con radios transmisores, y en la mayoría de los casos ya saben cuántos van a bordo, cuántos son venezolanos, hondureños o mexicanos, advierten defensores que prefieren resguardar su identidad.

Señalan que los traslados a casas de seguridad que están tapiadas para que las víctimas no puedan ver nada, se realizan usualmente en camionetas con vidrios polarizados y otros dicen que en taxis.

En Matamoros, con más de 540 mil habitantes, el crimen organizado, además, está metido en los cruces ilegales que se realizan a través del río Bravo, según testimonios. Las personas deben pagarles para poder atravesar el afluente con colchones inflables, principalmente, y apoyados con lazos, de los que son impulsadas hasta llegar al otro lado, donde se topan con el alambrado de púas que deben sortear para pisar territorio estadunidense.

Gladys Cañas, de Ayudándoles a Triunfar, advierte que los migrantes llegan a la frontera norte con “un estado emocional difícil, con la salud mermada y hasta con shocks postraumáticos”. Todo ello, dice, debido a la extorsión, asaltos, detenciones migratorias, secuestros y accidentes que sufren en la ruta, además del hambre y la falta de un lugar seguro dónde dormir.

Es por eso que sus fuerzas como que van cediendo, comenta, pero aun así resisten en una frontera en la que muchos deben esperar hasta seis meses para conseguir una cita CBP One y en la que sobre todo se mantienen a partir del dinero que les envía su familia y por trabajos informales como la construcción.

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