Todo estaba dicho. Junto con las mentiras y los insultos que se les ocurrieron, circularon por las redes 30 millones de mensajes de odio para frenarla, pero un año de guerra sucia no fue suficiente para detener el avance en las encuestas.
Se vaciaron, nada dejaron para el encuentro de hoy y muerto el morbo se acabó el debate. Sólo una porción –no todos– de la llamada clase política se obligó a presenciar lo que prometía nada más que el insulto reiterado, burdo, gastado.
Y sí, porque los debates se hicieron, cuando menos por nuestros lares, para tratar de equilibrar las contiendas, de menoscabar la fuerza de quien va a la punta y no, como se ha dicho, para contrastar ideas.
Esto es como en el box: el que va perdiendo por tres puntos o más en el último round trata de noquear, ya no tiene nada que perder y arriesga todo con el afán de conectar un golpe, uno solo, ese que va a borrar lo que sucedió durante la pelea y da el triunfo al perdedor.
Desde hace 30 años, cada seis el cuento se repite y nos vuelve testigos de cómo se baten, entre una infinita lista de insultos, quienes pretenden gobernar México sin que esto vaya más allá de las mesas de café en las que se comenta el hecho.
Debate sin resultados sociales y políticos no sirve para nada, pero esta vez la sorpresa estuvo del lado de Claudia Sheinbaum. La candidata que suponíamos de mecha corta se mostró como la política cerebral, tranquila, y podríamos decir que hasta previsora.
Todos los ataques de la seño de la gelatinas, que no podía contener el gesto nervioso que descomponía su rostro, estaban más que estudiadas por la ex jefa de Gobierno, que respondía con una serenidad sorprendente.
Una y otra vez la seño X enderezaba un ataque diferente, alocado, muy a su estilo, y en cada ocasión se estrelló con el uso racional del manejo político que convertía en inocuas las agresiones.
Pero el asunto, a final de cuentas, es que para darle seriedad a este tipo de justas hacen falta cuando menos un par de personajes. Un notario que dé fe de cada una de las promesas que se levantan, y un agente del Ministerio Público que convierta en denuncias serias, legales, las acusaciones que se vierten.
Y esto porque más allá de las anécdotas, de las pifias, como la de la seño que puso de cabeza la bandera, y que será la comidilla de las mesas de café, no podría dar idea de la confiabilidad que se puede otorgar a cada uno de ellos.
No hay mucho que decir sobre lo ocurrido anoche. Digámoslo así: las encuestas traerán un solo cambio: Máynes, el de Movimiento Ciudadano, a quien se le olvidaron las palomitas, podrá ganar terreno a costilla de los azules.
Pero, además, es muy probable que fuéramos testigos del entierro de una aspiración que nació chueca y que hasta ahora no ha sido amparada por los organismos que la respaldan y que ya la dieron por perdida.
Fue evidente que la candidata del Prian no tuvo asesores que la prepararan con inteligencia para el encuentro, donde se le veía desesperada, fuera de lugar, repitiendo lo mismo que se ha dicho durante ya casi un año.
Del otro lado, como ya expresamos líneas antes, era tan predecible el ataque de la seño que el barco se fue a pique. ¡Láaastima!
De pasadita
Por cierto, dicen que al terminar el debate un equipo de trabajadores de limpieza del INE fue designado especialmente para buscar el chicle en el asiento de la candidata de la oposición.
Y luego, en aquel momento en el que le dijo a Sheinbaum que ella no era López Obrador, hubo muchos que opinaron: pero la seño sí es como Fox.