Sería necio no ver que el debate entre las candidatas y el aspirante presidenciales del domingo 7 de abril impactó de manera profunda en el escenario político nacional y lo alteró en forma posiblemente irremediable; tan necio como aferrarse a la premisa con la que han venido trabajando desde diciembre de 2018 los cuartos de guerra opositores: “la realidad es falsa”.
Sí, era de prever que el anónimo candidato de Movimiento Ciudadano buscara poner una marca en el mapa y comunicarle al mundo su existencia. Y lo logró. Era también razonable suponer que la aspirante por la coalición Sigamos Haciendo Historia se limitaría a lucir la estatura presidencial que ha alcanzado desde que fue escogida. Y ciertamente, y conociendo los atributos, la formación política y la trayectoria de Claudia Sheinbaum y de Xóchitl Gálvez, era previsible que la primera resistiría con facilidad los intentos de la segunda por disminuir un poco la distancia oceánica que las separa en las encuestas.
La sorpresa fue que la candidata del Prian no sólo no acudió al debate con una estrategia ofensiva mínimamente estructurada, sino que llegó dispuesta a destruirse a sí misma y que en buena medida lo consiguió.
Lo consiguió hasta el punto de que las dos principales bazucas de la guerra sucia –“guerra sucia, pero en serio”, Jorge G. Castañeda dixit–, Latinus y Atypical, agencias de propaganda encabezadas por dos de los más notorios odiadores mediáticos de la Cuarta Transformación, no tuvieron más remedio que reconocer en sus respectivas mesas de opinión el desastre sufrido por su favorita. (A la primera de ellas se le vino encima una rebelión de seguidores hasta entonces incondicionales que le reclamaron en tonos airados la “traición” de admitir que Claudia Sheinbaum ganó el debate. Los adictos al odio no perdonan que se les prive de una sola dosis).
Las consecuencias: la alianza partidista y empresarial de la derecha oligárquica está rota por dentro y de aquí al 2 de junio no tendrá más remedio que aparentar unidad en torno a Xóchitl, pero sus componentes se consagrarán a buscar la supervivencia política en curules y alcaldías. Por su parte, la candidata del Prian, más sola que nunca, se dedicó toda esta semana a sostener con conductores mediáticos afines el debate que no pudo sostener con Claudia Sheinbaum. En las semanas siguientes las presiones sobre ella no harán más que aumentar y cabe preguntarse de qué manera podría deshacerse, para los siguientes encuentros, del empacho de mal humor y de calumnias en el que pretendió cimentar su primera participación.
El contraste de personalidades fue un factor decisivo para este resultado, sin duda, mas no el único. Con una lucidez que bien habrían debido exhibir hace un mes, hace seis, hace un año o hace un lustro, algunos comentócratas e intelectuales de la derecha señalaron la causa de fondo de la que fue, lo reconozcan o no, su propia debacle: la ausencia de un proyecto de nación alternativo al que se está aplicando desde el gobierno federal –y que Sheinbaum comparte–, como no fuera un amasijo de nostalgias del viejo régimen, plagios al ideario y a las acciones de la 4T, inventos insidiosos y ocurrencias típicamente xochitlecas.
Con eso no iban a revertir el derrumbe del modelo neoliberal, que empezó a hacer agua desde hace por lo menos tres sexenios, y mucho menos poner en jaque la transformación fresca, sólida y esperanzadora que ha echado a andar la presidencia de Andrés Manuel López Obrador ni la promesa de continuarla, extenderla y profundizarla, encarnada por Claudia Sheinbaum.
Mención aparte merecen la impresentable producción del debate que contrató el Instituto Nacional Electoral, que falló en casi todas sus partes, y la perversa selección de preguntas que fue, en realidad, un compendio de sesgadas críticas al actual gobierno. Desde la adjudicación de esta tarea a Signa Labs –entidad del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente consagrada a legitimar la guerra sucia de la derecha en redes– hasta las fallas del cronómetro, pasando por la selección como moderador de un locutor conocido por su abierta amlofobia, todo estaba configurado para generar contra Claudia Sheinbaum un entorno de emboscada.
Pero esas trampas no surtieron efecto alguno ante la solidez de una candidata que no tiene su apoyo principal en agencias de imagen, consultorías publicitarias ni despachos de asesores, sino en un programa transformador que cuenta con el respaldo mayoritario de la sociedad. Y menos habría podido funcionar con una rival que utilizó toda su munición en darse tiros en los pies.
Los resultados del debate reconfiguraron el escenario. De los candidatos opositores, una chapotea en las aguas de su naufragio y el otro no tiene interés ni posibilidad de alcanzar la Presidencia; su propósito es, simplemente, darse a conocer y, si Xóchitl le sigue ayudando, disputarle el segundo lugar. Sigamos Haciendo Historia, por su parte, tiene un desafío: integrar en la campaña el plan C y el Plan Claudia.
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