Uno de los “grandes éxitos” de la reforma energética de Peña Nieto fue la capacidad de mentir al asegurar que era para fortalecer a las empresas estatales, al tiempo que creaba una burocracia y todo un entramado jurídico para hacer justo lo contrario. El caso más emblemático del éxito de las políticas de destrucción de las empresas estatales es lo que los funcionarios del peñanietismo hicieron con el Sistema Nacional De Refinación (SNR). En 2013, primer año de gestión de EPN, el SNR operaba a 75 por ciento de su capacidad, para 2018 se había reducido a 40 por ciento. Dos refinerías, Minatitlán y Madero, operaban a 10 y a 20 por ciento de su máximo.
Los funcionarios responsables aluden a que la condición del SNR era algo natural, toda vez que era una “empresa estatal” y por “naturaleza son ineficientes”. Una flagrante mentira. La realidad es que la destrucción del SNR (y de Pemex) estaba planeada. Lo primero que hicieron fue reducir el presupuesto para el área de transformación industrial en 31 por ciento durante ese sexenio. Al mismo tiempo, de acuerdo con el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria, la deuda total de Pemex aumentó en 133 por ciento, al pasar de 1.1 billones de pesos en 2012 a 2.57 billones en 2018; es decir, un aumento de 1.47 billones. Todo esto tenía la lógica de libro de texto de las privatizaciones: reducir el presupuesto, endeudar la empresa, destruir su capacidad productiva y, por último, regalarla.
¿Cuál era el motivo detrás de todo esto? Tenían que crear un “mercado privado” de hidrocarburos y sus derivados, el cual sólo era posible si destruían la capacidad de refinación de Pemex, toda vez que existe una relación inversamente proporcional entre la cantidad que la empresa refina y la de importación. Para esto se crearon estructuras burocráticas (como la Unidad de Políticas de Transformación Industrial de Sener), encargadas de “fomentar la participación de la IP en dichos sectores”, eufemismo para decir que iban a acabar con la capacidad productiva de la paraestatal.
Los funcionarios responsables de esto siempre han dicho que fue para “hacer eficiente a Pemex”. Había que reducir la cantidad que se refinaba para lograr la eficiencia. Esto es falso. La industria energética es intensiva en capital, y como todas, para que sus inversiones y empresas sean rentables se requieren altos porcentajes de utilización de los activos. También se tiene un porcentaje mínimo necesario para mantener una operación en la rentabilidad. La media de la OCDE en utilización de activos de refinación es de 84 por ciento. De acuerdo con la Asociación de Manufactura de Petroquímicos y combustibles de EU, el porcentaje mínimo de utilización de una refinería para una operación eficiente y rentable se encuentra entre 65 y 70 por ciento. Los funcionarios peñanietistas recibieron cinco de seis refinerías operando por arriba de este mínimo; la sexta, marginalmente por debajo; las devolvieron muy por debajo, a pesar de endeudar con 1.47 billones a la empresa. Así, la importación de petrolíferos y demás derivados floreció a la par de que se consumaba la destrucción de las capacidades productivas de Pemex.
Ex funcionarios han dicho que no se hizo nada por el SNR en ese sexenio y se ha querido criticar que el actual haya aportado 1.5 billones de pesos a Pemex. Dichos funcionarios nunca mencionan que, aproximadamente, 50 por ciento de esos recursos; es decir, 750 mil millones de pesos, fueron destinados al pago de la deuda que, esos mismos que critican, dejaron. Con el otro 50 por ciento se construyó la refinería Olmeca y se compró Deer Park, con lo que se adicionaron 598 mil barriles diarios de capacidad de procesamiento de crudo al país. También se invirtió en la modernización y rehabilitación de las refinerías, con lo cual, a febrero de este año se han alcanzado niveles de producción de 958 mbd (+82 por ciento vs 2018) en el SNR (el cual no incluye Deer Park), alcanzando una utilización de 59.7 por ciento. La producción de gasolinas y diésel aumentaron 84 por ciento y la eficiencia operativa de Pemex-Tri aumentó 30 por ciento, cada vez más cerca de los mínimos de operación en rentabilidad anteriormente explicados.
¿Se imaginan qué sería de Pemex si durante el peñanietismo los funcionarios y servidores públicos en lugar de buscar destruirla hubieran tomado decisiones para realmente fortalecerla? ¿Dónde quedaron los 1.4 billones de pesos de la deuda adicional y cómo es que con tanto dinero no hicieron una sola obra? Esas, si bien son preguntas importantes, la mayor es: ¿qué hacen ahora los responsables de esa destrucción? No vaya a ser que prometan tener la fórmula mágica para, ahora sí, fortalecer a las empresas estatales.
*Maestro en finanzas en el sector energético por la Universidad de Edimburgo. Especialista en temas energéticos • X: @aloyub