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Añoranzas y melancolía de un pueblo que se hundió por presa en Sinaloa

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La presa comenzó a llenarse el pasado 18 de diciembre de 2023 y el pueblo de Santa María de Gracia comenzó a desaparecer bajo el agua. Foto Irene Sánchez
07 de abril de 2024 08:32

Mazatlán Sin. Los recuerdos de haber nacido y vivido en el pueblo de Santa María de Gracia, provocó añoranzas y melancolía, a los lugareños al mirar las viviendas que se inundan al subir el nivel del agua del embalse de la presa.

Los habitantes que fueron reubicados el mayo de 2022, a unos 3 kilómetros al nuevo poblado, durante todo el tiempo no dejaron de visitarlo, acudían a sacar sus pertenencias, puertas, tejas, palos de madera, ladrillos, plantas y flores del lugar donde vivieron sus ancestros o a “vivir sus recuerdos”.

La presa comenzó a llenarse el pasado 18 de diciembre de 2023, al accionar el presidente Andrés Manuel López Obrador, el botón para cerrar la tercera compuerta del tercer túnel el embalse de Santa María, ubicado en la sierra del municipio El Rosario.

A finales del año el agua empezó a subir el nivel del puente del Río Plomosas, principal camino que permitirá acceder a los pobladores para salir a otras rancherías y a la cabecera municipal de El Rosario.

Al centro poblacional nuevo Santa María, fue inaugurado en 2022 por el Gobernador Rubén Rocha Moya, donde fueron reubicadas 58 familias, incluyendo 9 familias del pueblo Buenos Aires,  desplazados de la localidad por la construcción de la presa inicio en el año 2015 y suspendida por conflictos con los comuneros y reanudada en 2019 por el gobierno federal siendo Presidente Andrés Manuel López Obrador.

El pueblo quedo casi abandonado, de vez en cuando adultos mayores acudían con sus hijos a visitarlo, recorrían las escasas calles, del antiguo pueblo, de sus casas solo quedaban las paredes, veían que algunas estaban completas, sus propietarios se habían negado a desvalijarlas, otros desde tiempo atrás las habían abandonado, estos llegaban hasta el frondoso tamarindo para alcanzar a mirar el río que rodeaba el pueblo y al final se sentaban frente la ancestral Iglesia La Purísima Concepción, según  registros del INAH se edificó en el siglo XVII.  

Matilde, pasó dos temporales de aguas en el pueblo, fue la única que se quedó a vivir con su mamá, no quiso desalojarlo, porque la casa nueva que le asignaron no cabían todas sus pertenencias y la vivienda no estaba acondicionada para tenerla al padecer alzhéimer.

En el pequeño abarrote, vendía refrescos y “fritangas”, fue el negocio de sus padres y abuelos. “Yo me sentía a gusto, no tenía miedo, no era porque estuviera empecinada en no irme al nuevo pueblo, como lo hicieron los demás, lo único que me pesa fue que no saque a mis animalitos, una de mis dos gatitas se me perdió y unas gallinas, al final le agradezco al señor Chabelito y a Tacho que me ayudaron a sacar mis cosas, cuando el agua ya subía” , mencionó.

Anastasio, enfermero de la clínica rural del IMSS, narró que acudió a convencer a Maty, a que saliera de su casa, pues el agua ya estaba rebasando el puente. Le prometió que la apoyaríamos para sacar sus pertenencias y accedió. Refirió que se encomendó al creador y le trasmitió valor a ella. Se llevó un susto, pues mi vieja camioneta se paró justo cuando pasábamos el puente con el agua arriba, pero logramos salir”.

Luego construyó una balsa con tablones y bules que puso alrededor, sirvieron para sacar sus enseres más indispensables, con ayuda de su familia y otros muchachos para trasladarlos a su casa.

Vieja lancha

Después consiguieron una vieja lancha, prestada, que le entra agua, Isabel Montiel, se encargó de ir por la barca, que familiares de Rosario, le prestaron. Siempre tuvo la finalidad de apoyar a Maty para sacar sus bienes. Durante unas cuatro semanas, iban y venían al viejo pueblo para arrancar, puertas, ventanas de fierro, ladrillos, tejas, tinacos, horcones, para trasladarlas al nuevo pueblo.

La vieja lancha con remos “hechizos”, diseñados con tablas de madera y tapaderas de ollas o tapas de plásticos, también sirvió para trasladar a las familias que acudían a observar como el agua empezó a cubrir las viejas casas donde vivieron. Algunas se sorprendían de no encontrar viviendas que no resistieron al estar edificadas con lodo.

A David, el capellán, le tocó constatar la caída del frente de la antigua Iglesia La Purísima Concepción , acudía al lugar por más de 50 años, desde que llegó con su familia a vivir a Santa María, hasta que se hizo cargo de la capilla, edificada con gruesas paredes de adobe crudo, sus sentimientos afloraron en su rostro de pesar y con ojos llorosos, dijo “ tantos recuerdos que se quedaron en este lugar”.

Para Andrés Zatarain, que vivió su infancia y juventud, la tristeza lo invadió, señaló “cuantas historias, quedaron enterradas en esas aguas”.

 

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