Javier Aguirre hizo del Mallorca un manual de supervivencia. Aunque en el futbol ningún jugador o director técnico es más que un equipo, el aporte del mexicano ha sido tan grande desde hace dos temporadas que los límites llegaron a confundirse. Alguna vez, el capitán Antonio Raíllo lo definió como un hombre capaz de construir castillos en el peor infierno. En la final de la Copa del Rey, el Vasco confirmó esa teoría, pese a caer 4-2 en penales (luego del 1-1 en los 90 minutos y tiempos extra) ante el rival más querido por sus padres, el Athletic de Bilbao.
En una imagen tomada en video durante la transmisión del partido, Aguirre dio unos pasos delante de su cuerpo técnico y se le leyeron los labios: “¡Mueve la pelota, pu… madre, más rápido!” Con esa fuerza de carácter, los bermellones comenzaron a cicatrizar las heridas que acumularon en 2022, cuando tocaron el fondo de la tabla en la máxima categoría de España a falta de nueve fechas y lograron una nueva resurrección, a partir de la llegada del ex seleccionador nacional.
El 1-0 con el que Dani Rodríguez puso adelante al Mallorca acrecentó la creencia de que Aguirre tiene más de siete vidas al igual que los gatos, como asegura el viejo refrán. El lateral izquierdo observó desde la media luna cómo el portero Julen Agirrezabala y sus defensores se revolvían para sacar la pelota del área y, al recibir un pase retrasado de Raíllo, encontró el arco abierto haciendo estallar a las miles de personas que los acompañaron en el estadio La Cartuja, en Sevilla.
Los entrenadores más jóvenes en nuestro país suelen tener al Vasco como punto de referencia, pe-ro ninguno ha podido igualar sus números en la escala internacional. Siempre dicharachero y peleón, ha transitado por diferentes culturas con una notable capacidad de motivación que logró inyectar en la mayoría de sus equipos. Dirigió a tres diferentes representativos (México, Japón y Egipto), ganó campeonatos como técnico y jugador, y compitió en la élite durante más de 20 años, además de evitar descensos cuando sus rivales ya lo hacían en la lona.
Acostumbrado a navegar contracorriente, el mexicano asimiló el empate de Oihan Sancet (50) como una consecuencia del dominio que había impuesto el Athletic. Con toda la segunda parte por delante, los más de 60 mil aficionados en La Cartuja convirtieron las gradas en una improvisada olla de presión, transmitiendo un empuje que los dirigidos por Ernesto Valverde aprovecharon para arrinconar en su propia área a los bermellones con más remates de Sancet y Nico Williams. Sólo así los de Aguirre despertaron de su letargo.
Con la ilusión no alcanza
, advirtió más de una vez el Vasco en la conferencia de prensa antes del partido, como olfateando los distintos escenarios que le esperaban ante el Athletic. Formado en las categorías menores del club América, el hombre de 65 años volvió a levantar la guardia de su Mallor-ca en los minutos finales. Una y otra vez los jugadores lo miraron pa-ra entender lo que hacía falta.
Una prórroga dispareja
El plan de emergencia apuntaba a los tiempos extra, a resistir y mostrar oficio a la espera de un contragolpe que resultara demoledor para los llamados Leones de Bilbao.
La primera parte de la prórroga fue para el Athletic. Iker Muniain no supo aprovechar una volea frente al arco y la mandó por encima del larguero. También tuvo en sus botas una falta notablemente ejecutada, que apenas pasó unos centímetros a la izquierda de la portería mallorquina. Aquellas fueron las dos únicas acciones destacadas de unos primeros 15 minutos con poco ritmo.
La iniciativa siguió siendo del conjunto vasco en los segundos 15 minutos. La más clara la tuvo Nico Williams, quien no acertó en el remate al recibir un pase de De Marcos desde la línea de fondo. Ocasión a la que respondió Muriqi con un cabezazo que hizo intervenir a Agirrezabala.
A punto de iniciar la tanda desde el manchón penal, el Vasco encabezó la selección de pateadores en medio de un círculo humano, formado por sus dirigidos. Cada mención del jugador anotado en la lista era celebrado con algarabía. Al mexicano lo bañaron con agua, lo empujaron y abrazaron, sin importar el destino que tuviera la final. Una vez desde los once pasos, Manuel Morlanes y Nemanja Radonjic erraron sus cobros, mientras Álex Berenguer convirtió el 4-2 definitivo.
De esa manera, el Athletic levantó su Copa del Rey número 24 luego de 40 años de sequía. Tengo una sensación de crueldad
, resumió el técnico mexicano tras su segunda derrota en la definición del certamen. No hubo un final feliz. A los jugadores les dije que levantaran la cabeza, porque dimos lo que tenemos y eso es suficiente. El penal es un gesto técnico, pero también un juego emocional y una suerte de azar. Vendimos cara la derrota, no tengo nada que reprochar
.
Bronca entre porras
Horas antes del silbatazo inicial, sobre el bulevar de la Alameda de Hércules, en Sevilla, se presentó un enfrentamiento entre seguidores del Mallorca y del Athletic, en el que hubo un intercambio de bengalas y mobiliario de hostelería. La Policía Nacional se movilizó inmediatamente para abortar la refriega. No se reportaron detenciones.
(Con información de Afp y Europa Press)